Escribir

Evert Jan Boks


Escribir como viniendo de la mirada del otro, a quien miramos sin tocar, guardándolo, pero sin tenerlo, pues ni la mirada ni la escritura, en Cixous, tiene que ver con el tener, sino con el acoger, con el ser-atravesado: “es el otro a quien miramos –nosotros no nos vemos jamás: siempre estamos ciegos-; vemos de nosotros los que nos regresa a través (la diferencia) del otro. (...). Hay un momento en que comienza lo desconocido. El otro secreto, el otro mismo. El otro que el otro no conoce. Lo bello en la relación con el otro, lo que nos emociona, lo que más nos revoluciona –eso es el amor- es la percepción de una parte de aquello que le es secreto, que está oculto, que el otro no ve; como si hubiese una ventana por la cual vemos latir cierto corazón. Y ese secreto que nos sorprende, no lo decimos; lo guardamos. Es decir, lo guardamos: no lo tocamos” (2001, p. 54). Curioso: la lengua castellana mantiene como arcaísmo esguardar, un derivado del latín ex y del alemán warten, como forma del mirar que la aproxima al catalán esguardar, al francés regarder y al italiano guardare, que todavía retienen, en el uso del verbo mirar, ecos de un sentido muy preciso. Esguardar, así, significa mirar, considerar una cosa o atender a ella. Por ello, esguardar está vinculado profundamente a reguardar, que significa mirar con cuidado o vigilancia, y a reguardo, que es una mirada cuidadosa, pero también miramiento o respeto. Por ello, esguardar, en cuanto mirar, también es una forma de guardar, esto es, de cuidar y custodiar algo, incluso preservar una cosa del daño que le puede sobrevenir, pero también aguardar, esperar. Escribir, pues, un cierto escribir, como mirar, como un cierto mirar. Después de la mirada cegada. Un cierto escribir, como un cierto mirar, que guarda y aguarda, acoge y espera. Para suspender el dominio y, en su lugar, abrirse a la hospitalidad de lo otro: “Eso también es del orden del amor"...

Xavier Antich

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