Encomio de la imagen: FUEGO GRIEGO
Encomio de la imagen: FUEGO GRIEGO: En nombre del Dios misericordioso, Harún al-Rashid, jefe de los...
En nombre del Dios misericordioso, Harún al-Rashid, jefe de los fieles, a Nicéforo, perro romano: He recibido tu carta, hijo de infiel, y no escucharás mi réplica, sino que la verás.
Qué incontestable sentencia… En tanto el ateísmo reinante en Occidente (pude decir en el mundo), que dejando al margen las células radicales, afecta a los deudos de los tres cultos con Libro: el judío, el cristiano y el islámico; en tanto, digo, ese ateísmo epidémico no cesa de prosperar en nuestras sociedades, como también lo hace la adicción enfermiza a la longevidad; los cuatro que todavía creen: un judío y tres musulmanes; esos que creen de verdad, más allá de la mera observancia de un ritual normado, y que por ello están dispuestos a morir en acto de fe; esos cuatro se han apropiado de nuestras vidas. El judío mártir y matón no atenta en Europa o América, pero sí que lo hacen sus homólogos musulmanes. El superjudío no ambiciona una teocracia fuera de su tierra prometida, pero los tres supermusulmanes quieren imponerla urbi et orbi, y a diario trabajan para ello.
A cuestas con el dichoso arte conceptual… ¿Es tan difícil entender y aceptar que quien quiera componer y expresar un discurso seudo-metafísico / ontológico / psicológico, o simplemente político, debía meterse a ensayista, orador, periodista o coach, pero nunca a creador artístico? Los patrulleros coránicos lo tienen fácil. Si se personan en museos y galerías de arte, encontrarán tela donde cortar. Porque la mayoría de los “artistas” occidentales contemporáneos andan discurseando en los predios de la fealdad y la complicación gratuita. Y como la virtud es ajena a su discurso, y el talento ajeno a su voluntad; el pecado aflorará sin remedio: Primero, contra la virtud misma. Segundo, contra la belleza. Tercero, contra cualquier sistema que pretenda codificarla. En esa baba discursiva que no se somete a ninguna ley de la simetría (por supuesto que no me refiero a la simetría especular, sino a la simetría en su sentido más amplio), que tampoco se somete a ninguna teoría del color, a ningún parámetro compositivo que responda y complazca al ojo humano; en esa bazofia visual, donde la ocurrencia, pretextando un supuesto trasfondo conceptual, dicta el asunto y la forma; pueden aparecer David, Jesús o Mahoma, lo mismo que Fulano, Mengano o Esperancejo; negociando el precio de una fajina de belladona. ¿Qué más da? Cuando a uno de estos iluminados se le ocurre algo, todo, menos lo hermoso, vale para contarlo. Contarlo, sí, de eso se trata; contarlo de la manera más rara y complicada posible. Ay, pecadores, pecadores… Repito, si no fuera por lo mucho que nos jugamos en la partida, alentaría a los patrulleros a perseguiros... Medid, por favor, vuestras propias aptitudes. Si queréis poner en solfa a los herederos de Nestorio y no sabéis pintar, escribid columnas de opinión o id a las tertulias televisivas.
¿Y cuánto durará esto? Sólo un cáncer terminal se ocupa de nosotros. Mientras se expande, sin embargo, mientras se acerca a su fase aguda, erróneamente nos creemos inmunes al catarro. Dadas las circunstancias, el trance puede alargarse, alargarse… ¿cuánto? El juego puede hacerse cansino. Pero no todos estamos dispuestos a apartar la mirada de la arena. Seremos molestados y molestaremos. Puede que perdamos. Casi seguro que al final perdamos. Pero la sola victoria verdadera es la que fuerza al enemigo a declararse vencido. (Claudiano). Y esa declaración; artistas y galeristas, políticos y periodistas; tendrá que ser unánime, o casi unánime, para que surta efecto. Amén las sábanas que deba tender la Saatchi sobre su mierda (quien anhela una máscara, no tiene más remedio que llevarla), en las pinacotecas de la resistencia habrá jaleo; y sobre las aguas del Bósforo, fuego griego.
En nombre del Dios misericordioso, Harún al-Rashid, jefe de los fieles, a Nicéforo, perro romano: He recibido tu carta, hijo de infiel, y no escucharás mi réplica, sino que la verás.
Siglo IX. Harún, califa iraní, responde
a Nicéforo, emperador bizantino.
A través de mi amiga Margarita García Alonso, que vive en Francia pero parece estar más atenta a la prensa española que yo (gracias, Marga), me llega una noticia publicada en el ABC sobre el repliegue (uno más) del arte occidental ante las exigencias (sí, exigencias) de los musulmanes radicales que viven entre nosotros, cuyo sensible aparato censor resulta más irritable que un grano con su pústula a punto en la entrepierna de un cojo… Estas criaturas temerosas de Dios, ya no sólo burlan nuestros fielatos, sino que además se arrogan el derecho de hacer valer “su gusto” en nuestras playas, nuestros cines, nuestras escuelas, nuestras galerías de arte… El titular rezaba: La galería Saatchi cubre dos obras de arte ante las quejas de los musulmanes por blasfemas.
Varias cosas me sorprenden (es un decir) en la noticia. La primera, como es lógico, el atrevimiento bravucón y malagradecido de la minoría islamista-islamista que medra en Europa; y cómo no, el hecho de que patrullen hasta en las exposiciones. Porque patrullan. ¿O acaso les interesa la deriva iconodula de los infieles, más allá de lo que en ella puedan encontrar de censurable? ¿Acaso visitan las galerías de arte europeas en busca de imágenes adorables, en busca de una belleza con a-de-ene papista? Esto, lo que les achaco a ellos. Pero también me sorprende (es un decir, insisto) la actitud del artista, que a las primeras de cambio decide someterse a los escrúpulos del cero coma cinco por ciento de su público. Y la postura de la Galería, claro, que después de un primer gesto para la galería (valga la redundancia), con discursillo liberto-expresivo incluido, decide “cubrir a su invitado” en la cobarde retirada. Y por último, aunque para nada me sorprenda, sigue causándome gran pena que la mayoría de los artistas contemporáneos continúen produciendo esas obras feas, prescindibles, tóxicas (si no nos jugáramos tanto, debíamos agradecer que las tapasen), y que los espacios de mayor pegada comercial los sigan programando. Todo esto: la grosera descortesía de la extrema minoría, la falta de coraje y entereza de quienes representan a la extrema mayoría, y la penosa deriva de muchos de sus artistas, consuena como un golpe de gong en mi sesera: ¡Decadencia!
Quienquiera que menosprecie su propia vida, se hará dueño siempre de la del prójimo.
Montaigne
Qué incontestable sentencia… En tanto el ateísmo reinante en Occidente (pude decir en el mundo), que dejando al margen las células radicales, afecta a los deudos de los tres cultos con Libro: el judío, el cristiano y el islámico; en tanto, digo, ese ateísmo epidémico no cesa de prosperar en nuestras sociedades, como también lo hace la adicción enfermiza a la longevidad; los cuatro que todavía creen: un judío y tres musulmanes; esos que creen de verdad, más allá de la mera observancia de un ritual normado, y que por ello están dispuestos a morir en acto de fe; esos cuatro se han apropiado de nuestras vidas. El judío mártir y matón no atenta en Europa o América, pero sí que lo hacen sus homólogos musulmanes. El superjudío no ambiciona una teocracia fuera de su tierra prometida, pero los tres supermusulmanes quieren imponerla urbi et orbi, y a diario trabajan para ello.
¿Qué podemos hacer nosotros, muertos vivientes que aspiramos a mantener tal estatus durante más de cien años, ciento veinte si es posible, sumergidos en un flácido taedium vitae; nosotros, incapaces ya de creer, de defendernos, de reproducirnos… frente a esos adolescentes dispuestos a entregar su púber existencia, o sea, a vivir con la intensidad que su Dios exige a quienes buscan una otra oportunidad de inextinguible vigor al margen de la Reina del Tiempo? Nosotros, que sabemos tanto, diosecillos engreídos que ya estamos redactando las capitulaciones para ceder ante la máquina creada para sucedernos; infieles, sí, incrédulos; ¿cómo vamos a defendernos de esa horda pujante y fidelísima? La primera vez que una serpiente ve una mangosta, siente que es un encuentro fatal para ella, dijo Michaux. Pues claro. La hemos visto. Percibimos la fatalidad del lance. Pero a diferencia de la serpiente, no nos defendemos con ganas… ¿Ah, resulta que en nuestra casa hemos producido y expuesto alguna escoria discursiva que os molesta?… Perdón, perdón, la retiramos enseguida. Total, si tampoco creíamos en ella. ¿Qué más da una lámina más o menos en esa logia dada al pasquín mitinero? ¿Para qué tratar como arte lo que está lejos de serlo, si ello puede mermar nuestra esperanza de “vida”? Un pedestal puede ser una cosa irreal; la picota, en cambio, es una realidad terrible. (O. Wilde). Ay, ay, Saatchi, ¿habrías podido tú, jerarca de la escombrera, negar la sábana vergonzante a esas impúdicas escenas? ¿Escenas?
El arte que depende de la moral, del placer o de la filosofía, será filosofía, placer o moral,
pero no arte.
Croce
A cuestas con el dichoso arte conceptual… ¿Es tan difícil entender y aceptar que quien quiera componer y expresar un discurso seudo-metafísico / ontológico / psicológico, o simplemente político, debía meterse a ensayista, orador, periodista o coach, pero nunca a creador artístico? Los patrulleros coránicos lo tienen fácil. Si se personan en museos y galerías de arte, encontrarán tela donde cortar. Porque la mayoría de los “artistas” occidentales contemporáneos andan discurseando en los predios de la fealdad y la complicación gratuita. Y como la virtud es ajena a su discurso, y el talento ajeno a su voluntad; el pecado aflorará sin remedio: Primero, contra la virtud misma. Segundo, contra la belleza. Tercero, contra cualquier sistema que pretenda codificarla. En esa baba discursiva que no se somete a ninguna ley de la simetría (por supuesto que no me refiero a la simetría especular, sino a la simetría en su sentido más amplio), que tampoco se somete a ninguna teoría del color, a ningún parámetro compositivo que responda y complazca al ojo humano; en esa bazofia visual, donde la ocurrencia, pretextando un supuesto trasfondo conceptual, dicta el asunto y la forma; pueden aparecer David, Jesús o Mahoma, lo mismo que Fulano, Mengano o Esperancejo; negociando el precio de una fajina de belladona. ¿Qué más da? Cuando a uno de estos iluminados se le ocurre algo, todo, menos lo hermoso, vale para contarlo. Contarlo, sí, de eso se trata; contarlo de la manera más rara y complicada posible. Ay, pecadores, pecadores… Repito, si no fuera por lo mucho que nos jugamos en la partida, alentaría a los patrulleros a perseguiros... Medid, por favor, vuestras propias aptitudes. Si queréis poner en solfa a los herederos de Nestorio y no sabéis pintar, escribid columnas de opinión o id a las tertulias televisivas.
Las enfermedades [comunes] no se interesan por quienes tienen ganas de morir.
Lawrence Durrell
¿Y cuánto durará esto? Sólo un cáncer terminal se ocupa de nosotros. Mientras se expande, sin embargo, mientras se acerca a su fase aguda, erróneamente nos creemos inmunes al catarro. Dadas las circunstancias, el trance puede alargarse, alargarse… ¿cuánto? El juego puede hacerse cansino. Pero no todos estamos dispuestos a apartar la mirada de la arena. Seremos molestados y molestaremos. Puede que perdamos. Casi seguro que al final perdamos. Pero la sola victoria verdadera es la que fuerza al enemigo a declararse vencido. (Claudiano). Y esa declaración; artistas y galeristas, políticos y periodistas; tendrá que ser unánime, o casi unánime, para que surta efecto. Amén las sábanas que deba tender la Saatchi sobre su mierda (quien anhela una máscara, no tiene más remedio que llevarla), en las pinacotecas de la resistencia habrá jaleo; y sobre las aguas del Bósforo, fuego griego.
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