dibujemos una cruz en nuestra puerta
Emil Nolde
LA PESTE
Icemos una bandera negra sobre los países
y dibujemos una cruz en nuestra puerta,
pues una gran peste asola la tierra.
Ha recorrido la árida tierra de África
sobre pies amarilleados por la fiebre.
Ha desfilado por las calles de Berlín
al compás de tambores y música de viento.
En los conventos de España ha contado como los ancianos
el deslizante rosario de las ametralladoras,
y en las afueras de Madrid escondió su terrible rostro
en una máscara de gas último modelo.
Ha echado sobre sus apestosas heridas la capa del dictador
y ha cubierto su vientre hinchado con una casulla roja de obispo.
Un día la nombraron catedrático en Jena.
Y ella habló con una boca picuda y astuta detrás de sus libros.
En Shangai ahorcó a trescientos culíes que pedían pan
y cuando tuvo la oportunidad de arrancarle las uñas
a un viejo judío, se partió de risa.
Ha mirado a los seres humanos con ojos sanguinolentos
golpeándoles la ceguera, para que ya no cultiven cereales en la tierra.
sino granadas en las fábricas
para que ya no construyan ciudades alzadas hacia el cielo,
sino que las quemen
para que ya no saluden a su hermano
sino que lo maten.
Icemos una bandera negra sobre los países
y dibujemos una cruz en nuestra puerta
a causa de la gran peste.
Inger Hagerup
LA PESTE
Icemos una bandera negra sobre los países
y dibujemos una cruz en nuestra puerta,
pues una gran peste asola la tierra.
Ha recorrido la árida tierra de África
sobre pies amarilleados por la fiebre.
Ha desfilado por las calles de Berlín
al compás de tambores y música de viento.
En los conventos de España ha contado como los ancianos
el deslizante rosario de las ametralladoras,
y en las afueras de Madrid escondió su terrible rostro
en una máscara de gas último modelo.
Ha echado sobre sus apestosas heridas la capa del dictador
y ha cubierto su vientre hinchado con una casulla roja de obispo.
Un día la nombraron catedrático en Jena.
Y ella habló con una boca picuda y astuta detrás de sus libros.
En Shangai ahorcó a trescientos culíes que pedían pan
y cuando tuvo la oportunidad de arrancarle las uñas
a un viejo judío, se partió de risa.
Ha mirado a los seres humanos con ojos sanguinolentos
golpeándoles la ceguera, para que ya no cultiven cereales en la tierra.
sino granadas en las fábricas
para que ya no construyan ciudades alzadas hacia el cielo,
sino que las quemen
para que ya no saluden a su hermano
sino que lo maten.
Icemos una bandera negra sobre los países
y dibujemos una cruz en nuestra puerta
a causa de la gran peste.
Inger Hagerup
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