A las seis y treinta del alba, Margarita García Alonso, en Sustos de muchacha.
Jaime Serra - Descent into Hell. 1361 - 1362
del libro Sustos de muchacha,
Editiones Matanzas, Cuba, 1988.
A las seis y treinta del
alba
Margarita García Alonso
Amanece en la calzada de
Línea
en este Vedado donde han
venido
a morir los gatos de la
noche.
Extrañados miran al vacío
con el reguero de sesos, tripas
y pasiones sobre el
asfalto.
No entienden, no pueden
abandonar la furia o el
celo
y boquean al polvo
graban en el cemento
mustios caracteres.
Están muriendo los gatos en estertores
y en los edificios duermen.
Abrazaron la soledad de las
callejuelas
desataron pesadillas,
asqueados del Hombre
rescataron de la basura un
espléndido
pez de olor añejo.
Asustan con la piel raída
sin centellas o relámpagos
de luz,
esparcidos.
No todos conocieron al niño
que cede su taza de leche,
sólo egoísmo, mezquindad
y la lluvia.
La raza olvidó en el
laberinto
de los tejados
a la mujer de anchas
caderas
atada a una madeja de lana,
el hilo en el telar de los dedos.
La raza decantó la sangre
de bestia
escondida presta a devorar al ciervo.
La rayada pelambre se hizo
manchas
hipócritas cavernas para
quien baja
la cabeza y reclina el
torso
al que apalea.
El ratón nada cuenta
en este juego de
impotencia,
reducido a la ínfima carne
al atolondramiento del
rencor y la caza.
Vistos en el espejo
fragmentado
presenciaron la derrota en
el contrario.
En la avenida los mal
nacidos gatos
aprenden a sortear el muro
y siguen ebrios.
Difusos en la transparencia
del alba
se suicidan o descubren que
el
tiempo del auto es veloz.
Cuántas fiebres y partos.
En los caminos están sus
muertos
atrapados en los ojos de
otro gato
juzgando, juzgando,
mientras devoran los
despojos del hombre,
enigmático también para su
especie.
El pezón de una gata se
marchita.
Indefensos _ como humanos_
los pequeños ciegos
recuperan el llanto.
Junto a la colilla del
cigarro
los gatos rasguñan con
odio.
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