Miss Frida Andersen

Miss Frida Andersen poses for a photograph in Ekeberg, Oslo, Norway. Summer 1910.
(National Archives of Norway)

Rapsodia de la dulce Habana.
Por Belkis Cuza Malé

La Habana, insondable, perpetua,
destilando el olor de todos los mares,
de todos los epítetos,
de todas las ideologías que te cercan.
Te has quedado sola,
una vieja dama sola en medio del destino.
Ayer se marcharon los ingleses con sus tropas,
nadie los quiso
porque hablaban
en lenguas (al menos, la lengua del otro).
Y al fin y al cabo La Habana era de Pepe Antonio,
que ni apellido tenía, o recordamos,
pero defendió con los dientes su villa,
y se hizo estatua en el parque.
Luego se marcharon los otros,
los indeseables "gusanos",
y un día comenzaron a irse uno a uno
los del Vedado, Miramar, Santo Suárez, Almendares,
la Víbora, Párraga (!hasta los de Párraga!).
Y otro día se ahogaron en la bahía tus niños,
tus mujeres,
tus viejos,
cuando los demonios
hundieron a coletazos el remolcador.
Ahora sus espíritus
flotan como algas, enredados entre tiernas sonrisas
y corazones de mujer.
Amores no te faltan.
ni hachas, ni martillos,
ni hoces, ni mitos.
Tú, La Habana soñada, elegante,
fina como señorona de salón,
con trenzas y cañones,
convertida en cementerio de turistas,
es decir, de gente sin alma
que visita tus ruinas,
como si fueras Pompeya.
Nuestro Nerón anda todavía vivo
planeando cacerías,
locuras.
La Habana arderá como la famosa zarza,
promete,
si lo atacan.
Y si no lo atacan
arderá igual porque él sueña con la Historia.
La Habana,
perdida en el horizonte del miedo
se hizo una noche al mar y aún no la encuentran.
No ha arribado a ningún puerto.
Pobre Habana, pobre mujer y niña
violada por las sombras.

De su  novela "Lagarto, lagarto!",
publicada por Linden Lane Press en 2013

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