La niña de los duraznos
“Se me ocurre preguntar cómo es posible escribir tanto sin decir “dolor”, “vida”, o “angustia”. Aborrezco esa estúpida deshumanización. Ese actuar sin raíz. Ese horroroso desprendimiento de lo más vital e importante.
…casi lloro porque sentí que también yo había entrado en el engranaje absurdo del trabajo y de los papeles y que me habían robado mi tiempo. Porque después de todo mi tiempo es mío y yo debiera ser dueña de gastarlo y malgastarlo según mis ganas. Quiero decir: me pasé la mañana buscando papeles justificativos para que me dejen robarme el tiempo en paz. La verdad: trabajar para vivir es más idiota aún que vivir. Me pregunto quién inventó la expresión “ganarse la vida” como sinónimo de “trabajar”. En dónde está ese idiota.
…Me duele funestamente el corazón. Tanta soledad tanto deseo. Y la familia rondándome, pesándome con su horrible carga de problemas cotidianos. Pero no los veo. Es como si no existieran. Siento, cuando se me acercan, una aproximación de sombras fastidiosas. En verdad, casi todos los seres me fastidian. Quiero llorar. Lo hago. Lloro porque no hay seres mágicos. Mi ser no tiembla ante ningún nombre ni ninguna mirada. Todo es posible y sin sentido.
Ni siquiera ganas de suicidarse sino de dormir y nunca más despertar."
Alejandra Pizarnik
“La niña de los duraznos”, realizada en 1887 por Valentín Serov, precursor del Impresionismo ruso, considerado como uno de los mejores retratistas de su época. Serov estudió en la Academia de Bellas Artes Imperiales de San Petersburgo. Fue miembro del movimiento Mir Iskusstva (“Mundo del arte”). Fue alumno de la Escuela de Moscú de Pintura, Escultura y Arquitectura, en la que también fue profesor en 1897.
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