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JE SAIS

R O T H K O



Sé que es tentador ver señales en las coincidencias.
Sé que, en ciertas tradiciones, se cree que el alma regresa cuarenta días después de la muerte, luego mil días después.
Sé que a veces paso debajo de una escalera. Sólo para ver.
Sé que si hoy vemos Alfa Centauri como era hace aproximadamente cuatro años, rara vez pensamos a la inversa (de allá, vemos la Tierra como era hace aproximadamente cuatro años).
Sé que la visión etnocentrista del mundo aún tiene un futuro prometedor.
Sé que, si te veo, puedes verme, que los rayos de luz pueden seguir el mismo camino en ambas direcciones. ¿Por qué sería esto tan evidente?
Sé que la infinitud del cielo y de las nubes que vemos cuando somos niños es una imagen que dura toda la vida.
Sé que es difícil imaginar al Altísimo sepultado en el universo arrugado que predice la física.
Sé que sólo en sueños se puede imaginar a Dios muy pequeño y arrasado por un simple golpe de viento.
Sé que siempre imaginamos el más allá como el cosmos. ¿Por qué no como una madriguera de conejo?
Sé que, en el vacío cósmico, los ángeles no necesitan alas. No hay aire para contenerlos.
Sé que un ángel sin alas no es un ángel.
Sé que incluso los astrónomos olvidan que la Tierra sigue girando cuando ellos regresan a casa.
Sé que Albert Einstein, al menos una vez, sacó la lengua.
Sé que la temperatura es agitación, que el mundo existe en su desbordamiento.
Sé que todo parece confirmar la teoría de la evolución de Darwin y que la selección natural funciona, pero ¿cuándo habrá un cambio en los conejos que han permanecido igual durante siglos?
Sé que la naturaleza es generosa y no tiene contemplaciones. Así, en este bosque, un árbol crece sobre una roca.
Sé que en algunos rostros se pueden ver rastros de peces prehistóricos. Algo en la forma de los ojos o de la boca.
Sé que en ese avión rumbo a Asia Central, había rostros que yo nunca hubiera creído que existían.
Sé que ciertos Pashtunes tienen cabezas muy grandes.
Sé que Tanizaki disfrutaba que los gatos agitaran la cola sin moverse, como si dijeran: «Eso que haces me interesa, pero no lo suficiente como para desplazarme».
Sé que cada vez que escucha el estribillo «Esto no es más que un adiós», ese pájaro se agita en su jaula y se pone a cantar.
Sé que la ardilla vive sola, que la comadreja vive sola, que el herrerillo vive solo, que el azor vive muy solo, que, de hecho, un buen número de animales viven solos. ¿Qué tanto problema hacemos en torno a la soledad?
Sé que una mañana de verano, dos palomas estaban lado a lado, sin moverse, en lo alto de un muro. La tormenta terminó por desalojarlas.
Sé que intenté quedarme quieto tanto tiempo como ellas y que no lo conseguí.
Sé que con los anaranjados del cielo, la tormenta sobre París parecía tener lugar sobre la Tierra primitiva.
Sé que las grandes cóleras fatigan, que quizá una vida no permite más que un número limitado.
Sé que, para recuperar la calma, Soseki describía su ira en forma de haiku: toda su rabia reducida a 5 + 7 + 5 sílabas.
Sé que el mal humor no sobrevive a una situación de emergencia. Prueba de su inutilidad.
Sé que, durante la hibernación, los animales escapan del cielo gris y de las ideas que vienen con él.
Sé que, a diferencia de los seres humanos, los árboles no sanan sus heridas. Las bordean y viven con agujeros aquí y allá.
Sé que las fronteras entre dos mundos están llenas de misterios: ciudad y campo, atmósfera terrestre y ambiente interplanetario, ahora y dentro de un rato… ¿a partir de qué momento el uno se convierte en el otro?
Sé que si su mano apretara apenas un poco más fuerte, eso ya no sería una caricia.
Sé que, por pudor, él no dijo «acariciar» sino «masajear».
Sé que las letras que usamos no nos permiten describir todos los sonidos. ¿Cómo acceder a esos otros sonidos?
Sé que existe un diccionario para la lengua hablada en Chukotka.
Sé que hablar una segunda lengua es como tener una puerta trasera en casa.
Sé que uno se pregunta a menudo sobre sus verdaderas habilidades y que basta encontrar una para estar más tranquilo. Por ejemplo, poder tomar el volante de un auto sin estrellarlo contra una pared.
Sé que, en Japón, nadie ofrece camelias: una vez marchitas, caen de golpe como decapitadas.
Sé que, en Nara, un comerciante de objetos de papel maché esconde una jaula con insectos debajo de su escritorio. Ellos llenan el aire con delicadas vibraciones.


ITO NAGA. Astrofísico francés nacido en 1957. Ha publicado Je sais e Iro mo ka mo, la couleur et le parfume bajo el sello editorial Cheyne Éditeur. Ito Naga es su seudónimo.
Traducción del francés original por Daniela Camacho, del libro Je sais, Cheyne éditeur, séptima edición, 2013.

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