Historia inconclusa de la mujer infinita, por José M. Fernández Pequeño
Por José M. Fernández Pequeño
avec Karenia Guillarón Gutiérrez.
Fue hace ocho años y creo recordar que ella estaba sentada sobre la paz
de un aire misterioso, haciendo bailar las palabras en puntica de pies
como a quien todo le importa. Fuera de ese o de otro modo, no me dejó
más opción que memorizarla, registrar latidos, adivinar dolores que a
veces semejaban respiraciones. Rehacerla, en fin, para guardarla. Pero
he aquí que al día siguiente apareció distinta y hubo que redefinir
medidas y perseguir suposiciones otra vez. Y otra vez cada uno de los 2
920 días que han ido llegando: ayer, el empeñarse a muerte tras un
resuello; hoy, un dejarse vivir a la sombra del capricho; mañana, la
coronación de un guiño, no de cualquier guiño, solo de aquel que se
precia en contener todas las señales. Ella cada vez distinta y la misma,
obligándome a ser yo también distinto y el mismo para merecer la
aspiración de escribir alguna vez el cuento de la mujer infinita.
Porque, lo reconozco, ni siquiera estoy seguro de que aquel primer día
ella estuviera sentada sobre la paz de un aire misterioso, y en cambio
bien pudiera ser que yo la haya inventado esa vez y las siguientes,
siempre otra y siempre ella. Una cosa sí tengo por sabida: fue hace ocho
años justos… un día como hoy.
avec Karenia Guillarón Gutiérrez.
Historia inconclusa de la mujer infinita
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