El mediocre detesta al que no es mediocre e intenta rebajarlo.

“¿En nuestra época hay líderes?
Sí, es posible. Siempre los ha habido. Pero el problema, en mi opinión, es que nuestra época no merece a esos hombres. Están, pero esta época no los mira, no se fija en ellos. Cuando hablamos de virtud en el sentido romano, es decir, de nobleza de espíritu y de actitud elegante ante la vida, de dignidad y de coraje personales, te das cuenta de que al mundo de ahora no le interesa eso; no lo quiere e incluso lo rechaza. Es más, cuando el mundo de hoy se coloca delante de la virtud, el mundo se burla de ella. Frente a la gente noble a la que no pueden igualarse la ridiculizan. El mediocre detesta al que no es mediocre e intenta rebajarlo. Y como no puede rebajarlo lo intenta a través de la burla. Cualquier mediocre puede hacerlo a través de internet, en 140 caracteres, en la televisión, etc. Por ejemplo, en esos programas de televisión que hacen resúmenes con retales de otros programas te das cuenta de que las cosas dignas son ridiculizadas: se burlan de ellas porque necesitan rebajarlas.”



¿Cree que ahora queda alguien dispuesto a morir por la patria o por un ideal?
Fíjese, creo que El Cid no muere por un ideal. Son hechos. Es decir, lo que me interesaba remarcar del Cid es que no se trata de una persona que salga a pelear por un ideal. Lo hacía para comer. Él no está peleando porque quiera primero la Reconquista (que en España todavía no existía), sino que son reinos en los que se está peleando entre moros y cristianos. Después, él no tiene ninguna misión providencial. Todo eso viene después. Él no tenía un código de ideales, de ideas, sino un código de lealtades y dignidades, eso que hemos hablado antes. No tenía ideas religiosas ni patrióticas, es decir, no luchaba ni por Dios ni por la patria.

Pero, a pesar de su destierro, seguía brindando lealtad y respeto al rey Alfonso VI.
¿Sabe por qué? Porqué cuando no tienes nada, cuando eres un marginal y la sociedad te expulsa de su seno –seas un delincuente o seas un mercenario– y los códigos generales en los que se ampara la sociedad dejan de funcionar, tú mismo necesitas tener algo a lo que respetar: necesitas un código de lealtad entre tu gente y algo más. Por ejemplo: «Yo soy un mercenario, pero tengo a mi rey, al que le soy fiel»; o: «Yo soy un asesino, pero a mis compañeros no los delato». Incluso la gente marginal, incluso la gente que es medianamente decente busca algún tipo de justificación para no sentirse abyecto.

IMAGEN/Virgil Finlay, 1953.

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