Los hombres se aferran a sus cochinos recuerdos
Swedish artist Carl Larsson (1853-1919). “Holliday reading”.
Los hombres se aferran a sus cochinos recuerdos, a todas sus desgracias, y no se les puede sacar de ahí. Con eso ocupan el alma. Se vengan de la injusticia de su presente revolviendo en su interior la mierda del porvenir. Justos y cobardes que son todos, en el fondo. Es su naturaleza. [...]
Os lo digo, infelices, jodidos de la vida, vencidos, desollados, siempre empapados de sudor; os lo advierto: cuando los grandes de este mundo empiezan a amaros es porque van a convertiros en carne de cañón. [...]
Lo peor es que te preguntas de dónde vas a sacar bastantes fuerzas para seguir haciendo lo que has hecho la víspera y desde hace ya tanto tiempo, de dónde vas a sacar fuerzas para ese trajinar absurdo, para esos mil proyectos que nunca salen bien, esos intentos para salir de la necesidad agobiante, intentos siempre abortados, y todo ello para acabar convenciéndote una vez más de que el destino es invencible, de que hay que volver a caer al pie de la muralla, cada noche, con la amenaza del día siguiente, y cada vez más precario, más sórdido. Ya no nos queda demasiada música dentro para hacer bailar la vida: ahí está. Toda la juventud ha ido a morir al fin del mundo en el silencio de la verdad. ¿Y a dónde ir, fuera, decidme, cuando no llevas contigo la suma suficiente de delirio? La verdad es una agonía que nunca acaba. La verdad de este mundo es la muerte. Hay que escoger: morir o mentir. Yo nunca he podido matar. [...]
Perdemos la mayor parte de la juventud a fuerza de torpezas. Era evidente que me iba a abandonar mi amada, del todo y pronto. Yo no había aprendido aún que existen dos humanidades muy diferentes, la de los ricos y la de los pobres. Necesité, como tantos otros, veinte años y la guerra, para aprender a mantenerme dentro de mi categoría, a preguntar el precio de las cosas antes de tocarlas y, sobre todo, antes de encariñarme con ellas. [...]
-"De acuerdo -respondió ella-. Acompáñame hasta mi casa y te daré un poco de dinero y después te vas a donde quieras." Quería dejarme tirado en plena noche y lo antes posible. Cosa normal. De tanto verte expulsado así, a la noche, has de acabar por fuerza en alguna parte, me decía yo. Era el consuelo. "Ánimo, Ferdinand -me repetía a mí mismo, para alentarme-, a fuerza de verte echado a la calle en todas partes, seguro que acabarás descubriendo lo que da miedo a todos, a todos esos cabrones, y que debe encontrarse al fin de la noche. ¡Por eso no van ellos hasta el fin de la noche! [...]
En la fatiga y la soledad se manifiesta lo divino en los hombres. [...]
Louis-Ferdinand Céline
Céline publicó Viaje al fin de la noche en 1932. Catorce años más tarde, en el prólogo a una nueva edición, escribe:
¡Vaya!, de nuevo ponen el "Viaje" en marcha.
¡Me da no sé qué!
Han pasado muchas cosas en catorce años.
Si no me viera tan forzado, obligado a ganarme la vida, te lo digo en seguida, lo suprimiría todo. No dejaría pasar ni una línea.
Todo está mal enfocado. He hecho demasiado daño. [...]
El mundo de las intenciones me divierte... me divertía... ya no me divierte.
Si no me viera tan astringido, forzado, suprimiría todo... sobre todo el "Viaje"... De todos mis libros, el único verdaderamente dañino es el "Viaje"... Yo me entiendo... El fondo sensible...
¡Todo va a empezar de nuevo! ¡El aquelarre! Oirás gritar desde arriba, de lejos, de lugares sin nombre: palabras, órdenes...
¡Verás qué tiovivo!... Ya me dirás...
¡Ah, no vayas a creer que es un juego! Ya no juego... ni siquiera soy amable.
Si no estuviese ahí totalmente obligado, como en pie, la espalda contra algo... lo suprimiría todo.
Commentaires