Ahora no puede ser

John Singer Sargent, Portrait of Mrs Robert Harrison, 1886



No es posible
Díganle que es totalmente imposible
Ahora no puede ser
Es imposible
No puedo
Díganle que estoy tristísimo, pero no puedo ir esta noche a su encuentro.
Cuéntenle que hay millones de cuerpos que enterrar
Muchas ciudades que reconstruir, mucha pobreza por el mundo
Y las mujeres se están volviendo locas, y hay legiones de ellas escardando
La añoranza de sus hombres; cuéntenle que hay un vacío
En los ojos de los parias, y su flacura es extrema; cuéntenle
Que la vergüenza, la deshonra, el suicidio rondan los hogares,
Y es preciso reconquistar la vida.
Háganle ver que es necesario que yo esté alerta, de frente a todos los caminos
Presto a socorrer, a amar, a mentir, a morir si es necesario.
Explíquenle, con cuidado -no la acongojen…- que si no voy
No es porque no quiera: ella sabe; es porque hay un héroe en una cárcel
Hay un labrador que fue agredido, hay un charco de sangre en una plaza.
Cuéntenle, en secreto, que debo estar preparado, que mis hombros
No se deben curvar, que mis ojos no se deben
Dejar intimidar, que llevo a cuestas las desgracias de los hombres
Y ahora no es el momento de parar; díganle, mientras tanto,
Que sufro mucho, pero no puedo mostrar mi sufrimiento
A los hombres perplejos; díganle que me fue ordenada
La terrible participación, y que posiblemente
Deberé engañar, fingir, hablar con palabras extrañas
Porque sé que, a lo lejos, clarea una aurora.
Si ella no comprende, procuren convencerla
De ese invencible deber que tengo; pero díganle
Que, en el fondo, todo lo que estoy dando es de ella, y que me
Duele tener que despojarla así, en este poema; que por otro lado
No debo usarla en su misterio: la hora es de esclarecimiento
Ni inclinarme sobre mí cuando a mi lado
Hay hambre y mentira y el llanto de un niño solitario en una calle
Junto al cadáver de una madre; díganle que hay
Un náufrago en medio del océano, un tirano en el poder, un hombre
Arrepentido; díganle que hay una casa vacía
Con un reloj golpeando horas; díganle que hay un gran aumento
De abismos en la tierra, hay súplicas, hay alaridos
Hay fantasmas que me visitan de noche
Y que debo recibir; coméntenle mi confianza
En la mañana
Que siento una sonrisa en el rostro invisible de la noche
Vivo en tensión a la espera del milagro; por eso
Pídanle que tenga paciencia, que no me llame ahora
Con su voz de sombra, que no me haga sentir cobarde
Y tener que abandonarla en este instante, en su inmedible
Soledad; pídanle, oh pídanle que se calle
Por un momento, que no me llame
Porque no puedo ir
No puedo ir
No puedo.
No la traicionaré. En mi corazón
Vive su imagen, y nada diré que pueda
Avergonzarla. Mi ausencia
Es también un sortilegio
De su amor por mí. Vivo del deseo de volverla a ver
En un mundo en paz. Mi pasión de hombre
Sobrevive conmigo. Tal vez yo deba
Morir sin verla más, sin sentir más
El gusto de sus lágrimas, sin mirarla correr
Libre y desnuda en las playas y en los cielos
Y en las calles de mi insomnio. Díganle que es ése
Mi martirio; que a veces
Me pesa en la cabeza el tiempo de la eternidad y las poderosas
Fuerzas de la tragedia caen sobre mí y me empujan a la sombra
Pero que debo resistir, que es preciso…
Pero que la amo con toda la pureza de mi pasada adolescencia
Con toda la violencia de las antiguas horas de extática contemplación
Con un amor lleno de renuncia. Oh, pídanle a ella
Que perdone a su triste e inconstante amigo
A quien fue dado perderse por amor a su semejante
A quien fue dado perderse por amor a una pequeña casa,
A un jardín, a una muchacha vestida de rojo
A quien fue dado perderse por amor al derecho
De todos a tener una pequeña casa, un jardín
Y una muchacha vestida de rojo; a quien perdiéndose le es dulce perderse…
Por eso convénzanla, explíquenle que es terrible
Pídanle de rodillas que no me olvide, que me ame
Que me espere, porque soy suyo, sólo suyo; pero que ahora
Es más fuerte que yo, no puedo ir
No es posible€
Me es totalmente imposible
No puede ser, no
Es imposible
No puedo.
No puedo
Vinicius de Moraes
(Brasil, 1913-1980)
Traducción de MDM.

The Story of a Life, 1866
William Quiller Orchardson (1832-1910)

Commentaires

Articles les plus consultés