Lo que es más difícil de limpiar son los malos sentimientos
Martin Creed: "Entiendo que haya gente a la que mi trabajo le parezca una mierda. A lo mejor incluso es una mierda"
Martin Creed ha entendido esta época, lo que importa es que piensen que tienes buenos sentimientos... quién comente en contra de una obra, autor, figura iluminada por el vacío propio de "estar de acuerdo con la corriente a la moda" es un fascista, un odiador que merece ser eliminado de los cinco minutos de gloria del arte actual, en definitiva, el tapiz se extiende para el que no ponga chichis en vender conceptos basura sin el menor escrúpulo.
Si tienes esa condición, tienes promo, muchos amigos y la gloria asegurada, lo de siempre, lo que antes se llamaba caradura. A ti seguramente te parezca una mierda también....pero apaga la luz.
Martin Creed ha entendido esta época, lo que importa es que piensen que tienes buenos sentimientos... quién comente en contra de una obra, autor, figura iluminada por el vacío propio de "estar de acuerdo con la corriente a la moda" es un fascista, un odiador que merece ser eliminado de los cinco minutos de gloria del arte actual, en definitiva, el tapiz se extiende para el que no ponga chichis en vender conceptos basura sin el menor escrúpulo.
Si tienes esa condición, tienes promo, muchos amigos y la gloria asegurada, lo de siempre, lo que antes se llamaba caradura. A ti seguramente te parezca una mierda también....pero apaga la luz.
Martin Creed: "Entiendo que haya gente a la que mi trabajo le parezca una mierda. A lo mejor incluso es una mierda"
En una sala diáfana de una de las galerías más prestigiosas del mundo, una luz se enciende y se apaga cada 5 segundos. La crítica especializada habla de "arrojo y valentía" mientras la instalación es objeto de burla e incluso de ataques, cuando un sujeto le arroja media docena de huevos por "pervertir el verdadero arte". Para el jurado del Premio Turner, el más valioso del arte británico y que entrega el Tate, la revelación iluminadora no solo es "brillante" por su carácter polarizador, si no que además es merecedora del galardón por su "audacia y sensibilidad".
Han llovido más de 18 años desde que Martin Creed (Reino Unido, 1968) iniciara su pequeña revolución minimalista con aquel 227: Las luces se encienden y se apagan. Después de colaborar con los Franz Ferdinand y participar en la gala inaugural de los Juegos Olímpicos de 2012, el artista británico llega al Centro Botín de Santander con Amigos, una exposición consagrada a sus performances expresionistas. "El título de la muestra hace alusión a ese carácter de acercamiento al arte que quiere hacer público Martin (Creed) y a la confianza y cercanía con las que se expresa", explicó el comisario de la muestra y director artístico de la institución,Benjamin Weil.
El protagonista, que luce una guitarra creada ex profeso, tres sombreros y tres gafas de sol puestas a la vez, su vestimenta habitual, lo resume respondiendo a sus críticos: "Entiendo perfectamente que haya gente a la que mi trabajo le parezca una mierda. A lo mejor incluso es una mierda", confiesa. Superado el estupor escatológico, continúa: "Lidiar con la mierda es fácil, porque la puedes limpiar. Lo que es más difícil de limpiar son los malos sentimientos y eso es lo que intento con mi arte, hacer feliz a la gente".
Así es como se entienden las instalaciones vivientes del británico, que antes de la inauguración reunió a todos los empleados del centro para "decorar" sus uniformes salpicándolos con pintura acrílica gracias a 164 botes de 82 tonos diferentes. O también la situación privilegiada de dos pequeños altavoces en el ascensor de la galería que replican síes ascendentes y noes descendentes, como si se tratara de una pequeña ópera de monosílabos irónicos. Su clímax, más tradicional pero igual de vitalista, tiene como escenario toda la segunda planta del Centro Botín: un cuarteto mixto ejecutará una pieza de nuevo acuño en directo, desde el horario de apertura, durante todo el período expositivo, que llega hasta el 9 de junio. Tomando turnos, los músicos se irán desplazando por la sala de forma casi humorística, en un recorrido elegido por el artista.
La libertad del autor, más allá de su producción artística provocadora, estaba asegurada en el Botín, según explicó en rueda de prensa: "Cuando llego a una galería, lo primero que hago es tirar todas las paredes posibles, pero aquí eso ya estaba hecho. Todo es luz, todo son ventanas. No me gustan las galerías que encierran el arte y lo convierten en algo rígido". Entendida como el experimento que Creed quiere asegurarse en cada muestra, Amigos es el último show de una larga carrera que le ha llevado también a hacer sonar a la vez todas las campanas de Londres y componer para las sinfónicas de Hiroshima y Birmingham.
Creed, que se disculpa por no hablar español porque "bastante difícil es ya el inglés", toma en la nueva exposición una pared entera del edificio de Renzo Piano y la llena de la palabra "refugiados". Hijo de la escuela contracultural nacida en los albores de la administración Thatcher, cree que "crisis como la del Brexit acaban siendo buenas para la creatividad", porque "nos impulsan a rebelarnos".
Preguntado por la posible reacción del visitante, el artista se coloca las tres gafas antes de responder: "Quiero que todo el mundo se sienta libre y en contacto con el arte. No sé si podré hacerles sentir que mis obras son bellas, pero lo intentaré". La belleza, esa "esencia esquiva" que busca desde los ochenta numerando sus obras antes de crearlas, es objeto de reflexión por parte de Creed antes de interpretar una última pieza musical: "No sé definir qué es. Tampoco sé cómo se logra. De lo que sí estoy seguro es de que la belleza en el arte es una casualidad, un accidente".
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