A mí déjeme en paz

RENÉ MAGRITTE Prince Charming [1948]

De manera que en el soliviantado mundo actual la gente se pasa la vida acusando al individuo más justo, apacible y benéfico de pertenecer a una raza, un sexo, un país, una religión o una clase social determinados y con mala fama. El triunfo del “pecado original” es tan mayúscu­lo, en contra de lo razonable, que hoy no es raro oír o leer: “Ante tal o cual situación, se nos debería caer a todos la cara de vergüenza”. Cada vez que me encuentro esta fórmula, me dan ganas de espetarle al imbécil virtuoso que nos quiere incluir en su saco: “A mí déjeme en paz y no me culpe de lo que no he hecho ni propiciado. Hable usted por sí mismo, y haga el favor de no mezclarme en sus ridículas vergüenzas hereditarias”. 

Ampliación infinita del pecado original


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