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buscando el pan

Günter Grass.

Sustento de profetas
Cuando la langosta invadió nuestra ciudad, 
no traían ya la leche a casa y el periódico se asfixiaba, 
abrieron las cárceles y soltaron a los profetas. 
Entonces recorrieron las calles los 3.800 profetas. 
Podían hablar impunemente y alimentarse a placer 
de aquel fiambre saltarín y gris que llamábamos plaga.

Qué otra cosa se hubiera podido esperar...

Pronto volvieron a traernos la leche, el periódico respiró 
y los profetas llenaron las cárceles.

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