“Seré invisible para siempre para todos los mortales”, Bárbara Follett Newhall,
Aprendió a leer a los tres años y estaba fascinada con las letras. Las veía en el paisaje. Las montañas eran emes y los valles eran ves. Los tejados eran aes gigantescas. Los carruajes se movían sobre oes.
Aprendió a escribir primero a máquina que a mano. A los cuatro años escribía poemas, historias y tratados. A los cinco años completó su primer cuento. A los siete se entusiasmó con la música clásica y se dedicó a escribir poemas. Fue entonces que puso un letrero en la puerta de su cuarto para pedir que no la molestaran. Escribía un promedio de cuatro mil palabras diarias. A los ocho escribió la historia de una niña que se adentró en el bosque y desapareció.
Barbara se rodeó de amigos imaginarios. A los once era una escritora de oficio. Se había sobrepuesto al dolor de perder un manuscrito en un incendio y, después de trabajar en sucesivos borradores, consiguió terminar una novela de ciento cincuenta páginas.
"La casa sin ventanas", fue su primera novela con la que obtuvo muchos elogios y se hizo famosa. Es la historia de una niña llamada Eepersip, quien huyó de la soledad de la ciudad para hacerse amiga de los animales del bosque. El padre de Barbara le ayudó a editar el libro y decidió probar suerte con la editorial Knopf, de Nueva York. Cuando llegó la respuesta positiva, la joven autora acababa de cumplir los doce años.
Su foto apareció en The New York Times, al lado de una reseña entusiasta. El crítico de The Saturday Review of Literature consideró que el libro era “ insoportablemente hermoso”. La revista Time anunció que la autora tenía planes de “convertirse en pirata” y recorrer los mares. Sólo una crítica del New York Herald Tribune se atrevió a decir que aquel comienzo tan precoz podía ser negativo. “No tengo sino elogios para la novela”, escribió Anne Caroll Moore. “Pero el hecho de que haya sido publicada me parece que es jugar con fuego”.
Su infancia estuvo marcada no sólo por los escritos, también por los viajes en el Atlántico. Barbara Follett Newhall tenía 14 años cuando salió "El viaje de Norman D", su segunda novela, un gran éxito, incluso más que la anterior. Barbara le rogó a su padre que le consiguiera un puesto, con tareas a bordo, en un barco que zarpó hacia Nova Scotia. A partir de esa experiencia escribió la novela.
Barbara nunca terminó el bachillerato. Se radicó con su madre en Los Ángeles, pero aquella ciudad le parecía detestable. A los quince años se escapó de casa y se escondió en un hotel en San Francisco. Cuando la policía la encontró, sus malos pasos fueron noticia nacional. Pero en realidad estuvo motivada porque el padre abandonó a su madre y decidió casarse con otra mujer.
Unos años más tarde, impulsada por los problemas económicos de su familia, Barbara consiguió un trabajo de secretaria en Nueva York. Se levantaba al amanecer para escribir sus libros. Así terminó su tercera novela, La isla perdida, la historia de unos náufragos que no quieren regresar cuando los encuentran. Pero la falta de apoyo de su padre hizo imposible que siguiera escribiendo.
Barbara volvió a escaparse de la casa de su madre, esta vez con un chico llamado Nickerson Rogers. Se casaron, viajaron a la costa Este, consiguieron trabajos ocasionales y, al final, se instalaron en Massachusetts. Después de un período relativamente feliz, alrededor de 1939, Barbara mostró impaciencia. En la carta escrita a un amigo dice lo siguiente: "en las superficie de las cosas terriblemente la calma y el mal". En esa fecha, Barbara se enteró de que su esposo tenía una amante y decidió abandonarlo.
El 7 de diciembre de 1939, después de una pelea con su marido, Barbara Follett Newhall salió de su casa con tan solo un cuaderno y medio dólar en su bolsillo. Jamas se volvió a saber de ella. Su marido denunció la desaparición dos semanas más tarde, pero la policía no encontró ningún rastro. El boletín que anunció la desaparición de Barbara daba su apellido de casada y la prensa no se enteró. Ninguna de las mujeres abandonadas en la morgue era ella. Sus padres pasaron años tratando de encontrarla. La madre sospechó por mucho tiempo que Nick la había asesinado. Pero otros señalaban las líneas finales de La casa sin ventanas –“Sería invisible para siempre para todos los mortales”– y opinaban que Barbara había desaparecido de manera voluntaria.
El padre llegó a escribir una carta en un periódico para pedirle de regresar. La escritora no entró en contacto con sus seres queridos, y aún hoy su muerte sigue siendo un gran misterio.
Barbara dejó un comentario acerca de la escritura-una pieza breve en una edición de 1933 de Hornos libro que recomienda vivamente que "los padres regalen sus máquinas de escribir a sus hijos. Tal vez disminuiría simplemente la destrucción al por mayor de máquinas de escribir . Tendrían que hacer poco esfuerzo para convencer a los niños que una máquina de escribir es mágica. "
La totalidad de sus escritos se conserva en seis cajas en la Universidad de Columbia de Libros Raros y Manuscritos
Commentaires