LO QUE NUNCA FUE NADA, poema de Yerandy Pérez
LO QUE NUNCA FUE NADA
Estoy absolutamente solo.
Creo que he sido el último que me ha abandonado.
Soy la sombra de un ratón que da vueltas en su rueda.
No tengo siquiera una rueda.
Soy un ratón dando vueltas en una rueda prestada.
Soy un ratón de laboratorio: escaldado, electrocutado, trepanado.
Lo único que quiero es ver una película,
se llama Los amantes del círculo polar,
¿moriré esperando la casualidad de mi vida?
Hasta mi jaula llegan, el llanto de los niños, el olor de la comida,
los cuentos de viajes, la luz,
pero no llegan las caricias, ni el alimento, ni el calor del Sol.
Solo pinchazos, semillas transgénicas de girasoles negros,
fríos glaciares, calores volcánicos.
Quien me escribe no quiere finalizar mi historia
el folletín resulta más lucrativo,
es un hábil maestro del monólogo.
Soy un personaje de Perrault:
bajo la escritura sencilla y diáfana se dilatan las pupilas de los niños
y abren, tontamente, sus monstruosas bocas desdentadas.
Quien me escribe insiste en el dolor;
nunca es suficiente el dolor de un ratón escrito.
Padezco un dolor fractal, ¿saben qué es eso?
es un dolor geométricamente perfecto, infinito
como una hoja de helecho digital.
A tres centímetros de mí pasan presurosos ratones gordos
ratones con su queso y su pan, ratones sucios, con pulgas,
ratones sarnosos y felices.
Pero yo estoy absolutamente solo
porque soy un ratón de laboratorio, esencial para este Hombre
que me describe en sus cuadernos color mostaza.
Mi última voluntad es ver una película, se llama Los amantes del círculo polar:
¡moriré esperando la casualidad de mi vida!
nada dura para siempre, ni los perfectos dolores fractales.
Me levantarán por la cola, con asco del que bien sirvió,
y me tirarán por el desagüe.
Lo único que no quiero es que sientan lástima
porque un ratón es algo tan insignificante que a veces no se descompone
se deseca al sol, y un golpe de viento un día
acaba por convertir en polvo
lo que nunca fue nada.
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