La discursería
Yo leo a Eliseo Alberto y su “Informe contra mí mismo” y me pregunto cómo es posible oponerse a una dictadura sangrienta y brutal sin adoptar una posición extrema. Toda esa discursería de la ausencia de odio y del diálogo comprensivo y humano, alcanzó especie de pináculo discursivo con esta obra. ¡Demasiada palabrería y yo con tan escasa paciencia!
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Margarita Garcia Alonso Lee a los escritores del Este, la lista es larga y buena, de idolatrar, premiar y realzar la palabreria buenera tenemos termitas en el closet y la biblioteca llena de cocuyos travestis.
Leyser Ley Martínez Debo confesar que en años (más) mozos...ese libro me ayudó a canalizar ciertos empingues.
Pero no.
Para eso está Valladares y su Contra Toda Esperanza. Pingú vs Muelero
Pero no.
Para eso está Valladares y su Contra Toda Esperanza. Pingú vs Muelero
Agustin Farinas Contra toda esperanza es una obra increible. desnuda a los comunistas y sus maltratos, abusos yu crimenes claramente para aquellos con todavia alguna duda de lo que ocurria en las mazmorras castristas.
Rafael Pineiro La leí estando en Cuba. La carátula estaba forada en papel periódico, como era usual
Manuel Ballagas Aunque parezca imposible, han ocurrido infamias peores que las narradas en ese libro. Es horripilante que un hijo acepte vigilar a su padre, uno de nuestros grandes poetas, por cuenta de la Seguridad del Estado. ¿Pero qué hay de alguien que envió a un hermano al paredón, o le denunció para que se pudriera en la cárcel? ¿O le mató él mismo? Todo eso es el comunismo y mucho más. Por mucho que nos empeñemos, siempre encontraremos en esa doctrina y su práctica abismos morales impensados. Es una verdadera plaga. Y los pocos buenos que se acercan a ella, a veces acaban pereciendo a manos de sus propios camaradas.
Joaquin Estrada-Montalvan Ya Virgilio Piñera mucho antes de eso habia echado pa lante a su hermano por no ser un revolucionario de verdad, Lezama habia cantado sus loas, y asi cada uno en cada tiempo de eso que llaman revolucion ...
Octavio Guerra El castrismo monopolizó absolutamente todo en Cuba de manera tan profunda que es difícil de comprender para quienes no hayan vivido bajo su yugo económico, político e ideológico. Más que un régimen, se transformó en un sucedáneo de cultura, deformando la psicología social de los cubanos, de todos, incluso los del exilio. Por demasiado tiempo, para los cubanos, todo ha girado en torno a Castro quiéranlo o no. Fui de una generación educada en la más estricta moralidad hispana (mis abuelos eran españoles). Mi familia participó en la lucha contra Batista y se integró al proyecto nacional inicial, camuflaje que utilizó Castro para ascender al poder absoluto. Pronto, Castro utilizó la corrupción como arma para obtener la incondicionalidad de lo peor de la sociedad cubana y desplazar los incómodos elementos honestos de su gobierno. Desde muy joven, tropecé con la creciente degradación moral de la sociedad y, poco a poco, fui marginado hasta sufrir prisión y el peor ostracismo durante décadas hasta lograr escapar de la Isla del Diablo. Muy poca gente se arriesga a tener una vida semejante a la mía y prefieren hacer concesiones hasta finalmente integrarse. Es fácil desde aquí criticarlos. Sin embargo, un intelectual tiene responsabilidades que muchos en Cuba -y aquí mismo- no tienen la valentía de asumir. Fueron “estrellas” en Cuba y, ahora, lo son aquí, continuando con el negocio de la doble moral. A mí me tocó ser excluido e ignorado en la Isla y acá, cosa que no se lo deseo a nadie, pero, si no me corrompí en Cuba bajo la represión comunista, no lo voy a hacer aquí, en tierras de la libertad.
Sigo releyendo esta cosa de Eliseo Alberto y no puedo menos que taparme la nariz ante tanta inmundicia cobarde y panfletera. Hay cierta atracción indescriptible entre muchos de los intelectuales cubanos por ese estado contemplativo de inacción mierdera que, aparentemente, perciben que los ensalza hacia una especie de estadio de escritor superior o pensador soberbio, cuando en realidad basta con que te calces unos espejuelillos de lectura y te anudes el pescuezo con bufandas postreras de color opaco para pertenecer a la manada, al ejército de ilustrísimos escritores de la isla. Yo, siendo Eliseo Alberto, me hubiera ahorrado el tocomoyo de trescientas páginas…
Octavio Guerra Eres un héroe con, perdóname, algunos rasgos de masoquismo. Jamás he logrado pasar de la primera página de ese señor, con excepción de Caracol Beach que me empeñé en leer para saber por qué había recibido el premio Alfaguara, duda que todavía me persigue. No sé, ultimamente, leo sólo en inglés y soy bien selectivo sobre temas que me alejen lo más posible del monotema. Ya no soporto la noria enviciada del patio. Tampoco hay nada interesante entre los hispanos y, cuando escucho los dejes de "nuestros hermanos" del sur del río bravo, me da urticaria. Soy un desgraciado apátrida, traidor a su raza, merezco el garrote vil.
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