BREVE TRATADO, de CARLOS PINTADO
LOTO EN LLAMAS
La noche y Lincoln Road, cuerpos, ánforas sagradas. Regresas de la playa. Lo sé por el olor a sal, por la piel ungida en aceites. No sabría nombrar la belleza sin recordarte. Lo bello y lo triste, como una novela de Kawabata, pienso sin nostalgia. Nadie viajará a Kioto para escuchar el tañido de las campanas del templo. Todavía es la primavera del mundo, la gran noche estival. Un pasaje del libro recuerda cómo disfrutaban las horas a orillas del río Kamo, cómo acudían los adolescentes a la luz de la luna, ocultando el rostro detrás de los abanicos. Regresas y hablamos de la noche interminable, de la felicidad y de esos lotos que flotan sobre la calma de las aguas antes de ser devorados por el fuego.
GRULLAS
No sabría explicarlo pero en algún momento las grullas del haiku y las de un lago en Japón fueron las mismas. El papel de arroz resplandecía y la palabra grulla escapaba de mis manos. Fue en ese instante que algo –una hoja, una piedra o el reflejo de un pájaro-, quebró la quietud de las aguas. Hablar de un milagro sería conceder a un acto tan sencillo una extraña naturaleza inexplicable. Me pregunto, empero, si alguna fue vista por Nishiren Daishonin en su exilio de Sado; si alguna cruzó, con la elegancia que toda grulla supone, ante sus ojos, y si sus ojos, consumidos por el dolor y la desesperación de quien sabe no verán otras grullas más, se demoraron en esa otra que entraría, bajo la forma de un dibujo, en un papel perlado.
BREVE TRATADO JAPONES
En el Nó, el traje cubre con demasiada austeridad gran parte del cuerpo. Los hilos de oro y plata despiden brevísimos destellos. Solo el rostro y las manos y una parte del cuello logran enseñarse un poco. Cuando vimos al actor demostrar que era una doncella, quizás la más hermosa de todas, tan delicada y lenta que si limitaba sus movimientos parecía una estatua empujada por el viento, pensamos en la seducción como un abismo.
CARLOS PINTADO
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