La Madre de Dios y el Hijo Eterno

La Madre de Dios y el Hijo Eterno - Fedor Bruni - ca.1830

SALDO

¡Compren, señores, compren!
Lo que jamás vendieron los judíos, lo que nunca degustaron ni la nobleza
ni el crimen, lo que ignoran el amor maldito y la probidad infernal de las masas, 

lo que ni el tiempo ni la ciencia han de reconocer.
Las Voces reconstituidas.
El despertar fraterno de
todas las energías corales y orquestales, y los múltiples
modos de aplicarlas al instante. ¡La ocasión, única,

de liberar nuestros sentidos!
¡Compren, señores, compren! Los Cuerpos de valor
incaculable, más allá de cualquier raza, cualquier
mundo, cualquier sexo, cualquier descendencia. 

Las riquezas que brotan a cada paso. 
¡Saldo de diamantes sin control!
La anarquía para las masas. La satisfacción 

irreprimible para los aficionados 
de gusto superior. La muerte
atroz para los fieles y los amantes.
¡Compren, señores, compren!
Las habitaciones y las
migraciones. Comedias de magia, deportes y bienestares
perfectos, y el ruido, y el movimiento, y el porvenir que
estos propician.
Las aplicaciones de cálculo
y los saltos de armonía
inauditos.
Los hallazgos y los términos insospechados:
¡Entrega inmediata!
El impulso insensato e infinito para alcanzar 

los esplendores invisibles, 
las delicias insensibles, 
— y los secretos enloquecedores para cada vicio, 
— la alegría aterradora para la multitud, 
que ese impulso propicia.
¡Compren, señores, compren! 
Los Cuerpos, las Voces, 
la inmensa opulencia incuestionable, 
lo que nadie venderá jamás. 
¡Vamos, anímense! ¡Los vendedores aún
tienen existencias! ¡Y los viajantes a comisión no han de
rendir cuentas en seguida!

Arthur Rimbaud
Iluminaciones

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