Cierta idea de la justicia, Margarita García Alonso EN AMAZON
Cierta idea de la justicia
Margarita García Alonso
¿Cuál es la idea que tenemos los humanos de la justicia?
¿Hasta qué punto somos capaces de respondernos sobre los mismos temas que nos agobian desde los tiempos primeros?
Una mujer coloca a la humanidad en la balanza y ante nuestros ojos, convertidos en dianas de colores, mueve con filosófica alquimia, al centro, al abismo, de un lado la inocencia y el orden, en la otra orilla, apartadas y dispuestas, otras mil formas de abismarnos.
Margarita García Alonso está parada frente al aula que ahora somos sus lectores, no nos regala una sonrisa, ni siquiera el gesto rezagado que nos haga creernos atendidos, ella lanza sus preguntas como quien reparte versos de un poema disperso en el paisaje, cotidiano paisaje del que somos parte sin siquiera proponérnoslo, nuestra tarea es enlazarlos cual áspero rompecabezas, unir las partes que conforman el destino final a que somos convocados, encontrar de una vez el bendito equilibrio que nos salve.
Quizás la autora no busque las respuestas y sea ese el final del ejercicio que propone, unas preguntas cuyas respuestas sean ellas mismas, preguntas de una filosidad estudiada saltan desde el fondo de la gráfica y nos enfrentan a nuestros propios miedos.
Como sea, aquí están esas preguntas, acomodadas cada una a la rabiosa inteligencia que sugiere más interrogantes, la puerta queda abierta, cerrarla o no dependerá de nosotros.
¿Hasta qué punto somos capaces de respondernos sobre los mismos temas que nos agobian desde los tiempos primeros?
Una mujer coloca a la humanidad en la balanza y ante nuestros ojos, convertidos en dianas de colores, mueve con filosófica alquimia, al centro, al abismo, de un lado la inocencia y el orden, en la otra orilla, apartadas y dispuestas, otras mil formas de abismarnos.
Margarita García Alonso está parada frente al aula que ahora somos sus lectores, no nos regala una sonrisa, ni siquiera el gesto rezagado que nos haga creernos atendidos, ella lanza sus preguntas como quien reparte versos de un poema disperso en el paisaje, cotidiano paisaje del que somos parte sin siquiera proponérnoslo, nuestra tarea es enlazarlos cual áspero rompecabezas, unir las partes que conforman el destino final a que somos convocados, encontrar de una vez el bendito equilibrio que nos salve.
Quizás la autora no busque las respuestas y sea ese el final del ejercicio que propone, unas preguntas cuyas respuestas sean ellas mismas, preguntas de una filosidad estudiada saltan desde el fondo de la gráfica y nos enfrentan a nuestros propios miedos.
Como sea, aquí están esas preguntas, acomodadas cada una a la rabiosa inteligencia que sugiere más interrogantes, la puerta queda abierta, cerrarla o no dependerá de nosotros.
Gino Ginoris
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