Falleció Carilda Oliver Labra
En la madrugada de este miércoles falleció a los 96 años, la destacada poetisa cubana Carilda Oliver Labra, llamada la novia de Matanzas...
Un corazón que nubla sus señales,
una mirada azul velando rosas,
un pie para morir, y muchas cosas
tranquilas en amor, elementales.
una mirada azul velando rosas,
un pie para morir, y muchas cosas
tranquilas en amor, elementales.
Madre mía que estás en una carta
I
Madre mía que estás en una carta y en un regaño antiguo que no encuentro, quédate para siempre aquí en el centro de la rosa total que no se aparta. Madre mía que estás tan lejos, harta de la nieve y la bruma, espera, que entro a ponerte a vivir con el sol dentro, madre mía que estás en una carta. Puedes darle al misterio tu infinita amistad con las sombras hechiceras; puedes ser una piedra que se quita o borrarme ahora mismo las ojeras; pero, madre, recuerda nuestra cita: ¡no te atrevas a todo, no te mueras! II Trato de hallar aquella luz que apenas canta en el vientre necesario donde nací a la vida, pero pareces sólo un eco que brota de la tierra cuando llueve. Registro los anones, las vidrieras, el delantal que no olvidó tu música, y nada encuentro sino un miedo a que te vuelvas de ceniza. Pregunto por tus ojos —amanecían más que el mismo cielo—; invento tus arrugas —pues sí que son estalactitas de mucho que las quiso el tiempo. Sólo es verdad que te perdiste y sigo buscando por rincones y que hasta en los cadáveres espío. Yo te dije que no, pero era Cuba. Me estabas invitando a tanta nieve sin saberlo. ¿Qué hubiera hecho sin el sol, mamá juiciosa entre frituras cocinando siempre? Si a mí esas uvas no me dicen hija y en cambio quedo lela ante las palmas, me da suerte la aurora con su repunte de sinsontes... Mamá, vuelve con el terral, entra en el tiempo, aprovecha el milagro de la tarde; te cogerá la mano zurcidora aquel olor a piña, has de encontrar en tu zaguán la areca que se secó de echarle lágrimas. Mamá, no pelearemos, me pondré los vestidos de la infancia que tú quieras, barreré tu corazón todos los días. Aún respeto el lugar en donde reposabas los cubiertos, el almanaque del sesenta y cinco que en la pared hace una mueca de ternura. No sé cómo decirte que el comején ya terminó tu cama y que el espejo, de no verte nunca, se ha puesto ciego y no le asusta ni el relámpago. Mamá, los balancines de aquella linda mecedora tuya le han dicho sí a la muerte. Pero yo te he cuidado esas agujas con que hacías enredos de colores, el perfume que alzaste en las cazuelas y aquel dedal tan único, aquel dedal de plata donde cabían los sueños de tu esposo. Ay, no te digo viuda porque papá está aquí guardado entre los libros. ¡Qué broma tan radiante cuando salga! Ahora sigo siendo libre, y como siempre pobre, enferma, atolondrada. Mamá, te compraré otro piano. Si cuando llegues falta el queso, la almendra falta, te haré algún caldo fabuloso con el amor y con su cáscara. Y nos iremos a encontrar sorpresas: te enseñaré unos eucaliptos inmortales, el pueblo que aromó su peripecia; y tú, devuelta al tomeguín, te harás un solo nudo con mi tierra como una madre que abrazó a otra madre. De: Las sílabas del tiempo |
Cuento
Yo era débil,
rubia, poetisa, bien casada.
Tenía deudas
y una salud de panetela blanca.
Hicimos una casa pobremente,
muchas ventanas:
para enseñar nuestros besos a las nubes,
para que el sol entrara.
La casa era tan bella
que tú nunca dormías.
Ya no eras abogado ni poliomielítico
ni nada.
Nunca dije:
¿cuándo vas a poner esa demanda?
porque yo tampoco
cocinaba.
Fueron días
como no quedan otros en las ramas.
Yo me empeñaba en sembrar algo en el patio:
tus gatos lo orinaban,
pero era tan feliz que no podía
decir malas palabras.
Ay, una tarde...
( Septiembre tomó parte en la desgracia ),
Ay, una tarde
( Dios estaría sacando crucigramas );
ay, una tarde
pusiste tantas piedras en mi saya
que desde entonces
ando inventándome la cara.
El cuchillo
tenía la forma de tu alma;
yo quería ser otra, hablar de las estrellas...
( sobraron noche y cama ).
Yo me empeñaba en sembrar algo en tu pecho:
tus gatos lo orinaban,
y era tan infeliz que no podía
decir buenas palabras.
Tarde en otoño.
Miré las sábanas amargas,
el jarro de la leche,
las cortinas,
y el crepúsculo me convirtió en su mancha.
( Yo era un clavel podrido de repente,
un canario botado ).
Con empujones que lo gris me daba,
entre temblores,
volví a la falda
de mi madre.
Pasaron tantas cosas
mientras yo me bebía la soledad a cucharadas...
Un viernes
-un viernes en que tu olvido me enterraba-
llegué a la esquina
deja casa.
Estaba allí como una tumba diferente,
se veía otra luz por las ventanas.
Tuve miedo de odiar...
(Ya era hasta mala).
Pasaron tantas cosas;
el tiempo fue cosiendo mi mirada.
Ahora no pueden asustarme con los truenos
porque la luz me alza.
Ahora no pueden confundirme con un libro.
Soy la palabra recobrada.
¡Ríanse,
agujas que en mi carne se desmandan;
ríanse,
arañas que me tejen la mortaja;
ríanse,
que a mí, también, carajo, me da gracia!
Anoche
Anoche me acosté con un hombre y su sombra.
Las constelaciones nada saben del caso.
Sus besos eran balas que yo enseñé a volar.
Hubo un paro cardíaco.
El joven
nadaba como las olas.
Era tétrico,
suave,
me dio con un martillito en las articulaciones.
Vivimos ese rato de selva,
esa salud colérica
con que nos mata el hambre de otro cuerpo.
Anoche tuve un náufrago en la cama.
Me profanó el maldito.
Envuelto en dios y en sábana
nunca pidió permiso.
Todavía su rayo lasser me traspasa.
Hablábamos del cosmos y de iconografía,
pero todo vino abajo
cuando me dio el santo y seña.
Hoy encontré esa mancha en el lecho,
tan honda
que me puse a pensar gravemente:
la vida cabe en una gota.
Carilda Oliver Labra.
Última elegía
Yo podría decir que estoy de primavera
bajo un aire oloroso a luz definitiva,
y podría tapar la mirada bisiesta
que se me está cayendo afuera de la vida;
y ser de flor, de lluvia, de mariposa buena,
semejante a este cielo cuidado por la brisa,
a la ignorancia simple con que quiere una abuela,
o a la salud del alba, que es casi campesina...
Pero me estoy llorando el corazón que llevo
frente al hombre que tiene un poco de mi frío.
Ya no puedo dormir con párpados violentos:
él me espera despierto en la calle del vino.
Quizás debo acordarme de este color que tengo
y debo ser más tibia que un rincón de olvido.
Le diré blandamente con mi voz de febrero:
Enséñame una llama que se apague distinto.
Y estaremos las noches que le falten al tiempo
en el lugar humilde donde se acaba un trino;
él, con la frente inútil que le puso el invierno,
y yo, como un adiós sujeto en el vacío.
Carilda Oliver Labra.
CARILDA fue una dama, una hermosa persona, la conocí con tres o cuatro años y me impresionó mucho. Fui a la CALZADA de Tirry con Tony y LUIS Marimón, después iríamos siempre A MATAR la sed, el hambre, a buscar libros, a que revisara textos, a ducharnos, a dormir un poco, a echar una meada,
a hablar mal de medio mundo, por un poco de azúcar, a esperar o despedir a alguien que llegaba a la estación, o a llamar por teléfono, de todo el grupo de carilderos era la única que tenía. Nunca antes había visto una mujer tan bella, con tantos libros y gatos y que supiera escribir a máquina, siempre le estaré agradecida de presentar mi primer libro y de llamarme poeta. Yo nunca he logrado un poema de amor, me salen siempre de desamor y del carajo, reconozco su importancia, en esa época, los 50 y antes de yo haber nacido, las contemporáneas reconocidas le tiraban a la pajuatería y al "culturismo" y ella metía la palabra "puta" en los versos, un erotismo de hembra que descubriría muchísimos años + tarde, eso merece reconocimiento. siempre agradecida por ayudarme a crecer.
CARILDA fue una dama, una hermosa persona, la conocí con tres o cuatro años y me impresionó mucho. Fui a la CALZADA de Tirry con Tony y LUIS Marimón, después iríamos siempre A MATAR la sed, el hambre, a buscar libros, a que revisara textos, a ducharnos, a dormir un poco, a echar una meada,
a hablar mal de medio mundo, por un poco de azúcar, a esperar o despedir a alguien que llegaba a la estación, o a llamar por teléfono, de todo el grupo de carilderos era la única que tenía. Nunca antes había visto una mujer tan bella, con tantos libros y gatos y que supiera escribir a máquina, siempre le estaré agradecida de presentar mi primer libro y de llamarme poeta. Yo nunca he logrado un poema de amor, me salen siempre de desamor y del carajo, reconozco su importancia, en esa época, los 50 y antes de yo haber nacido, las contemporáneas reconocidas le tiraban a la pajuatería y al "culturismo" y ella metía la palabra "puta" en los versos, un erotismo de hembra que descubriría muchísimos años + tarde, eso merece reconocimiento. siempre agradecida por ayudarme a crecer.
LO QUE HIZO POR MI PRIMER LIBRO
DE CARILDA
El canto
RÓMPANME los vestidos, quítenme la locura,
pulan con ese látigo mi sitio de estar sola,
tráiganme los INFIERNOS , pongan mi cama dura;
no temo a los tiranos ni al CÁNCER ni a la OLA.
Déjenme sin pecado, sin SOL, sin biblioteca;
ya huérfana de todo no sentiré ni tedio.
Escóndanme ese pan, CLAVEN MI BOCA SECA:
nada podrán hacerme que no tenga remedio.
No importará la cárcel porque BEBÍ delirio,
hasta en el mismo polvo suele nacer el lirio,
ninguna MUERTE sabe PODRIRME la mañana.
Mi corazón no tiene gravámenes ni dueño.
Nunca podrán quitarme el ALA con que SUEÑO.
Y seguiré cantando cuando me dé la gana.
(De Discurso de Eva)
recuerdos que llegan por el facebook, sin acentos, solo recuerdos
recuerdos que llegan por el facebook, sin acentos, solo recuerdos
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