Amarar, novela de Margarita Garcia Alonso en Sin Noticias de ITACA
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EL BARCO EBRIO
Amarar en el puerto donde nacen y mueren los manuscritos del encierro . Amarar junto a seres que han encontrado protección y consuelo en un muchacho clandestino, un ángel contemporáneo que decide bordear las costas de Europa y desamarrar en los puertos a quienes intentan llegar más lejos que su supuesta destinée. La novela de la errancia interior.
Por Mabel Cuesta
Amarar/Desamarrar en Porto Matanzas
Es una novela que bien podría comenzar de este modo:
Las paredes del salón del té se desintegran. Las litografías de Matanzas, a principios de siglo XX, se agrietan con la humedad. Los muros expulsan el cemento, mientras las arcadas resisten, a duras penas, a las filtraciones del techo. La antigua cochera recibe una clientela fiel en la conspiración de versos y viajes. (García Alonso 233) Y es que Amarar/Desamarrar (El Barco Ebrio, 2012)* de Margarita García Alonso, es un homenaje a Matanzas, los viajes y los versos. O al menos así se aposenta en la lectura, en las estructuras que teje, en los laberintos a los que invita.
Matanzas La ciudad trazada a partir de 1693 en torno a la bahía de bolsa en donde una vez murieran algunas decenas de españoles en manos de nativos y que en el siglo XIX deviniera primera exportadora de azúcar en el mundo (sangre, dolor y manos negras al servicio de esta última conquista) encuentra aquí un iluminado homenaje desde el siglo XXI. Aunque el escenario que la novela recrea no es otro que el del florecimiento, decadencia y caída de la Revolución (desde 1959 hasta aproximadamente 1992); el peso de la historia colonial matancera nos se hace esperar. Todo se reifica en sus leyendas, sus míticos personajes enloquecidos y allí muertos, en el aura majestuosa de sus puentes, ríos y claro está en su “valeriano” mar (La mer, la mer, toujours recommencée). Una vez que se ha dado vuelta a la última página de la historia, siento el lector la absoluta certeza de que a pesar de los desplazamientos a los que son sometidos por fuerza o voluntad propia los personajes, no habría otro posible escenario mayor para ellos que el de esa ciudad de nombre cruel. Queda entendido al fin ese peligroso, impresionista axioma de Vitier cuando en Lo cubano en la poesía asegura que: “la matanceridad es la luz tamizada entre irónica y nostálgica en el paisaje”.
Viajes
Signado como ha estado el sujeto cubano desde que pensó a pensarse como tal por el exilio, las diásporas y migraciones, no resulta ajeno o novedoso que Amarar… sea también una novela de viajes, desplazamientos, dislocaciones. Su protagonista Fernando Tamiz es iniciado en esta prácticas por sus padres desde sus propios orígenes. Su desembarque en la ciudad de Matanzas parece una estación natural que se convierte en el ojo desde el que la ciudad se va construyendo lenta, dormida, delirante, imposible y vívida. Tamiz-poeta-navegante-pintor es trayectoria en sí mismo. Viaja desde los viejos continentes hasta México, de ahí a la ciudad cubana y en ella hacia los paraísos ignotos que habitó José Jacinto Milanés para poder partir hacia La Habana y la muerte.
La co-protagonista Marina (otro nombre parece imposible) matancera por carta natal, emprende junto a Tamiz algunos viajes y lo lleva dentro y de regreso hacia esas viejas ciudades Europeas en donde también la signan el delirio y una soledad que se fractura en la última línea de la obra. Sólo así parece tener sentido el largo viaje de Tamiz. Su asimilación al cuerpo de Marina Maud es su única certeza de conquistar esos ciclos de retorno que Nietzche nos contara.
Versos
La poesía finalmente entremezcla las dos estancias anteriores. Poetas y pintores (entendamos la imagen como un verso más y también al revés) invaden estas páginas en las que sólo Matanzas puede ser telón de fondo. La enorme banda de soñadores que García Alonso nos retrata (enloquecidos o no) tienen el don de la versificación orgánica, el surrealismo inmediato, la posible naturalidad de vivir en clave poética -si se me permitiera hacer uso del anacronismo. Como antes insinuaba, casi tres siglos de historia local facilitan en la novela la formación de sus protagonistas. Bildungsroman y crónica de viaje se juntan en la epopeya lírica (revival de Homero) que sirve como marco de referencia a las vidas de Tamiz y Maud. Homenaje también a grandes hombres y mujeres de esa ciudad con brumas. Referencias que cualquier mínimo conocedor de literatura cubana sabrá apreciar.
Por Matanzas, puerto y hogar de viajeros en estos casi trescientos veinte años de fundación, azúcar, glorias, neblinas y fantasmas. Por los poetas que Tamiz y Maud cargan consigo en esta historia, por el tiempo ido y una esperanza de futuro a la que aún nos aferramos, doy las gracias a Margarita García Alonso por la entrega y pongo una flor junto a la estatua de José Jacinto, pidiendo que pueda reconocerme aún entre los vivos*.
Por Hector García Quintana:
Érase una vez un tiempo sin esperanzas. Un lugar donde sólo la poesía abría caminos en el monte. Un territorio donde el futuro es el perpetuo instante de un presente que no termina.
Dos vidas, Maud y Tamiz, que se encuentran más allá del tiempo, más allá de la geografía, más allá de la realidad o la fantasía, para compartir algo que se vive sólo en las grandes historias. Como dos mundos que colapsan como una fatalidad y se mantienen unidos por lazos que van más allá del simple azar.
Todos tenemos, como Maud y Tamiz, nuestros fantasmas, nuestros eternos conflictos que nos impiden soltar las libertades que nos hacen más felices; pero a la vez esos mismos fantasmas, bien sometidos, nos ayudan a vivir
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