sobre la yerba que la gente joven está pisando ahora rabiosamente.

Delfín Prats Pupo
Del otro lado de la pared del sueño

Se hunden, oh hijo mío, se hunden
los ciclópeos monolitos de basalto del Este
del otro lado de la pared del sueño
que amasamos en las tardes de este aparente invierno
de las islas. Vamos atravesando la bahía, tu pie
hace huella en la arena, yo voy
jugando con tu imagen, no con tus años.
Voy situando fragmentos de ambos en otras latitudes
libres del ojo riguroso del shoggoth.

Se hunden, oh hijo mío, se hunden los ciclópeos monolitos
Oh, reinos del insondable horror
reinos de inconcebible anormalidad
cerebros cautivos por una edad de sombras
que dramáticamente ahora se derrumba,
dramáticamente ahora se derrama
del otro lado de la pared del sueño
y una multitud de olas
va imprimiendo sobre la arena apetecida
las novedosas señales.

Qué negra nana, hijo mío,
nos cantaron durante años,
qué negra nana
la de la eternidad de los monolitos
que ahora se hunden irremediablemente, qué negra nana
para dormir al hijo de Lavinia Whateley, no humano
agonizando sobre el libro.
"Yog-Sothoth ¿conocerá la puerta?
yog-stothoth, ¿será la puerta?
yog-sothoth, ¿será la llave y el guardián de la puerta?
Voy situando minutos de ambos, tuyos y míos
En latitudes libres del Ojo riguroso: espejos
donde se incendian nuestros rostros, espadas
cruzadas en la noche, tu risa
donde gravita, puro, el arco de la alianza.

Oh, hijo mío, sobre las playas del mentido invierno.
Y la belleza del mundo es irritante afuera
en las provincias y en las islas
y en los febriles campos, oh, hijo mío
sobre la yerba que la gente joven 

está pisando ahora rabiosamente.

FOTO/ Lover’s eye brooch, 1800, England.

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