Mayakovsky

Mayakovsky with Aleksei Kruchenykh, David Burliuk , B.K. Livshits and Nikolai Burliuk in 1913.

“…He tendido mi alma como una soga sobre el precipicio,
con malabarismos de palabras me he columpiado en ella…”

VM

“¡Escuchen!”

¡Escuchen!
¿Si las estrellas se encienden,
quiere decir que a alguien les hace falta,
quiere decir que alguien quiere que existan,
quiere decir que alguien escupe esas perlas?
Alguien, esforzándose,
entre nubes de polvo cotidiano,
temiendo llegar tarde,
corre hasta llegar hasta Dios,
y llora,
le besa la mano nudosa,
implora,
exige una estrella,
jura,
no soportará un cielo sin estrellas,
luego anda inquieto,
pero tranquilo en apariencia,
le dice a alguien:
“¿Ahora estás mejor, verdad?
¿Dime, tienes miedo?”
¡Escuchen!
¿Si las estrellas se encienden,
quiere decir que a alguien les hace falta,
quiere decir que son necesarias,
quiere decir que es indispensable,
que todas las noches,
sobre cada techo,
se encienda aunque más no sea una estrella?
Vladimir Mayakovsky


“…El barco del amor
se ha estrellado
contra la vida cotidiana
y estamos a mano
tú y yo…”

VM

“De nuevo”

De nuevo
sombrío y melancólico
cogeré mi corazón salpicado de lágrimas
y como un perro lleva
a su garita
su pata atropellada por el tranvía
así lo llevaré.
La sangre de mi corazón marcará el camino,
como flores deshojadas en el polvo.
Mil veces
daré vueltas como el sol a la tierra,
como Salomé la cabeza del Bautista.
Y cuando baile mis años
hasta el final,
con millones de gotas de sangre
se cubrirá el camino
hasta la casa del padre.


Nació Bagdadi (actualmente Mayakovski, en su honor), Georgia, el 19 de julio de 1893.
Ruso y cosaco por parte de padre y ucraniano por parte de madre.
Su apoyo al Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, le acarreó persecuciones y la cárcel; en ella comenzó a escribir poesía.
Se suicidó de un disparo en el corazón el 14 de abril de 1930.



“Oigan”

Oigan: si encienden las estrellas
es porque alguien las necesita, verdad?
es que alguien desea que estén,
es que alguien llama perlas a esas escupitinas.
Resollando tormentas de polvo
del mediodía penetra hasta Dios,
teme haber llegado tarde, llora.
Le besa la mano carniseca,
implora que pongan sin falta una estrella,
jura que no soportará este tormento inestelar,
y luego anda preocupado,
aunque aparenta calma.
Dice a alguien:
Ahora no estás mal, eh?
A que ya no tienes miedo?
Oigan si encienden las estrellas
es porque alguien las necesita, verdad?
Es indispensable que todas las noches sobre los tejados
arda aunque sea una sola estrella.
Vladimir Mayakovsky


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