El absurdo
“Sketch of a man with bat’s wings.” Dan Beard’s animal book and camp-fire stories. 1910.
No entro mucho a Facebook, ya lo he dicho otras veces: la lentitud me quita el ánimo. A veces ni siquiera puedo leer completamente un post porque lleva mucho tiempo tratar de abrirlo. Y si marcas Me gusta, prepárate... Pero insisto en hablar de un desorden bastante preocupante que gravita sobre la población menos joven del país. Los medicamentos indicados como indispensables (en el tarjetón), esos que se supone no le falten al paciente porque debe consumirlos cada día, no siempre llegan a tiempo a las farmacias y el plazo para comprarlos es solo un mes. Puedes pasarte 31 días persiguiéndolos (algo tan absurdo como que, quizás el posible infarto que debes prevenir con tu pastillita de enalapril, te lo provoque la persecución de lo perseguido). Si los medicamentos “entran” el día primero del mes siguiente (y a pesar de la insistencia no pudiste comprar el del mes anterior), sencillamente no puedes adquirirlos, con suerte te llevarás los del mes en curso. Venció tu plazo, olvídalo, tu indicación médica será historia antigua para ese mes, no te lo venderán aunque hayas estado visitando la farmacia cada día. Los dependientes explican que es una disposición ministerial, argumentan que no te hace falta comprar lo que no podrás consumir en pasado. Incluso, cuando preguntas qué hacer, algunos dependientes son muy francos y te dicen que la gente logra “conseguirlos”. Y bien, no se puede consumir el medicamento en pasado, pero ¿qué tal si al menos te venden los del pasado, previendo que el futuro está comportándose de manera azarosa durante todo el año? Esto no me lo ha contado nadie, es historia vivida, puro testimonio personal. Te puedes convertir por fuerza en un personaje aborrecible para dependientes y hasta para ti misma (la viejita que va a la farmacia y exige; la que llama puntualmente y pierde el tiempo porque los teléfonos fijos son artefactos en desuso para una farmacia del siglo veintiuno. OJO: es muy difícil que atiendan el teléfono fijo, el celular sí, ¡y que nadie se queje aunque haya cola buena, complicada y larga! La llamada de un celular es una emergencia, la del teléfono fijo carece de importancia). Todo no queda ahí. Tenemos el famoso desvío. Un método “pensado” para facilitar que, cuando en esa farmacia donde estás inscrito ya no hay lo que necesitas, o no “entró” como se esperaba, el dependiente haga una llamada (generalmente dicen que no tienen tiempo para eso, que hay poco personal, pero si la viejita insiste en hacer valer el derecho, y dice en voz alta que el teléfono está ahí por algo…), entonces se comunican con una farmacia, aunque no sea la más cercana (recordar que el teléfono=artefacto en desuso, o sea se trata de que alguien conteste porque tuvo esa noble inspiración, no porque lo considere un deber), notifican el “desvío” y, así, el medicamento se puede adquirir en esa otra farmacia a la que debes ir quién sabe cómo ese mismo día, no otro. Cuando llegas, ¡oh, sorpresa!, solo podrás comprar el diez por ciento de lo que te indicó el médico que necesitas para un mes. Es decir, donde dice en tu tarjetón que debes consumir 90 pastillas de enalapril al mes, por ejemplo, solo te venderán lo más cercano a la cifra que corresponda al diez por ciento (cada blíster trae una cantidad par). Y no podrás recuperar el por ciento restante ni aunque al día siguiente el medicamento “entre” a tu farmacia. Otro tema es: ¿qué hacer si el paciente estará un mes fuera de la ciudad y necesita los medicamentos que consumirá en ese tiempo?
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