Soligregario: Nosotros los adictos

[Los viejos techos de la ciudad
gritan y se desprenden
veo los espíritus con sus
cabezas rotas
el arpa de la ninfa hecha
pedazos y los perros ladran
llega el terror con el viento y
la ausencia de nicotina].
Nosotros
los adictos
volamos sobre esos techos
que salen disparados
como proyectiles
y arrancan de raíz
las ramas enfermas
nos pinchamos los pulmones
para que pueda entrar el
oxígeno
y nos decimos con indolencia
yo
quiero ser cremado
preferimos imaginarnos ceniza
y caminar con el cigarillo
atrapado en las comisuras
por callecitas misteriosas
al estilo film noir
antes que bronquios comatosos
y asfixia…
¡son tan oscuros los puentes
sin humo!
claro
los héroes fuman
los bandidos fuman
la femme fatale fuma
el glamour fuma
pero no mueren
de enfermedades respiratorias
mueren de amor
de balas y trampas
el condenado
a la silla eléctrica
pide un cigarillo
para decirle adiós
a este mundo traicionero
no pide bailar un tango
ni ver a su madre
pide un cigarrillo
-ese aparente amigo
de cruzar puentes
que le ha perforado
los pulmones
[esto me hizo recordar la queja
cotidiana
cantada con melancolía de bolero
por las calles habaneras
♫ daría
mi vida por un cigarro ♪
y la cola donde a veces un
navajazo o una bofetada
se sumaba al ritual de
neoplasias malignas
apuntadas en la libreta y condenándote
de antemano
con la marca de una crucecita cuatro
veces al mes].
Una mañana
la fatalidad te enfrenta
al emisario de Mictlantecuhtli
que te dice a rajatabla
si
quieres vivir un poco más
tienes
que matar al cigarro
y tú
aunque creas en la
reencarnación
y hayas sido testigo
del más allá y de todos los
reinos
de pronto descubres
que todavía quieres estar aquí
con tus achaques y
aburrimientos
los hache pes y las ninfas
el cafecito de la Calle Ocho
y el reguetón que asusta a los
gatos
las amenazas apocalípticas
y el calentamiento global
los ángeles que ladran y
maúllan
te das cuenta
que no cambiarías
tu reino por un cigarro
-como hiciera por un caballo
el infeliz de Ricardo III-
y vas
y te fumas el último
con delicadeza de amante
que se despide sufriendo
te lo pones en los labios
con esa dulzura mística
que solo se siente por una diosa
y le dices hasta siempre Lili Marlene
sabiendo que nunca volverás
a besar su boquilla suave
olorosa a vegas y rapé
aunque quizás extrañes
alguna noche su veneno
cuando los versos te pregunten
¿qué se
hizo de aquél
por el que
todo perdías
?
[Después de diez días los disparos
del aire contra los techos
van disminuyendo.
Entra una paz trasparente y sin
demandas.
La luz del sol alumbra esas
florecitas moradas del patio vecino
y el aguijón pernicioso que
oscurecía mis paredes
se clava en otras menos
afortunadas.
Hoy pude respirar un poco mejor…
por primera vez no sentí
nostalgia por el humo].
C. K. Aldrey

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