Poemas de Michel Houellebecq


«Queremos regresar a la antigua morada
donde vivieron nuestros padres bajo el ala de un arcángel,
queremos reencontrar esa moral extraña

que santificaba la vida hasta su última hora».
Michel Houellebecq

«¿Es cierto que en algún sitio más allá de la muerte Alguien nos ama y nos espera tal como somos?» Michel Houellebecq

«Ventanas asomadas al mar, y el inmenso océano de las llanuras se extendía, helado en el invierno; en mí no quedaba más odio». Michel Houellebecq

«Quiero reposarme en la impasible hierba. Como ella yo soy viejo y muy contemporáneo, la primavera me llena de insectos e ilusiones Como ella habré vivido, torturado y sereno, los años postreros de una civilización». Michel Houellebecq

«Nunca he logrado aceptar las cantatas de Juan Sebastián Bach, en ellas, la repartición entre silencio y sonido es demasiado perfecta. Yo necesito aullidos, un magma corrosivo, una atmósfera de ataque capaz de cuartear el silencio de la noche». Houellebecq



«Y había olas, siempre las olas: su ruido era muy suave, mi destino era impreciso». Michel Houellebecq

«A menudo los médicos, esas pústulas renegridas, cansan mi mente con sentencias monótonas; yo vivo, o sobrevivo, más allá de las normas; me da igual. Mi meta no radica en esta vida». Michel Houellebeqc

«La alegría, en un momento, tuvo lugar: hubo un instante de tregua en el que estuve en el seno de Dios, pero, desde entonces, los años son breves». Michel Houellebecq

«Entre los prados y los bosques de hayas, entre los edificios y la publicidad vivimos un momento de absoluta verdad: sí, el mundo está ahí, y es tal como parece». Michel Houellebecq

«La indiferencia de los acantilados ante nuestro destino de hormigas se agranda en la noche hostil; somos pequeños, pequeños, pequeños». Michel Houellebecq

«El mejor medio de ganarle la partida al tiempo sigue siendo el de renunciar, en cierta medida, a vivir en él». Michel Houellebecq


Construidos por nuestros objetos, hechos a su semejanza, existimos por ellos. En nuestro interior, sin embargo, yace el recuerdo de haber sido dioses». Michel Houellebecq

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