ADIOS a la poeta Rosario Hiriart.
18th century, India
Por Jacobo Machover
Acaba de morir mi entrañable amiga Rosario Hiriart. No me lo esperaba para nada, aunque hacía unos días que no contestaba a mis mensajes telefónicos. La conocía desde hace más de veinte años. Los dos gravitábamos alrededor del círculo de Guillermo Cabrera Infante. A ella le encantaba sobre todo la obra de Lydia Cabrera y también del ya clásico español Francisco Ayala y de la gran escritora de literatura infantil Montserrat del Amo. Le gustaba también lo que yo escribo. Me había publicado los cuentos de “El año próximo en… La Habana” en una hermosa edición de su sello, Cocodrilo Verde. Yo le había traducido al francés su lindo poemario “Forzadas al silencio”.
Lo que más me seducía en ella era su sinceridad y su desconfianza con algunos de nuestros seres cercanos, sentimiento que compartía con su amado Jorge Valladares, un hombre alejado de los ambientes literarios pero fan como nadie de ópera, y tan simpático, tan cubano… Era el amigo de New York al que menciono en los homenajes póstumos de mi libro “El exilio, lejos del paraíso”. Compartimos innumerables tertulias en Madrid, en la Casa de América, en el círculo de Bellas Artes, que a veces concluíamos en algún restaurante “chic” o en el Café Gijón, con Mercedes Monmany, con César Antonio Molina, con Esther Bendahan, nuestra piña más íntima. También en El Escorial, en el paraninfo de la universidad de Alcalá de Henares, en el Palacio Real de Plaza de Oriente, en la sede de la editorial Icaria en Barcelona. Nos vimos en New York, en París, nunca en Miami, por desgracia. Se había ido a vivir a Coral Gables, cerca de su sobrina, después de la muerte de Jorge, en 2009. En New York, antes, los dos iban a menudo al Met y al Metropolitan Opera. Todo en ellos respiraba la cultura y la lucha intransigente por la libertad de Cuba.
Rosario Hiriart escribía bien de todo: poemas, novelas, como “El patio de mi casa” tan particular, obra de infancia perdida y de memoria exilada, ensayos académicos agudos, a veces demasiado, en que indagaba hasta el más mínimo rincón de la literatura y de la personalidad de los autores. Su obra es considerable, injustamente poco conocida.
Ahora prefiero recordar aquella Navidad en que me pidieron, Jorge y Rosario, que la pasara con ellos en Madrid, comiendo lechón asado en su apartamento del Paseo del Prado. Rosario era profundamente cristiana y le fascinaba la cultura judía, como buena neoyorquina. También una “resistente”, como me dijo Esther, un calificativo que nunca he olvidado. La desaparición de Jorge le había quitado todo sabor a su vida. Pero había empezado a escribir otra vez, algo así como un “poema épico”, que su editora Ana Monjo, de Icaria, debe estar por publicar. Serán sus palabras más hermosas, estoy seguro.
En esta noche parisina, me siento más solo que nunca, sin la presencia ni la voz de Rosario.
Acaba de morir mi entrañable amiga Rosario Hiriart. No me lo esperaba para nada, aunque hacía unos días que no contestaba a mis mensajes telefónicos. La conocía desde hace más de veinte años. Los dos gravitábamos alrededor del círculo de Guillermo Cabrera Infante. A ella le encantaba sobre todo la obra de Lydia Cabrera y también del ya clásico español Francisco Ayala y de la gran escritora de literatura infantil Montserrat del Amo. Le gustaba también lo que yo escribo. Me había publicado los cuentos de “El año próximo en… La Habana” en una hermosa edición de su sello, Cocodrilo Verde. Yo le había traducido al francés su lindo poemario “Forzadas al silencio”.
Lo que más me seducía en ella era su sinceridad y su desconfianza con algunos de nuestros seres cercanos, sentimiento que compartía con su amado Jorge Valladares, un hombre alejado de los ambientes literarios pero fan como nadie de ópera, y tan simpático, tan cubano… Era el amigo de New York al que menciono en los homenajes póstumos de mi libro “El exilio, lejos del paraíso”. Compartimos innumerables tertulias en Madrid, en la Casa de América, en el círculo de Bellas Artes, que a veces concluíamos en algún restaurante “chic” o en el Café Gijón, con Mercedes Monmany, con César Antonio Molina, con Esther Bendahan, nuestra piña más íntima. También en El Escorial, en el paraninfo de la universidad de Alcalá de Henares, en el Palacio Real de Plaza de Oriente, en la sede de la editorial Icaria en Barcelona. Nos vimos en New York, en París, nunca en Miami, por desgracia. Se había ido a vivir a Coral Gables, cerca de su sobrina, después de la muerte de Jorge, en 2009. En New York, antes, los dos iban a menudo al Met y al Metropolitan Opera. Todo en ellos respiraba la cultura y la lucha intransigente por la libertad de Cuba.
Rosario Hiriart escribía bien de todo: poemas, novelas, como “El patio de mi casa” tan particular, obra de infancia perdida y de memoria exilada, ensayos académicos agudos, a veces demasiado, en que indagaba hasta el más mínimo rincón de la literatura y de la personalidad de los autores. Su obra es considerable, injustamente poco conocida.
Ahora prefiero recordar aquella Navidad en que me pidieron, Jorge y Rosario, que la pasara con ellos en Madrid, comiendo lechón asado en su apartamento del Paseo del Prado. Rosario era profundamente cristiana y le fascinaba la cultura judía, como buena neoyorquina. También una “resistente”, como me dijo Esther, un calificativo que nunca he olvidado. La desaparición de Jorge le había quitado todo sabor a su vida. Pero había empezado a escribir otra vez, algo así como un “poema épico”, que su editora Ana Monjo, de Icaria, debe estar por publicar. Serán sus palabras más hermosas, estoy seguro.
En esta noche parisina, me siento más solo que nunca, sin la presencia ni la voz de Rosario.
EPD
Damas de blanco hinchadas de rocío
"y vi gente por el valle circular
venir, callados y llorando, al paso que hacen las letanías en este mundo"
venir, callados y llorando, al paso que hacen las letanías en este mundo"
Dante Alighieri: La Divina Comedia, Infierno, Canto XX: "e vidi gente per lo valle tondo
venir, tocando e lagrimando, al passo
che fanno se letane in questo mondo".
venir, tocando e lagrimando, al passo
che fanno se letane in questo mondo".
1
Existen, y vi gente por el valle circular
bajo rocas que aprietan sus heridas
bajo rocas que aprietan sus heridas
son las damas de blanco hinchadas de rocío
que pisan firme por su hombre encarcelado
que pisan firme por su hombre encarcelado
sin poder olvidar la casa agujereada
ni los escándalos de sonámbulos repudios
que irrumpen sus desnudos insomnios
que irrumpen sus desnudos insomnios
los sienten venir, callados y llorando, al paso
bajo el azote constante de gritos en la acera
bajo el azote constante de gritos en la acera
2
conoces la mentira bongosera tocando
en hoteles de turismo, no te dejan entrar
en hoteles de turismo, no te dejan entrar
son para una casta de privilegios anillados
que hacen las letanías en este mundo
que hacen las letanías en este mundo
rumor de arena en playas angustiadas
¿quién te explica cómo usar una cazuela china?
cuando apenas tienes con qué encender
cuando apenas tienes con qué encender
el fogón para los hijos que buscan escapar
envueltos en bozales de silencios mustios
envueltos en bozales de silencios mustios
3
Mudos quedan los miedos de mis noches
al observar el desdén amarillo que encierra
al observar el desdén amarillo que encierra
escamas doloridas como signos de hastío
cual mortero vivo que machacara incesante
cual mortero vivo que machacara incesante
haciendo que sienta dentro tu crujido
acabaron con la quinta y con los mangos
a todo tren me asomo ante cenizas
a todo tren me asomo ante cenizas
renacen llamas de esperanza:
nuestro sol feliz estrenará mañanas.
nuestro sol feliz estrenará mañanas.
Somos caminantes de extramuros
"Una cruz!, el olvido, la noche y el silencio
escucha!, es el viento, es el océano inmenso"
escucha!, es el viento, es el océano inmenso"
Alfred de Musset: Poésies Nouvelles: "Une croix ! et l' oubli, la nuit et le silence
Écoutez ! c'est le vent, c'est l' Ocean immense"
Écoutez ! c'est le vent, c'est l' Ocean immense"
1
Poco vale soñar con barcos y deidades
cuando nos rodea la noche y el silencio
cuando nos rodea la noche y el silencio
al soplar mentiras en sonidos y proclamas
los que rompieron el columpio de el patio
de mi casa [1] al prolongarse los golpes
de mi casa [1] al prolongarse los golpes
del odio verde y negro en el madero
2
remar sin descansar fue una esperanza
engañando a las furias sorprendidas
engañando a las furias sorprendidas
mi padre conoció el viento en el océano
inmenso que vivía clavado en el alma
de la familia y su medida de hombre
de la familia y su medida de hombre
bueno, fiel al sentimiento de la historia
3
dejó el peso que trajo en su equipaje
en realidad no permitieron llevarnos nada
en realidad no permitieron llevarnos nada
el robo fue fantasma cruel de lo invisible
hoy como ayer un desesperado deseo
largarse para intentar salvarnos del tizne
largarse para intentar salvarnos del tizne
de la muerte, lejos del fusil y la locura
4
nosotros somos caminantes de extramuros
yo cuelgo de un globo rojo que me alza
yo cuelgo de un globo rojo que me alza
nunca rindas culto a joyas de fuerza o riqueza ajena
¿su regalo?, una cruz!, el olvido, la noche y el silencio
la falsa promesa los perdió en el mar. Jamás olvides:
la falsa promesa los perdió en el mar. Jamás olvides:
cuando nos dejaron sin zapatos en la nieve.
Poder enlazar las manos al cansarnos
"yo estaba dentro y fuera -en lo mirado-,
de un lado y otro el tiempo se divide"
de un lado y otro el tiempo se divide"
Mariano Brull: "Tiempo en pena"
1
queremos ser una y la misma en este sueño
para ser uno y el mismo cuando bese
para ser uno y el mismo cuando bese
mirar al mar desde la misma orilla
para ser uno y el mismo en lo mirado
para ser uno y el mismo en lo mirado
2
unir los labios juntando las caderas
para ser una y el mismo si me entrego
para ser una y el mismo si me entrego
poder enlazar las manos al cansarnos
para ser los mismos dentro y fuera
para ser los mismos dentro y fuera
3
a pesar de la historia traicionada
ser todos uno aunque el tiempo se divide
ser todos uno aunque el tiempo se divide
volver a empezar detrás de cada puerta
para ser siempre una misma en cada aliento.
para ser siempre una misma en cada aliento.
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