ENCUENTRO
ENCUENTRO
Estuvimos paseando a través de los camposen un vagón al amanecer.Una herida rosa roja en la oscuridad.
Y de pronto una liebre atravesó la carretera.Uno de nosotros la señaló con la mano.Eso fue hace tiempos. Hoy ninguno de ellos está vivo,Ni la liebre, ni el hombre que hizo el ademán.
Oh, amor mío, dónde están ellos, a dónde han ido?El destello de una mano, la línea de un movimiento,el susurro de los guijarros.Pregunto no con tristeza, sino con asombro.
EL PAISAJE
El paisaje no necesitaba nada excepto glorificación.Excepto mensajeros reales que trajeran sus dones:Un nombre con un atributo y un verbo inflexivo.Si solamente preciosos robles copiosamente brillaranCuando nuestros bravos estudiantes, en un camino sobre el valle,Pasean y cantan "La Oda a la Alegría ".Si al menos un solitario pastor grabara cartas en una corteza.
El paisaje no necesitaba nada excepto glorificación.Pero no existían mensajeros. Matorrales, oscuras gargantas,Bosque colgando del bosque, pájaro de largo gemido.Y quién aquí podría iniciar una frase?El paisaje era, quien conoce, probablemente hermoso.Allá abajo, todo estaba derrumbándose: las salas del castillo,Las callejuelas detrás de la catedral, los bordellos, las tiendas.Y ni un alma. Por tanto, de dónde podrían venir mensajeros?Después de olvidados desastres, yo estaba heredado a la tierra,Abajo, a la playa del mar y, arriba, a la tierra, al sol.
Prueba
Sin embargo, probaste las llamas del infierno.
Incluso puedes decir cómo son: reales,
Terminadas en ganchos agudos que desgarran
la carne
Pedazo por pedazo hasta llegar al hueso.
Caminaste por la calle y allí estaban: el látigoy el derramamiento de sangre.Recuerda por lo tanto que no hay duda:
Ciertamente existe el infierno.
Una tarea
Con miedo y temblores creo que justificaría mi vidaSólo si me obligara a hacer una confesión públicaPara revelar mi vergüenza y la vergüenza de mi época:Nos permitieron aullar en la lengua de los enanos y losdemonios,Pero las palabras puras y generosas quedaron prohibidasBajo una pena tan severa que si alguien se atrevióa pronunciar alguna de ellasPuede considerarse hombre perdido.
Encuentro
Atravesábamos campos helados en un vagón en el alba.Un ala roja se levantó en las tinieblas.Y de pronto una liebre cruzó el camino.Entre nosotros uno la señaló con la mano.Fue hace mucho. Hoy ninguno de los dos está vivo:Ni la liebre ni el hombre que hizo el gesto.¿Dónde están, amor mío, dónde se han idoEl destello de una mano, la líneaDel movimiento, el susurroDe los guijarros?No con dolor sino con asombroPregunto.
La huida
Al mirar hacia atrás vi la ciudad en llamas y dije:Escapemos. Cubra la hierba nuestros pasos.Narren los muertos a los muertos lo que ha ocurrido.Nos corresponde engendrar a una generación violenta,Libre del mal y libre de la dichaQue en la ciudad imperaban. Continuemos.
Y la espada de fuego nos señaló la tierra.
Premio Nobel de Literatura en 1980, Czeslaw Milosz (Lituania 1911-2004)
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