David Lago González, La VIGIA, editions Hoy no he visto el PARAISO, 2011




domingo, 19 de abril de 2009 ---I gaze in your eyes I gaze in your eyes, and to my joy I find that every fear which used to be near, has gone, gone from my mind. Cole Porter Algunas veces la felicidad no es ya más una simple sensación sino algo tangible, visible. Recuerdo, hace tiempo, una muchacha hablaba a mi sonrisa como al milagro de una luz que iluminaba mi rostro, y de paso el suyo. Acotando los excesos, he pensado que el amor lleva desde magníficas palabras para el recuerdo hasta lastimosas consideraciones para olvidar. Sólo pocos días antes de escribir este pobre reclamo de paz, yo toqué la gloria de la luz sobre tu almohada. Allí estaba, como una luciérnaga posada sobre tus labios. Volaba de ellos a tus ojos y volvía, y volvía a empezar de nuevo. La funda tenía líneas azules y blancas, como la sábana, rematada por un borde que imitaba el denim. Estábamos debajo del mundo en ese mismo instante, tú debajo de mí. A nada parecía tenerle miedo, incluso asuntos tan espinosos como la muerte y la vida. Me asomo a tus ojos, y para regocijo encuentro Que todos los temores que solían estar cerca 27 Se han ido, han volado de mi mente... Con nada que pensar, ¿cómo podría tropezarme con ellos? Fantasmas o piedras, qué más da lo que sean. La luz que hace mil noches di a aquella muchacha vuelve ahora a mí, verde también, y en mi desnudez gratifica la tuya. En la de ambos se crece

(Madrid, noviembre 2004) © 2004 David Lago González Etiquetas de Technorati: David Lago-González,El Arte de Soñar


martes, 14 de octubre de 2008-- Cuando sea mayor Cuando sea mayor, quiero ser intelectual, pero no como Messié Julián, que además era “chic”, tocaba el piano y todo el mundo sabía que recibía el correo cubierto por un batín de seda verde. Quiero tener la voz profunda, el andar pausado, dominar la escena sin atragantarme con la oliva del Martini seco. Y muy importante, quiero unificarme, porque un ilustrado sin una unión detrás nunca tendrá cabida en la nueva constitución. El armisticio ya está pactado, y se zapa desde siglos atrás el tono neutro y sosegado, el olor del habano, el humito diabólico del café, el encuentro atenuado del desencuentro, ya sea en barraca o en una tacita de plata. Ah todo viene tan bien... Ni siquiera tienes que quitarte tú para ponerme yo: espacio sobra, como sobra Gorki después de usado bien, al fin y al cabo el mismísimo Máximo escribió antes su propia historia, y ése era otro docto unificado. En todo caso, apañaremos un huequito en los libros de la academia para las novísimas palabras del idioma que evoluciona, como evoluciona la mentalidad de la intelectualidad. 16 Qué poética tan poco apalabrada, pensará Julián si está despierto, pero pongamos a Dios de pretexto para que no se vuelva a poner ese batín que le torna tan sujeto al desorden y el relajo entreverado como una masa del puerco. Cuando sea mayor, quiero entonar mis versos como un jilguero a lo Neruda, con voz presente pero lejana, que eso da un eco como ausente. Sencillo y sincero como en el léxico oficialista, como si ambas cosas juntas sugirieran la discordancia en otro lenguaje oficioso. Espero, de mayor, leer lentamente porque pensaré que la empleomanía no es lo suficientemente sagaz como para seguirme. Cuando sea mayor, quiero ser mujer y vestirme de hombre, a lo George Sand, para luego casarme con un hombre como Oscar Wilde, de lánguida mirada bajo los párpados caídos que esperan lo inevitable del juicio: la terrible sentencia del déjamelo ver Carlota-que no te lo enseño Juan. Y luego, cuando ya todo sea bala viril, pétalo febril, ingresar en el ejército rebelde cuando deje de existir el bien y el mal y los imperios de antaño sean las colonias de las colonias que, unificadas como el intelecto, dominarán al universo con una palabra y un gesto, un gesto que no diré cuál, para mantener el “suspense” y no el “suspenso”, aunque sí suspendido el arco bucal en ese instante en que la garganta argumenta un “¡aaaaaaaaaaahhhhhhhhhh!” quedo y prolongado. Cuando sea mayor, no quiero ser como yo. Quiero ser intelectual, con ese intermedia y erre al final. La barba dejarla crecer, y, si blanca no es, 17 decolorarla a la fuerza para conseguir ese efecto que ya Bellow, en los 50, definía como “intelectualización de la imagen”, y que afecta por igual al burgués melindroso y al amanuense sudoroso de la fábrica de neumáticos. Respuesta tener para todo, y mil colores de chaquetas, que los tiempos son rameras disfrazadas de beatas que en un plis plas cambian el misal por el manual. Ah, no ser nunca, de mayor, docta de cabaret como Madame Bacallao, ni mucho menos “chic” y cantar baladas en el Monsegnor, para no caer en la tentación de ponerme el batín de seda verde que con descuido Messié Julián se tiraba sobre los hombros para franquear la entrada a las buenas y malas del correo. Y yo lo sé bien porque mi primo Miguel Sotolongo Glez era cartero y llevaba hasta su puerta las cartas de sus ahijados. La oscuridad sonreía traviesa en las tinieblas su luz conspicua y rechinante, y él bajaba del Foxa en un lift súper-rápido. © David Lago González, 2008. Etiquetas de Technorati: Poemas "independientes"



portada a partir de un dibujo de Luis Ruiz


miércoles, 28 de enero de 2009 --Última estancia en Davos (poema) ¿Qué importa el paisaje, la Gloria, la bahía, la línea del horizonte? Lo que yo veo es el callejón. Manuel Bandeira . ¿Ha oído hablar de La Patria? Sí, sin duda: en sus jóvenes años fue tan zarandeada como en los míos. Seguramente también sintió vergüenza de esa falacia, y esa mezcla de rabia y piedad por los labios que la limitaron a una cáscara de nuez, a una piedra que deshace la fuerte paz translúcida del cristal, a un número sobre el antebrazo del alma, al asta que pincha estúpida la nube, a la tea que nos acercan al rostro para identificarnos o para quemarnos los ojos. A veces recelo de que incluso aquí, perdidos en el tiempo, estemos a salvo del rebrote que hace temblar mis manos. ¿Lo advierte...? No obstante, dicen que no estoy enfermo. Yo me río, me encrespa la practicidad incapaz de ver lo que tantos ilusionistas han hecho con el inflamado espíritu que una vez fue inocente, imberbe ausencia del peligro. ¡Nos han arruinado! Yo me río, ¡acompáñeme! Pues sí, tiene razón: más vale el leve rictus de una sonrisa que aspiramos como suspiro. En eso se ha convertido la felicidad. Aún acatamos la obsesión de no bajar la guardia... La patria; la patria, Herr Castorp, siempre fue para mí 41 un salón con dos sillones triunfales, asomados al sol y a las sombras; medio tonel de madera luciendo una lustrosa begonia gigante; un cuaderno donde el grafito descubría mágicas formas sobre un papel de seda y yo, maravillado, pensé aquella noche que esas siluetas eran lo que los mayores llamaban vida y hombres. Y al crecer, como usted, me di de bruces con las antorchas, las banderas, el espejo negro de las botas, los cristales rotos, las teas insolentes, y las puntas de los dedos que señalan a nuestras almas como a algo peligroso, debilidad que no merece el aire de la patria. Tal vez no nos dimos cuenta de que siempre quedamos atrapados en un callejón sin salida, y sin salida sería aquella línea que por encima del muro suponíamos horizonte. (Madrid, 18 de enero de 2004.) © 2004 David Lago González Etiquetas de Technorati: David Lago-González,Última estancia en Davos


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