Oxidation, collection Experiencias humanas/ human experiences, Margarita García Alonso, 2016
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CON LAS CREACIONES
Robert
Musil: El sastre (1923)
I
No
creo que haya sido un sastre.
Ante
el juez, dijo: "quiero ir a la cárcel, señor, en ninguna otra
parte me siento mejor. Mi madre ha muerto, perdí a mis amigos; ah,
nunca fui tan agresivo con mi madre como debería haber sido. ¿Qué
valor tiene la vida? Téngame lástima. Téngame lástima, señor
Juez, enciérreme para siempre. Si lo hace, yo sería feliz; allí
podría trabajar como sastre, no necesitaré salir al mundo. El
juez, sin embargo, no se conmovió: lo sentenció a una semana de
arresto.
El
condenado protestó pidiendo la revisión de su proceso, porque la
sentencia le parecía demasiado breve.
El
juez le informó que la revisión de un sentencia demasiado breve
era cosa del fiscal; pero el fiscal no tenía ganas.
II
Creo
que poco después rodaba una bomba enorme, una bomba más grande que
yo, por la avenida del 12 de septiembre. Quería dinamitar a mi
tiempo. Un policía me detuvo y revisó la bomba. Le dije:
"necesito dinamitar a mi tiempo, porque no me sigue, oficial,
estas son mis obras. La bomba me parecía en este momento tan grande
como los rollos enormes de papel que se descargan frente a las
enormes imprentas de los periódicos. "Ah. usted trabaja en un
periódico", dijo el policía, "no, la prensa no necesita
ningún permiso"
III
Mi
bomba rodaba con una envidiable precisión rumbo a la rampa puerta
del Parlamento, después entró a la gran sala donde; si se anuncia
una revolución, se congregan una multitud de guardianes del orden.
Me permitieron encenderla, pero no explotó porque arriba seguían
hablando. Y cuando grité "¡veinte años después de mi muerte
será una verdadera bomba!", una nube de policías se lanzó
sobre mí. Me defendí con un instrumento que llevaba conmigo. Creo
que se llama taladro torácico, una suerte de perforador que se
aplica contra el pecho. Tiene una manivela y puede traspasar bloques
de acero. Se lo puse a un policía entre el segundo y el tercer botón
de su uniforme. El oficial comenzó a ponerse pálido. En ese
momento los otros me cayeron encima, trataban de sujetarme los
brazos y; aunque no les resultó fácil, poco después ya no podía
moverme. Así me aprehendieron.
IV
¡Señor
Juez, dije!
Señor
juez, yo he aprendido y estudiado muchas cosas, porque quena ser
escritor y conocer mi tiempo, no sólo... Sí, me defendí cínicamente;
pero el juez que ya me conocía sonrió preguntando:
—¿Ha
ganado dinero?
—¡Nunca,
dije, está prohibido!
En
ese momento el juez miró al secretario del juzgado, el abogado en
derecho, al licenciado en izquierda, el fiscal al amanuense, y todos
soltaron una carcajada. "¡Deseo que se presente el dictamen de
un especialista!", grito triunfante el defensor.
"Usted
está acusado, porque no ha hecho dinero", dijo el juez.
Desde
entonces estoy en la cárcel.
Le
falta la glándula monetaria, dijeron los especialistas, por ese
motivo no tiene una regulación moral, por eso se convierte en un
individuo irascible si se le trata mal. Además, sufre de una aguda
distracción, no puede retener lo que otros han repetido cien veces.
busca siempre nuevas ideas. El dictamen de los especialistas en
literatura fue peor. En suma: soy un mediocre a quien no se le
conmutó la sentencia.
Desde
que estoy aquí vivo en un sueño del orden. Nadie crítica mi
conducta desmedida. Al contrario, entre los presidiarios soy una
persona encantadora, mi inteligencia es extraordinaria. Soy una
autoridad literaria, escribo las cartas de los vigilantes. Todo el
mundo me admira. Yo, que en el mundo de los justos era un mediocre,
en el de los injustos soy un verdadero genio moral, un intelectual
de altos vuelos. No hago nada por dinero, sino por alabanza y
autoadmiración. Trabajo otra vez como sastre. Ah, la vida espléndida
del trabajo, mi alma es una aguja finísima, vuela horas enteras,
entra y sale por semanas, zumba como una abeja diligente. Y en mi
cabeza hay tan poco como adentro de una tumba, y las abejas zumban.
VI
Si
alguien quiere demostrarme que todo esto es una mentira, que nunca
he sido un sastre mediocre y que no vivo en la cárcel, entonces yo
le rogaría al presidente de la República que me asignara un lugar
de honor en el manicomio.
Ahí,
uno también se siente a gusto.
Ahí,
nadie se sorprendería de que yo haga las cosas porque me gustan. Sí,
al contrario, ahí, en el manicomio, todos estarían dispuestos a
quitarme los obstáculos del camino.
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