Serguéi Yesenin

Serguei Esenin (Konstantínovo, Riazán, 21 de septiembre de 1895- -Leningrado, 28 de diciembre de 1925)

CONFESION DE UN GOLFO
No todos saben cantar,

No todos saben ser manzana
Y caer a los pies de otro.
Esta es la suprema
Confesión de un granuja.

Ando intencionalmente despeinado,

Con la cabeza como una lámpara a petróleo.
Me gusta alumbrar en las tinieblas
El otoño sin hojas de vuestros espíritus.
Me gusta que las piedras de los insultos
Caigan sobre mí como granizo vomitado por la tormenta.
Entonces es cuando aprieto con más fuerza
El globo oscilante de mi cabezota.

Con qué nitidez recuerdo entonces

La laguna cubierta de hierba y la voz ronca del aliso
Y que en algún lugar viven mi padre y mi madre.
Mis versos les importan un comino,
Pero me quieren como a un campo, como a la carne de su carne,
Como a la buena lluvia que en primavera ayuda a salir a los brotes.
Ellos les clavarían a ustedes sus horquetas
Cada vez que me lanzan una injuria.

¡Pobres, pobres campesinos!

Seguramente están viejos y feos
Y siguen temiendo a Dios y a los espíritus del pantano.
¡Si sólo pudieran comprender
Que su hijo
Es el mejor poeta de Rusia!
¿Acaso sus corazones no temían por él
Cuando se mojaba los pies en los charcos del otoño?
Ahora anda de sombrero de copa
Y con zapatos de charol.

Pero con el mismo espíritu juguetón de antes.

De aldeano travieso.
Desde lejos saluda con una gran reverencia
A las vacas pintadas en los letreros de las carnicerías.
Y cuando se cruza con los coches de la plaza,
El olor del estiércol lo remonta a los campos de su tierra
Y está dispuesto a sostener en el aire la cola de cada caballo
Como si fuese la cola de un traje de novia.

Amo mi tierra.

¿La amo con locura!
Aunque sobre ella caiga toda la tristeza y el moho de los sauces.
Gozo con los hocicos inmundos de los cerdos
Y con las notas estridentes de los sapos en el silencio nocturno.
Estoy enfermo de los recuerdos de infancia,
Sueño con la niebla y con la humedad de las tardes de abril,
Cuando nuestro arce se puso en cuclillas
Para calentarse los huesos en la hoguera del crepúsculo.
¡Trepando de rama en rama,
Cuántos huevos no robé de los nidos de las cornejas!
¿Seguirá siendo el mismo de antes, con su copa verde?
¿Tendrá todavía la corteza tan dura?

¿Y tú, mi querido perro fiel

Overo?
La vejez te ha puesto gruñón y ciego
Y vas de un lado a otro del patio arrastrando tu cola caída.
Tu nariz no distingue ya el establo de la casa.
Cuánto no significan para mí nuestras pillerías de antaño
Cuando le robaba pan a mi madre
Y lo comíamos entre los dos, mordiéndolo por turno
Sin sentir repugnancia.

Soy siempre el mismo,

Mi corazón es siempre el mismo.
Los ojos florecen en el rostro como los azulíes en el trigo.
Y yo, extiendo las esteras doradas de mis versos
Quiero decirles a ustedes
Mis palabras más tiernas.

¡Buenas noches a todos!

¡Buenas noches!
Rozando por última vez la hierba del crepúsculo
Ha enmudecido la guadaña de la aurora.
Y siento unas ganas locas
De mear a la luna desde la ventana.
¡Luz azul, en este azul profundo
Ni siquiera la muerte me importa!
¡Que importa que yo parezca un cínico
Con un farol colgando del trasero!
Viejo, buen y supercabalgado Pegaso,
¿Qué falta me hace a mí tu trote blandengue?
Yo he venido como un severo maestro
A cantar y a ensalzar a las ratas.
Como agosto, vierte
Mi cabeza el vino espumoso de mis cabellos.

Yo quiero ser ese amarillo

Que nos lleva al país que navegamos.

*****

*****

HASTA PRONTO AMIGO MÍO….

Manuscrito escrito con sangre que se encontró

en la habitación donde Sergei Esenin se suicidó

Hasta pronto, amigo mío, hasta pronto,
querido mío, te llevo en el corazón.
La separación predestinada
promete un nuevo encuentro.
Hasta pronto, amigo mío, sin gestos ni palabras,
no te entristezcas ni frunzas el ceño.
En esta vida el morir no es nuevo
y el vivir, por supuesto, no lo es.
*****
ESTOY CANSADO…
Estoy cansado de vivir en mi país natal,
con la nostalgia de las extensiones de trigo negro;
dejaré mi choza,
partiré como un vagabundo y un ladrón…
Volveré a la casa paterna
a regocijarme con el júbilo ajeno.
Y en una noche verde, bajo la ventana,
con la manga de mi camisa me ahorcaré.
Los sauces de plata contiguos a la cerca
inclinarán sus cabezas con mayor dulzura aún.
Y sin lavarme, sin el menor ritual,
se me enterrará bajo los aullidos de los perros.
La luna continuará bogando por el cielo,
perdiendo sus remos en el agua de los lagos;
y Rusia siempre será la misma,
danzando y llorando alrededor de las empalizadas.
*****

SIN LAMENTOS

Sin quejas, ni lamentos ni llantos

como el humo a través del florido manzano
hasta mí llegó la marchitez dorada
ya no seré más joven y lozano.

Ya no lates con la fuerza de antes

mi corazón tocado por el hielo
y caminar descalzo por el bosque
ya no es una ilusión, no es un anhelo.

El deseo de aventura cada vez es menor

y el fuego de los labios ya se ha ido
¡oh mi joven y lejano frescor
mis antaños pletóricos sentidos!

Ahora son escasos mis afanes

¿he vivido mi vida o la he soñado?
Es como si en un alba primaveral
galopé sobre un caballo rosado.

Nuestro destino es frágil y finito

el cobre de las hojas lento emana
por todos los siglos sea bendito
lo que florece hoy para morir mañana.

*****
ESTOY CANSADO DE VIVIR EN MI TIERRA…
Estoy cansado de vivir en mi tierra.

Fatigado por la vasta llanura de trigo
sarraceno, abandonaré mi cabaña,
me marcharé, y seré vagabundo y ladrón.
Con los rizos blancos del día
buscaré un paradero miserable.
Y, pensando en mí, mi amigo querido
afilará la navaja de su bota.
El camino amarillo del prado
se envolverá con sol y primavera,
y aquélla cuyo nombre guardo
me expulsará del umbral.
Y de nuevo volveré a la casa del padre,
me consolaré con ajena alegría
y una tarde verde, bajo la ventana,
me colgaré de mi propia manga.
Al pie del cercado los sauces canosos
amorosamente inclinarán sus copas,
y me enterrarán sin lavar
bajo el ladrido de los perros.
Navegará la luna, navegará,
y dejará caer sus remos en los lagos.
Y Rusia vivirá como antes
bailando y llorando al pie del cercado.

*****
LAS ESTRELLAS

¡Las pequeñas estrellas de las estrellas, usted está tan alto y tan claro!

¿Qué usted ha conseguido en usted, tan fascinando?
Las estrellas, profundas en pensamiento, así que discretas usted aparece,
¿Qué la energía a que las marcas usted están tentando tan?
¡Las estrellas, pequeñas estrellas, usted es tan denso y tan sólido!
¿Cuál es ese le hace tan grande y fascinando?
Cómo puede usted, los cuerpos divinos, producirlo:
¿Revolvimiento de una sed y de un deseo para aprender?
Porqué, como usted brille, son usted agradable y la invitación
¿En sus brazos abiertos de par en par, el instante?
Satisfaciendo el corazón, tan benigno y tentando,
¡Estrellas divinas, tan telecontrol y tan distante!

*****
EL OTOÑO
Hay calma en el enebral espeso.

El otoño, potro taheño, peina su crin;
sobre la orilla del río suena
el retín azul de sus herraduras.
El viento, ermitaño de paso cauteloso,
aplasta la hojarasca en el camino
y en una mata de serbal besa
las llagas rojas de un Cristo invisible.

*****
SÓLO ME QUEDA UNA DIVERSIÓN…
Sólo me queda una diversión:

los dedos en los labios y un alegre silbido.
Ya se ha esparcido mi mala fama
de peleador y escandaloso.
¡Qué ridícula mala fama!
Hay muchas caídas tontas en la vida.
Me avergüenzo de haber creído en Dios,
y me entristezco de no creer ahora.
¡Remotas lejanías doradas!
Todo arde en la rutina cotidiana.
Si blasfemé y fui escandaloso
fue para arder con mayor fulgor.
Acariciar y fustigar es el don del poeta
lleva sobre sí un signo fatal.
Yo quise enlazar sobre este mundo
a la rosa blanca y el sapo negro.
¡Qué importa no se hayan realizado
estos designios de los días buenos!
Si los demonios anidaron en mi espíritu
es porque los ángeles vivían en él.
Por estos alegres desvaríos,
yo quisiera en el postrer instante
antes de partir hacia otras comarcas
pedir a todos los que me acompañen
que por mis pecados mortales,
por no creer en el paraíso,
con mi camisa rusa me amortajen
y bajo los astros me dejen expiar.


CARTA A UNA MUJER

Usted se acuerda, usted, claro, de todo se acuerda,

 cuando andaba nerviosa por la estancia –
yo a la pared pegado –
y me reñía con acerbas palabras.

Decía usted que había llegado la hora de separarnos,

que a causa de mis locuras sufría mucho,
que iba a dedicarse a sus cosas,
y que yo estaba condenado a rodar por la pendiente.

Querida: Usted no me amaba.

Ignoraba que entre el gentío era yo cual caballo espumeante,
espoleado por audaz jinete.
Ignoraba que entre aquella humareda,
en la fosca tormenta de la vida sufría yo,
sin comprender lo que se avecinaba.
De cara a cara no se ve el rostro.
Lo grande se ve a distancia.
Cuando el mar se encrespa, corren riesgo las naves.
¡Y de pronto se convirtió la tierra en una nave!
Alguien empuñó majestuoso el timón rumbo a la nueva vida prodigiosa
 por entre vendavales y tormentas.
¿Quién no se cayó en la cubierta?
¿Quién no vomitó y no maldijo?
Pocos hubo que no se mareasen, que venciesen aquel torbellino.
Entonces entre un clamor salvaje,
sabiendo bien lo que me hacía bajé a la bodega
para no ver vomitar a la gente.
 Aquella bodega era eso: la taberna.
Yo me entregué al vino para no padecer por nadie
y hundirme en la embriaguez.
Querida: La hice sufrir, es cierto.
En sus cansados ojos se asomaba la pena al ver que yo,
ostentosamente,
 me consumía en escándalos diarios.
Pero usted ignoraba que entre aquella humareda,
en la fosca tormenta de la vida, sufría yo,
sin comprender lo que se avecinaba…
•••••••••••••••••••••••••••••••••
Han pasado los años.
Mi edad es ya otra.
Ahora pienso de distinto modo.
Ahora brindo en los días de fiesta por el gran timonel.
Me embargan hoy amables sentimientos.
Al recordar su angustia quiero apresurarme a decirle lo que fui antes,
 lo que soy ahora.
Querida: Me complace comunicarle que no rodé por la pendiente.
Vivo en el Territorio Soviético como el más entusiasta adherente.
No soy ya el de antes.
Ahora no la haría sufrir como entonces.
Tras la bandera de la libertad y del trabajo luminoso,
estoy dispuesto a ir al fin del mundo.
Perdóneme… Sé que usted no es la de ayer.
Ahora vive con un marido serio, inteligente.
A usted no le hacen falta nuestros duros quehaceres,
y yo tampoco le hago la menor falta.
Viva bajo el signo de su estrella, bajo su mansión renovada.

La saluda su amigo que jamás la olvida,
Serguéi Esenin

¡Dejaos ya de riñas! ¡Es la vida!…
¡Dejaos ya de riñas! ¡Es la vida!
¡Yo no comercio con palabras!
Se ha vuelto grave y ya se dobla
mi cabeza dorada hacia la espalda.
Por aldea y ciudad amor no siento.
¿Cómo pude sentir alguno?
Todo lo dejaré y, con barba larga,
iré por Rusia cual vagabundo.
Olvidaré los poemas y los libros,
me echaré un saco sobre la espalda,
porque en los campos, a un perdido,
más que a ninguno el viento canta.
Apestaré a rábano y cebolla y,
turbando la quietud del la tarde,
me sonaré ruidosamente con la mano
y haré simplerías en todo.
Y no necesito mejor suerte
que olvidar escuchando la cellisca,
pues sin estas extravagancias
no sé vivir en este mundo.

Serguéi Yesenin

Ya no sé cuál ha de ser mi destino...  Inútil soy para la vida que empieza,  pero quisiera ver trocarse en granito  esta Rusia miserable y hambrienta.
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todo pasará como humo de manzanos blancos.

«El canto de la perra»

Al alba, en el granero del centeno,
en un montón de áureas arpilleras,
parió la perra siete cachorrillos,
siete cachorros de color canela.
Estuvo todo el día acariciándolos,
les alisaba el pelo con la lengua,
y chorreaba nieve derretida
bajo su vientre de tibieza.
Y al caer la noche, cuando las gallinas
estercolan su pértiga,
apareció con mala cara el amo
y a los siete metió en una talega.
A la carrera por los ventisqueros,
sin perderlo de vista lo seguía.
La tersa faz del agua sin helar
un estremecimiento recorría.
Y cuando se arrastraba de regreso,
lamiéndose el sudor de las costillas,
creyó ver en la luna sobre el chozo
a una de sus crías.
Al cielo azul oscuro la mirada
levantaba, llamando y aullando,
pero la luna huía, adelgazada,
y se ocultó en un cerro por los campos.
Y mudamente, como cuando alguno
por ganas de jugar le tiraba una piedra,
lágrimas en la nieve como estrellas de oro
cayeron de los ojos de la perra.
Sergey Esenin
Serguéi Alexándrovich Yesenin nació en Riazán, Rusia, el 21 de septiembre de 1895.
En 1921 conoció a la bailarina Isadora Duncan, se casó con ella el 2 de mayo de 1922, ambos viajaron por Europa occidental y Estados Unidos.
Regresó a su país en mayo de 1923, ya con serios problemas de alcoholismo y lleno de nostalgia por Rusia, se divorciaría de la Duncan poco después.
Contraería un nuevo matrimonio en 1924, enlace que apenas duraría unos meses con Sofía Andréyevna Tolstáya, nieta de León Tolstói.
Se suicidó ahorcándose en una habitación del Hotel Angleterre de Leningrado, el 28 de diciembre de 1925.

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