Bestiario, Margarita García Alonso, en Sustos de muchacha
Jaime Serra - The Last Judgement. 1361 - 1362
Bestiario
Margarita García Alonso
en Sustos de muchacha, Ediciones Matanzas, 1988
Es la bestia, mejor cierren
los ojos
y juren alejar el
paso.
Es la enorme osamenta que
recorre
el espacio invisible del
gentío.
Espanto oculto en una bolsa
de viaje,
donde no quedan boletos de
suerte,
intentos. Sólo dolor del camino.
La fruta prohibida lejos,
lejos su cabeza. En la
fruta.
Sabe que no existe Dios
para los hombres,
y la Bestia se alimenta de
inventos ,
aúlla al devorarse.
Cierren el paso.
Cierren el paso.
No aceptarán sus veinte
ojos,
las ocho manos que abordan
la nave del aire.
No aceptarán Bestias del
campanario,
habitantes del cobertizo
de la luz.
Cresta de hipocampo, espina
de presagios,
tatuaje y una piedra que zurce,
late en el costado oculto.
No es humano dolor, no es
humano
acostumbrarse al fruto.
La ignominia es el hada de
su invento.
El hada juzga y mide el
crecimiento de las rosas
y la Bestia confundida
enclaustra el alma.
Es la Bestia, la mancha
humana
desatada en el florecimiento,
la de los mil sexos
aforados en la pelambre
y una soledad de ostra habituada.
Los inquilinos bordan el
mundo a su gusto,
trazan parques, les inundan
de flores de papel,
amarillas y tristes para amantes.
A la Bestia le asusta
creer, le asusta el fruto
que está en la fuente de
los comensales, a mano.
Impotente lejos, lejos su
cabeza, en el fruto
que amasó a semejanza del paladar y la mente.
No está preparada la Bestia
para compartir,
su cola es una bandera
rasgada
que se empecina en el amor.
Pero es horrible la Bestia
cuando la silencian.
Parece tufillo de olvido.
Bestia su corazón si
renuncia.
Aletea su hambre de mundo.
A las huestes de la rutina
poco importan los aullidos.
La Bestia se ha colgado de
un alero
La Bestia que ocultamos se
cuelga al sol.
¿Quién velará la llegada
del inquilino,
del habitante de su corazón?
Quién, sino la Bestia
preocupada por la algazara
de inventos, resguarda la
lindura y sin detenerse,
sin detenerse la Bestia,
sin detenerse sueña.
¿Quién no teme al reto de
la Bestia?
¿A quién no acobardó su
bramido?
Quien no cerró los ojos que
la posea
en el entierro de sus
restos.
La Bestia se cansa de
morir, se cansa.
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