King Solomon and the Queen of Sheba
WITZ, Konrad
King Solomon and the Queen of Sheba
1435
Panel, 84 x 79 cm
Staatliche Museen, Berlin
© Margarita García Alonso
King Solomon and the Queen of Sheba
1435
Panel, 84 x 79 cm
Staatliche Museen, Berlin
Los
cedros
A mi abuelita Luisa.
Pilares
de sombra en medio de la nada
quebrados
en la noche, de un gris empercudido
por
el cuero quemado, el hueso machacado
sin
el resplandor de sus ojos de aldaba.
El
descubrimiento habitaba la leche
en las mañanas la mano tejía
mejor
que Ariadna
los
hilos con que zurzo temores
muchos
temores mi amor.
Mi
letra ha perdido sentido,
los
abuelos han muerto
en
la roída ciudad, en la isla lenta
donde
sostenían el techo.
II
Pilares
de sombras en medio de la nada,
abiertos
a la noche plomiza.
Sombra
de cedros de un gris empercudido
olisqueando
el cuero quemado
rechistando
cual huesos roídos por el fuego,
apaleados
por el hombre amarillo
del
servicio funerario.
La
que fue ojos azulísimos
en
rostro surcado de arar aceras
en
busca del pan,
mano
en mi cabeza desenredando la turbia
incertidumbre
al despertar,
el
desespero, la maldita furia
del
trapo que cae de mi hombro
a
los zapatos, tan indigente y maltrecho
como
si hubiese sido confeccionado
por
costurera en pena de sexo,
ella
quien batallaba el tizne, la gotera,
arrastra
la marejada, anega la ciudad,
este
exceso de tiempo sin tocarnos.
Este
infinito tiempo de despedida,
que
me deja con abuelos muertos
sin
manto de estrellas,
sin
festín sin tabla,
sin navidad,
sin uvas.
Uña
que descarna la ausencia nacarada,
traslúcida,
inmediata sombra de fantasmas,
pilares
de sombras, cedros en el mar de la nada,
como
hilos extendidos, hilos de nubes,
de
baba, de orine, de meada que se deshace
que me obliga a regresar a casa,
donde
nada queda, ventanas, puertas,
mecedoras
bajo
el triste bombillo de 40 watts.
Ha muerto la última batalla del hambre,
bajo bandera
han
partido los peladores de naranjas.
Mi
pie tieso escapa a la negritud
del
ciego que traspira rústicos lamentos,
dispuesto
a envejecer rápido,
no
podrá regresar donde anidaba.
© Margarita García Alonso
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