CARTA A MICHEL POLAC (enero de 1952)
Usted me pregunta cuáles son mis ideas sobre “Esperando a Godot”, algunos fragmentos del cual me hace el honor de representar en el Club d’Essai, y al mismo tiempo mis ideas sobre el teatro.
No tengo ideas sobre el teatro. No entiendo nada de eso. No voy al teatro. Es algo admisible.
Lo que quizás lo sea menos es, en primer lugar, en esas condiciones, escribir una obra y luego, después de hacerla, tampoco tener ideas sobre ella.
Desgraciadamente, ése es mi caso.
No todos tienen la posibilidad de poder pasar del mundo que se abre debajo de la página al de las ganancias y las pérdidas, de regreso, imperturbable, como entre el trabajo y las charlas de café.
No sé más sobre esta obra que aquél que logra leerla con atención.
No sé cuál fue mi intención al escribirla.
No sé más sobre los personajes que lo que dicen, lo que hacen y lo que les pasa. Acerca de su aspecto, he debido indicar lo poco que pude entrever. Los sombreros hongo, por ejemplo.
No sé quién es Godot. Ni siquiera sé, sobre todo, si existe. Y no sé si los dos que lo esperan creen en él o no.
Los otros dos, que pasan hacia el final de cada uno de los actos, deben estar ahí para romper la monotonía.
Todo lo que pude saber, lo mostré. No es gran cosa. Pero eso me basta, y mucho. Incluso diré que me hubiera conformado con menos.
En cuanto querer encontrarle a todo eso un sentido más amplio y más elevado, que uno se pueda llevar después del espectáculo junto con el programa y los palitos helados, soy incapaz qué interés puede tener. Pero debe de ser posible.
Ya no estoy allí y ya nunca estaré allí. Sólo pude conocer un poco a Estragon, Wladimir, Pozzo, Lucky, su tiempo y su espacio, estando muy lejos de la necesidad de comprender. Quizás tengan que rendirle cuentas a usted. Que se las arreglen. Sin mí. Ellos y yo estamos a mano.
SAMUEL BECKETT
Commentaires