Problemas del oficio, poema de Fayad Jamis


Viggo Johansen

"Children painting spring flowers"


Problemas del oficio

               

Mientras te quitas los zapatos piensas en la poesía,
sabes que alguna vez escribirás algo parecido a un 
          gran poema,
pero sabes que de nada sirve acumular materias primas
para cuando llegue la ocasión. Puedes ponerte de 
          pie y gritarle
a tu propio fantasma que es hora de poner manos 
          a la obra.
Puedes comerte tu cuchara con lágrimas, escoger 
          un recuerdo,
saltar como un sabio al descubrir las posibilidades 
          de lo imposible.
Pero nada habrás conseguido: el poema te mira con 
          ojos de sapo,
huye como una rata entre desperdicios y papeles, 
          florece
en el patio de tu casa, está en el fondo de una olla 
          y no lo ves,
lo ves y lo conoces y lo tocas, es el pan de tu noche,
          pero aún
no lo atrapas, y si logras cogerlo por el cuello acaso
          se te rompe, 
se estrella en tus narices; y es lo cierto que no sabes
          amasar
esa sustancia informe y diferente. Te pones a
          ladrar porque entonces
recuerdas que así te ocurría con chivos y carneros
          (cada uno trataba
de tirar la soga hacia su mundo) y luego meditas
          si no sería mejor
ir reuniendo notas sobre un tema determinado,
          ir dando vueltas alrededor
del humo de un tabaco, hasta que las yerbas
          alcancen las grupas 
de las yeguas que sudan y relinchan al borde del
          poema.

Es inútil. Inútil. Así no llegarás a poseer tu oficio:
          de tus manos
a veces saltan, rotas, las palabras. Los versos se
          deshacen en tus dientes,
y de pronto te asombras de que un hombre rompa
          a carcajadas su sarcófago.
Todo es posible aquí. Se fueron los verdugos, las
          piedras se convierten
en panes o relámpagos. A ti te sorprendió la
          tempestad
y ahora la alimentas con los puños cerrados. No
          habrá gallina muerta,
bala o trapo que te paralice. Contempla esos
          caminos, esas guásimas:
son los mismos en que has muerto, los mismos en
          que ya vives
y navegas, pero el viento entró con sus semillas en
          tu casa.

Si te vas a dormir acuérdate del vaso de agua que,
          desde luego, no es
para los santos sino para los sueños de tu sed,
          prepara tus papeles,
junta tus zapatos. Y no olvides seguir asomándote
          a los abismos,
no te canses de vivir impulsado hacia las raíces de
          las cosas, muerde
el amor en su fuego, en su sal. Ayuda a tus hermanos
          a edificar la gran casa
en que no parirá la crueldad. Algún día escribirás
          un gran poema

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