El «Período Especial»: cuando en la Cuba de Castro se comían gatos y bebía agua con azúcar

El «Período Especial»: cuando en la Cuba de Castro se comían gatos y bebía agua con azúcar
por Jorge Enrique Rodríguez
Tras la desaparición de la Unión Soviética, los drásticos recortes del Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME) provocaron en Cuba una profunda crisis económica y financiera. Crisis que el fallecido dictador Fidel Castro nombraría, con ese eufemismo que ha caracterizado a la retórica política del régimen, «Período Especial en Tiempos de Paz».
Para el Buró Político del Partido Comunista, el «Período Especial» de la década de los 90 del pasado siglo era una «visión estratégica de la Revolución, el Partido y el Estado cubano en la cual se crearon las reservas imprescindibles para afrontar diferentes contingencias». La no conclusión de los programas inversionistas, el desvío o subutilización de recursos del Estado destinados a obras económicas y sociales, la imposibilidad de concluir el período de «rectificación de errores y tendencias negativas», los pobres resultados en determinados indicadores económicos vinculados a la agricultura, industria, producción nacional, el comercio interior y de exportación fueron los primeros síntomas de una crisis económica y financiera. Esos mismos síntomas que se perciben en el actual panorama que atraviesa la isla.
Escasez total de alimentos, desabastecimiento de medicamentos, racionamiento de todos los productos -desde calzados, ropas y artículos de aseo-, reducción de jornadas laborales en sectores industriales, recortes de energía eléctrica que llegaron a durar entre 8 y 16 horas diarias, y recortes en los servicios de transporte, marcaron la cotidianeidad de los cubanos.

Bicicletas para moverse

Ante la imposibilidad de garantizar un servicio regular en el transporte público, el régimen implementaría ladistribución de bicicletas como solución para la movilidad ciudadana. La bicicleta se convertiría en uno de los bienes más preciados para la familia cubana, y en el valor de uso más elevado en los trueques después de los alimentos.
Las más dramáticas y pintorescas disyuntivas para garantizar la dieta alimenticia básica y diaria se sucedieron hasta alcanzar niveles impensables: desde picadillos de cáscaras de plátanos hasta bistec de toronja. En la mayoría de los hogares cubanos, en ausencia de leche hubo que recurrir al agua con azúcar y la mitad de un pan de 80 gramos para el desayuno de niños y ancianos, los sectores más vulnerables.
Durante ese período, el régimen autorizaría a los ciudadanos a utilizar las áreas comunes para crear huertos de cultivo varios para el autoabastecimiento, y la crianza de animales -como cerdos y gallinas- dentro de los propios hogares, lo que implicaba un riesgo enorme de propagación de enfermedades al menor descuido de la higiene.
Quizá el punto más trágico, en términos de alimentación, llegaría cuando no pocos cubanos decidieron cazar y alimentarse de gatos. Lo que un principio se había tomado como inimaginable, como un rumor, terminaría siendo práctica común a lo largo de la isla y en un acuerdo tácito entre la población, desesperada en llevar a la mesa algo de comida.
El consumo de bebidas alcohólicas -único producto que no sufrió la escasez y que sí fue garantizado por el régimen-, elevó los niveles de violencia intrafamiliar y social, provocando además uno de los índices más alto de divorcios y separación de familias.
Sería la década de los 90 la época más dramática en la emigración: decenas de miles de cubanos se lanzaron al mar en balsas artesanales para cruzar el estrecho de la Florida. Los «balseros» se convirtieron en un símbolo que en sí mismo denunciaba la grave situación en la que el régimen había sumido al pueblo. Quiérase o no, la crisis actual es imagen y semejanza del «Período Especial», con una sola excepción: que el jefe de Estado no lleva los apellidos Castro Ruz.

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