CHINO, TODO EN LA VIDA SE PAGA, por Recio Juan Carlos‎

Recio Juan Carlos à Comunidad HOY NO HE VISTO EL Paraíso, Margarita.

CHINO, TODO EN LA VIDA SE PAGA.
Has estado inmóvil sin parpadear
y observo como transcurre en ti
el magnífico tiempo al que nombras
nuestros episodios.
Todos tus adjetivos
llevan ese pronunciado
y una pausa más elevada que un puente.

No despierta interés
ni lo supongo agonía
pero miro lo que los otros ven
como si me incluyeran en esas fotos
que fotografían arriba,
la inmensidad de otra quietud
la hilera de árboles,
sus caras que muestran
un poco de lo que nos dejan ver por ellas.
Hacia delante, siempre un poco más allá
cuando ves que te dejo en ese miedo soterrado
para complacer además tus adjetivos,
cuando me hago fugaz,
persistente hacia afuera
con el deseo de entrar
en los alrededores
cuando me deslizo en otras vidas
como bajar a tientas
por un alero por una canal
por los bordes de una superficie
que comunica lo que sigue.
Igual no es que me instale
solo muevo mis ilusiones
de encontrar al menos
algunos de los rasgos que llevan
las vidas que al pasar nos dejan
parte de las cosas que obtienen
y también
las que desaforadamente excluyen.
Es cierto, nadie garantiza
que guardes algún patrimonio
pero solo irás a construir
aquello que has buscado.
Y los episodios
no los obtienes debajo de alguna coraza
estar quieto es sólo
la práctica de estar muerto.
Cuando fluyes,
cuando intentas alcanzar lo que te falta
es como si devolvieras esa libertad
que por albedrío te concedieron.
No estoy acusando
que disimules las soledades que padeces
ni añoro la costumbre
de almacenar quejas
como si fuera tu cofre
o una sagrada vestidura
de tanta entereza,
ni he dicho que mantendré para siempre
el peso del sentimiento tuyo
con el que hasta ahora te sostienes.
La única verdad que pueda anunciar
viene de esa búsqueda constante
de lo que encuentro,
cuando paso por encima
de las cabezas que cuelgan
del mismo aire de prorrogar la invención
de que la armonía es con exactitud
como el imán de un episodio
un pedazo abajo
que refleja alguna inmensidad arriba.
También he podido imantar
con las armonías que producen
los choques entre cuerpos
sin que pretenda idealizarte
como se hace con un azul celeste
sobre ese fragmento de vida que a flash
los delirios nos regalan.
Lamento que todavía
no sepa perpetuar la solidez aparente
cuando nos quedamos
contemplando el vacío
y describimos con demasiada espontaneidad
un paraíso del terreno
que ya habíamos fabricado,
porque por lo general
la mente construye esas fortalezas
con la que añoramos
nos sigan recordando.
¿Será que te quedarás mudo
como un hilo tejido a su costura?
No respondo. Nunca he podido
interpretar silencio alguno
apenas he visto los ojos de un cadáver
con los ojos abiertos, congelados,
en el lago artificial de la ciudad
y el cielo también estaba
inamovible en sus ojos.
Juan C Recio Martinez.

cuadros de Heinrich Campendonk (1889-1957)

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