Czesława: una niña católica víctima del Holocausto
Czesława: una niña católica víctima del Holocausto
El caso de la niña católica polaca Czesława Kwoka
Un lector polaco del blog me envió ayer un artículo de Marina Amaral sobre Czesława Kwoka, una niña de 14 años que fue la prisionera número 26947 del campo de concentración de Auschwitz.Podéis ver su estremecedora última foto -en una versión coloreada por Marina- encabezando estas líneas. Lleva el famoso pijama a rayas de los campos de concentración alemanes, con un triángulo invertido rojo y una letra «P» negra: la marca que ponían a los prisioneros polacos. Según laWikipedia, ese color estaba reservado a los prisioneros políticos, pero en realidad se usaba también para toda aquella persona internada allí por cualquier motivo. No se sabe mucho de esta niña. Nació en Wolka Złojecka, un pueblecito del condado de Zamość, en el voivodato de Lublín, Polonia, el 15 de agosto de 1928. Czesława era hija de Katarzyna Kwoka, una polaca católica.
La deportación masiva de los polacos de Zamość a manos de los nazis
En 1942 el condado Zamość, en el que vivían Czesława y su madre, fue elegido por los nazis para instalar una colonia alemana. Los nazis desalojaron 300 aldeas del condado -al que rebautizaron como Pflugstadt- deportando a 116.000 polacos que residían en él. Muchos fueron enviados a los campos de concentración de Zwierzyniec, Auschwitz, Majdanek y otros. 50.000 fueron llevados a Alemania para trabajar como esclavos. Más de 30.000 niños fueron arrancados de sus familias (los hoy llamados Dzieci Zamojszczyzny, «Niños de Zamość»), de los cuales 5.000 fueron seleccionados para ser entregados a familias alemanas y germanizados (tras la guerra, sólo 800 de ellos fueron localizados y devueltos a Polonia). En muchas de las aldeas hubo ejecuciones masivas de polacos, y muchas de esas poblaciones quedaron completamente destruidas. A pesar de ello, la colonización prevista por los nazis nunca pudo completarse: ya en la primavera de 1943 los alemanes habían empezado a perder el control de ese condado a causa de la presión de la resistencia polaca.
Unos ojos que reflejan el terror vivido por los 230.000 niños de Auschwitz
Czesława llegó a Auschwitz el 13 de diciembre de 1942. Wilhelm Brasse, el prisionero polaco que la fotografió para el archivo de prisioneros del campo, recordaría años después la impresión que le causó la niña: Czesława estaba «aterrorizada», «no entendía por qué estaba allí y no podía entender lo que se le decía», pues se dirigían a ella en alemán. Una kapo (nombre dado a prisioneros de confianza que hacían labores de policía entre sus compañeros de cautiverio) de nacionalidad alemana cogió un palo y, llena de rabia, golpeó a la niña en la cara, rompiéndole el labio. Czesława lloraba, con su labio sangrando. «A decir verdad, sentí como si me estuvieran golpeando a mí mismo, pero no podía interferir. Habría sido fatal para mí. Nunca podías decir nada», contó años después Brasse, el fotógrafo. Para hacerle la foto la niña secó sus lágrimas y la sangre que emanaba del corte de su labio. Su bello rostro, con su cabeza rapada, su cara golpeada y sus ojos llenor de temor, son un testimonio del miedo y del sufrimiento que vivieron muchos niños en aquel infierno. Marina Amaral explica en su artículo que de los 1,3 millones de personas que fueron llevadas a Auschwitz-Birkenau de 1940 a 1945, 230.000 eran niños o jóvenes menores de 18 años. De ellos, 216.000 eran judíos, 11.000 gitanos y los restantes eran polacos, bielorrusos, ucranianos, rusos y de otras nacionalidades.
No era judía, gitana, LGTB ni republicana española: ¿no cuenta?
De aquellos 230.000 niños y adolescentes sólo sobrevivieron unos 650. La protagonista de esta entrada no estuvo entre esos pocos supervivientes. Su madre murió el 18 de febrero de 1943. La niña murió menos de un mes después, el 12 de marzo. Ni siquiera han quedado registradas las causas de sus muertes. Después de todo lo dicho, me gustaría señalar que Czesława no era judía, ni LGTB, ni gitana, ni republicana española. Para el homenaje del pasado viernes en el Ayuntamiento de Madrid, ella no contaba por el mero hecho de ser una católica polaca. Lo mismo se puede decir, insisto, de los demás católicos polacos asesinados por los nazis (2,7 millones, nada menos) y de las personas de otros colectivos (ucranianos, rusos, bielorrusos, enfermos mentales, testigos de Jehová, etc) que fueron asesinadas en los campos de concentración alemanes. Un olvido que en algunos casos puede explicarse en un despiste, pero en otros no...
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