Luisa Valero Valero aniversario
hoy mi abuelita hubiese cumplido años.
Los cedros
A mi abuelita Luisa.
I
Pilares de
sombra en medio de la nada
quebrados
en la noche, de un gris empercudido
por el
cuero quemado, el hueso machacado
sin el
resplandor de sus ojos de aldaba.
En las
mañanas habitaba la leche,
su mano
tejía mejor que Ariadna
los hilos
con que zurzo temores
muchos temores mi amor.
Mi letra
ha perdido sentido,
los
abuelos han muerto
en la
roída ciudad, en la isla lenta
sostenían
el techo.
II
Pilares de
sombras en medio de la nada,
abiertos a
la noche plomiza.
Sombra de
cedros de un gris opaco
huelen a
cuero quemado
rechistan cual
hueso roído por el fuego
que apalea
el hombre amarillo
del
servicio funerario.
La que fue
ojos azulísimos
en rostro
surcado de arar aceras
en busca
de pan, desenredaba
la turbia incertidumbre
en mi cabeza
incertidumbre
al despertar,
desespero,
maldita furia
contra el
trapo que cae de mi hombro
a los
zapatos, maltrecho
como si
hubiese sido confeccionado
por costurera
en pena de sexo.
Abuela
batallaba el tizne, la gotera,
la
marejada de este excesivo
tiempo sin
tocarnos.
Este
infinito tiempo de despedida,
me deja
con abuelos muertos
sin manto
de estrellas,
sin festín
sin tabla,
sin navidad,
sin uvas
uña que descarna
la sombra
de fantasmas,
pilares de
sombras,
cedros en
el Mar de Nada,
hilos
extendidos, hilos de nubes,
hilos de
baba, hilos de meada
que se
deshace y me obliga
a regresar
a casa sin ventanas,
sin puertas
ni mecedoras
bajo el
triste bombillo de 40 watts.
Ha terminado
la última batalla,
bajo
bandera han partido
los
peladores de naranjas.
Con el pie
tieso
transpiro
rústicos lamentos,
no queda
absolutamente nada
donde anidaban.
Ha muerto Luisa Valero Valero. 2011
Ha muerto mi abuelita Luisa Valero Valero . Ha muerto mi universo, la infancia, su voz y gestos para detenerme al bordo de la cama, para que no saltara a los vacíos. Ha muerto en el Km 101, en la colina donde tejía manteles, vestidos, pañuelos y las olas de la bahía de Matanzas. Quizás tejiera también las nubes, mis pestañas y todas las palabras que he pronunciado, impregnadas de los genes caprichosos, cabezones de mi natura. Se fue dormida, soñando con Gerardo Sabas quien repartía leche en un carromato por la ciudad, y le esperaba con un ramo de romerillos. Ella no faltó jamás a la cola del pan, consoló y alimentó hasta el ùltimo. Las mujeres de casa son la familia. Ella no vio mis cuadros, no leyò mis poemas, yo no la ayudé, ni le dije adiós.
A muerto la dueña de los calderos, la que espantaba el tizne con sus ojos azules; ha muerto Luisa Valero Valero , noble dama, la reina abuela, abeja de mi miel.
Estamos desconsoladas, mi hijta Laura y yo.
Fue ayer, miércoles 2 de noviembre 2011, a las ocho de la mañana; la enterraron a las tres.
Yo pisaré Matanzas nuevamente, sin ningún Santiago enloquecido y comeré helado ácido bajo limoneros de flores pequenísimas.
Fragancia de limonero, flores solitarias, florecitas agrupadas en pequeños racimos, capullo púrpura, botón hermafrodita, cinco sépalos cóncavos, cinco pétalos blancos, cáliz verde con estambres amarillos, durante todo el año, en cada uno la ausencia. Yo morderé corteza de limón y aliviaré el llanto.
William John Leech. (1881 - 1968) A Convent Garden, Brittany
Los frascos de esencia de
Luisa Valero
I
Si hubiese
encontrado un novio decente
no estaría
llorando a mi abuela
que viene
de morir sabiéndome sola
en el
pueblo donde llueve la noche
y cae la
hora en la mesa
que parece
un pino de navidad,
con
colillas a medio arder,
carnes
asadas, queso y vino
que no han
de comer
los que
han quedado atolondrados
con mi
prematura muerte.
Se fue la muchacha
con los cuervos
al raro
invierno de Europa,
nieva
fango creyendo que existe
la mesa
vacía en la que madre aliña
con limón
del patio,
aunque
tiene en perspectiva
convertir
al limonero en leña de fogón.
Si hubiese
encontrado un novio elegante,
medianamente
honrado, que ganase la vida
y me
hiciese madre
de ocho nueve,
doce infantes,
no estaría
recogiendo
la
cristalería hiriente de la abuela
que
agoniza en el vientre de mi hija y
en mi
tripa maloliente de abandonada
al maldito
ultraje de la soledad.
II
Tú deseabas
bacará y yo bebía
cerveza en
lata en un parque madrileño
con un
adolescente de lengua de látigo.
Maté
embarazos queriendo
importunar
lo menos posible,
caía la
inocencia como una piedra,
caía la
adolescencia como un vaso
de repisa
sin fijación y volvía a casa
más
destripada que un pantalón
con el
bajo y la entrepierna manchadas
del zumo
agrio de los bancos del parque.
Tal vez lo
que no dices ilumina
y quema al
mismo tiempo
el gesto
acabó
enredado
en el hilo
que corté
cuando necesitaba
hablarte.
abuela mía,
he sido
espía de desvelos
ahora has
muerto
y saltan
las vigas,
a ciegas
emprendo camino,
guiada por
el bramido
de las
cosas que quedan
después de
los entierros.
y que le den por el culo a traidores y mercenarios. y dirán, pero por qué la margarita dice malas palabras, se muerde los labios y de tiempo en tiempo perturba? EN REALIDAD SIEMPRE lo hace como si tuviese algo podrido forma lio, por qué? RESPUESTA simple como un limon, porque no me han querido, pero para nada, ni poetas, ni literarios, ni los que dirigen este negocio en MATANZAS, e incluye a otros "idos" , "pasados" "impuestos" en la ciudad con pegatinas atrae mierda del SAN juan, del YUMURI, del CANIMAR, CUALQUIER MIERDA cerebro que invalida. y PUNTO y aparte, a llorar a maternidad, la de antes, la que estaba en VERSALLES.
Amor patrio
Yo no dejo el San Juan por el Henares
ni un solar de mi Cuba por España,
ni por su pera nuestra dulce caña
ni por montes de olivos mis palmares.
Goce el ibero allá sus olivares
que el áureo Tajo con sus ondas baña,
que a mí en Cuba me basta un cabaña
donde pueda entonar dulces cantares.
Nunca el Pan trocaré por el Moncayo,
y ni el modesto túmulo de Hatuey
por la frígida tumba de Pelayo;
y puesto que he nacido siboney,
quiero encontrar mi tumba en el Yucayo,
a la sombra apacible de un mamey...!
JOSE JACINTO MILANES
“¡Tórtola mía! Sin estar presa
hecha a mi cama y hecha a mi mesa,
a un beso ahora y otro después,
¿por qué te has ido? ¿Qué fuga es ésa,
cimarronzuela de rojos pies?
¿Ver hojas verdes sólo te incita?
¿El fresco arroyo tu pico invita?
¿Te llama el aire que susurró?
¡Ay de mi tórtola, mi tortolita,
que al monte ha ido y allá quedó!
Oye mi ruego, que el miedo exhala.
¿De qué te sirve batir el ala,
si te amenazan con muerte igual
la astuta liga, la ardiente bala,
y el cauto jubo del manigual?
Pero ¡ay! Tu fuga ya me acredita
que ansías ser libre, pasión bendita
que aunque la llore la apruebo yo.
¡Ay de mi tórtola, mi tortolita,
que al monte ha ido y allá quedó!
Si ya no vuelves, ¿a quién confío
mi amor oculto, mi desvarío,
mis ilusiones que vierten miel,
cuando me quede mirando al río,
y a la alta luna que brilla en él?
Inconsolable, triste y marchita,
me iré muriendo, pues en mi cuita
mi confidenta me abandonó.
¡Ay de mi tórtola, mi tortolita,
que al monte ha ido y allá quedó!
JOSE JACINTO MILANES
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