Antonio de la Caridad Maceo y Grajales
Funeral del General: Antonio de la Caridad Maceo y Grajales. (Santiago
de Cuba , 14 de junio de 1845 - Punta Brava, 7 de diciembre de 1896)
Sindo Pacheco No más de 40 personas. ¿Quénes serán esos dolientes que ahí aparecen, con sus sombreros a la rodillas...?
En
ese rinconcito miserable, velando el cadáver de Maceo, está
sintetitzado todo el dolor de la patria. Cuanta gente mucho tiempo
después iba a hacer uso de su nombre para intereses mezquinos...
(comentario del escritor cubano Sindo Pacheco, en Facebook)
ANTONIO MACEO
Escrito por José Martí en
1893 después de un viaje a Jamaica, donde visitó a
la madre y a la esposa del general Maceo.
De la madre, más que del padre, viene
el hijo, y es gran desdicha deber el cuerpo a gente floja; pero
Maceo fue feliz, porque vino de león y de leona. Ya
está muriéndose Mariana Grajales, la madre, la
viejecita gloriosa en el extranjero, y todavia tiene manos de
niña para acariciar a quien la habla de la patria. Levanta
la cabeza arrugada, con un pañuelo que parece corona. Y uno
no sabe por qué, pero se le besa la mano. A la cabecera de
su nieto enfermo, habla la anciana de las peleas de sus hijos, de
sus terrores, de sus alegrías. Acurrucada en un agujero de
la tierra pasó horas mortales, mientras que a su alrededor
se cruzaban sables y machetes. Vio erguirse a su hijo Antonio,
sangrando del cuerpo entero, y con diez hombres desbandar a
doscientos españoles. Y a los viajeros que en nombre
de la causa de Cuba la van a ver a Jamaica, les sirve con sus
manos y los acompaña hasta la puerta.
María Cabrales, la esposa de Maceo, quien es una
nobilísima dama, ni en la muerte vería espantos, porque le vio ya la
sombra a la muerte muchas veces. No hay más culta matrona que ella, ni
hubo en la guerra mejor curandera. Dijo en una ocasión, cuando faltaban
mujeres en el campo de batalla: "Y si ahora no va a haber mujeres.
¿quién cuidará de los heridos?" Con las manos abiertas se adelanta a
quien la visita y le lleva esperanzas de su tierra. De negro va siempre
vestida, pero es como si la bandera cubana la vistiese. ¡Fáciles son los
héroes, con tales mujeres!
En Costa Rica vive ahora Antonio Maceo. De vez en
cuando sonríe, y es que ve venir la guerra. Todo se puede hacer. Todo se
hará a su hora. Y hay que poner atención a lo que dice, porque Maceo
tiene en la mente tanta fuerza como en el brazo. Firme es su
pensamiento, como las líneas de su cráneo. Su palabra es de una
elegancia artística que le viene de su esmerado ajuste con la idea. No
deja frase rota, ni usa voz impura, ni vacila cuando lo parece. Ni
hincha la palabra nunca ni la deja de la rienda. Pero se pone un día el
sol, y amanece al otro, y el primer fulgor de por la ventana sobre el
guerrero que no durmío en toda la noche buscándole caminos a su patria
para hacerla libre. Con el pensamiento la servirá, más aún que con el
valor. En el general Maceo son naturales el vigor y la grandeza.
PENSAMIENTOS DE ANTONIO MACEO
(Tomados de sus cartas, proclamas y otros escritos)
- Los imperios fundados por la tiranía y sostenidos por la fuerza y el terror, deben caer con el estrépito de los cataclismos geológicos.
- La libertad se conquista con el filo del machete, no se pide; mendigar derechos es propio de cobardes incapaces de ejercitarlos.
- Protestaré con todas mis fuerzas y rechazaré indignado todo acto ilegal que pudiere intentarse vulnerando los sagrados fueros y derechos del pueblo cubano.
- No es una política de odios la mía, es una política de justicia en que la ira y la venganza ceden en favor de la tranquilidad y la razón, es decir, una política de amor…El lema que juzgo más elocuente para que luzca en la bandera de nuestra revolución, es Dios, Razón y Derecho.
- Una República organizada bajo sólidas bases de moralidad y justicia es el único gobierno que, garantizando todos los derechos del ciudadano, es a la vez su mejor salvaguardia…Inquebrantable respeto a la Ley y decidida preferencia por la forma republicana, he ahí concretado mi pensamiento político.
- Yo desearía para mi país un hombre que tenga la virtud de redemir al pueblo… sin haber tiranizado a sus redimidos… Nuestra aspiraciones son amplias, y en ellas caben todos los hombres, cualquiera que esa su modo de pensar y el juicio que formen de las cosas.
- El porvenir de Cuba le pertenece a un pueblo entero y no tenemos derecho a disponer de él en discordia con sus intereses político-sociales.
- Muévenos sobre todo el triunfo del derecho de todas las generaciones que se sucedan en el escenario de nuestra Cuba.
- Siempre estaré al lado del principio racional, aunque para ello necesite estar de frente con las condiciones del actual momento.
- Cuba no debe ni puede esperar soluciones extrañas; su porvenir está en hacerse reina absoluta de sus destinos y recoger a sus hijos proscritos por la tiranía de su opresor.
- Con la soberanía nacional obtendremos nuestra naturales derechos, la dignidad sosegada y la representación de pueblo libre e independiente.
- Quien intente apropiarse de Cuba recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si no perece en la lucha.
- Lo único que yo aceptaría gustoso de mis enemigos fuera el sangriento patíbulo.
- Que difiramos en la forma no quiere decir que dejemos de trabajar en favor de la causa; por el contrario, debemos hacerlo buscando la unión, pues de las ideas compartidas en armonía resulta mejoramiento, contribuyendo a engrandecer la obra común.
Antonio Maceo nació en un pueblecito cerca de
la ciudad de Santiago de Cuba en la provincia oriental de la isla, el
día 14 de junio de 1845. Su padre, Marcos, agricultor, propietario
y comerciante, y su madre, Mariana Grajales, habían nacido en
Santiago de Cuba, y bautizaron al niño con el nombre de Antonio
de la Caridad, en la misma iglesia en que recibió bautismo su
padre. El segundo nombre se lo pusieron por la Virgen de la Caridad,
que es la patrona de Cuba.
Antonio Maceo tuvo varios hermanos y hermanas que
ayudaban a sus padres en las siembra de café, tabaco y plátanos que
tenían en sus tierras, y en la cría de ganado. Como eran negros, aunque
ninguno fue esclavo, no se les permitía a los niños más estudio que el
de las primeras letras, pero Antonio se aprovechó del saber de amigos de
la familia para aprender sobre la historia de su país y sobre los
empeños en varias partes del mundo para acabar con la esclavitud.
La niñez de Antonio fue feliz. En el hogar reinaba la
más sana armonía. Los hermanos se querían como amigos íntimos, y los
padres sembraban con su ejemplo el culto a la honradez, al trabajo y a
la justicia. Los que conocieron a Antonio de jovencito, cuando hacía
viajes a la ciudad para vender los productos que cosechaba la familia,
lo describían como simpático, inteligente, alegre, alto, fuerte y muy
bien parecido.
Antes de cumplir los 20 años Antonio se enamoro de la
que iba a ser su esposa, Maria Cabrales, con la que se casó poco
después. Muy pronto tuvieron una hija , a la que bautizaron con el
nombre de María de la Caridad: mitad del nombre de la madre, María, y
mitad del nombre del padre, de la Caridad; y al año siguiente les nació
un hijo, al que le pusieron José Antonio, la mitad del nombre por el
padre y la otra mitad por el hermano que más quería Antonio, Jose, que
llegaría a ser uno de los más valiosos generales de la Guerra de
Independencia.
Ya en aqulleos días hacían preparativos los cubanos
para librarse de la opresión de los españoles que gobernaban el país, y
para declarar a Cuba una nación libre e independiente. Dirigían la
conspiración ricos propietarios blancos de la región oriental, muchos de
ellos masones, y el 10 de Octubre de 1868, dirigida por Carlos Manuel
de Cespedes, empezó la insurrección. Dos meses después el gobierno de la
República en Armas firmó un decreto ordenando la abolición de la
esclavitud, y muchos negros se unieron a la rebelión contra España.
La familia Maceo supo del levantamiento, y enseguida
se sumó a él. La madre, Mariana Grajales, reunio a sus hijos en la sala
de la casa, y los hizo arrodillarse para que juraran por Cristo, y ante
un crucifijo, libertar a Cuba o morir luchando por su patria.
Antonio montó su mejor caballo y se unió a las
fuerzas cubanas como simple soldado, pero, por su valor muy pronto lo
hicieron sargento. Como toda la familia apoyaba la causa de Cuba, el
enemigo se presentó en sus propiedades y les quemó sus casa y
pertenencias. Tiempo más tarde Antonio, subiendo de grados por méritos
militares iba a llegar a teniente coronel. Habia aprendido el arte de la
guerra del general Máximo Gómez, un dominicano que fue a Cuba para
ayudar a los cubanos en su empeño de hacerse libres. Muy pronto, en
distintas acciones de guerra, murieron un hermano de Antonio y el padre
de la "tribu heroica" como se llamó a aquella familia que tantos
patriotas dio a Cuba.
Poco después recibió Antonio la primera herida de las
muchas que recibiría en el campo de batalla. Lo llevaron a curar a un
improvisado hospital de sangre en el que trabajaban su madre, su esposa y
otros de sus familiares, y, a pesar de ver herido a su hijo, y a pesar
del dolor por el que pasaba debido a la reciente muerte de su esposo y
de uno se sus hijos más queridos, Mariana Grajales se encaró con el
menor de ellos, que allí estaba, y le dijo: "¡Y tú, empínate, que ya es
tiempo de que pelees por tu patria!"
Aún en cama por su herida, Antonio y María tuvieron
la pena de saber que sus dos pequeños hijos habían muerto por las
privaciones de la guerra. Durante diez años continuaron los cubanos su
lucha por la libertad, por eso se conoce esa guerra como la Guerra de
los Diez Años, o la Guerra Grande. Maceo participó en 800 combates y
tenía 22 cicatrices de heridad en el cuerpo. No lograron los cubanos la
libertad por la que habían luchado con tanto valor. Firmaron un acuerdo
con España por el cual ésta la haría algunas concesiones a los
patriotas. Maceo, ya como Mayor General, se negó a rendirse, y junto a
algunos de sus hombres hizo lo que se conoce en la historia como la
Protesta de Baraguá, denunciando el pacto por el que terminaba la
guerra, pero poco después se vio obligado a salir para el exilio con la
esperanza de reiniciar otra insurrección armada para lograr la
independencia de su patria.
El general Antonio, como ya lo llamaban todos los
cubanos, inició su exilio en Jamaica, donde dejó a su madre y a su
esposa, y de ahí se fue a Nueva York en busca de dinero para organizar
una expedición que lo llevara a Cuba. No tuvo éxito y se vio obligado a
establecerse con su mujer en la América Central, pero siguió
conspirando, por lo que viajó entre 1881 y el comienzo de la nueva
guerra de independencia, en 1895, por los centros principales en que se
habían establecido los cubanos: Cayo Hueso, Santo Domingo, Panamá, New
Orleans y Nueva York. En esta última ciudad conoció a José Martí, quien
iba ser el encargado de preparar el nuevo levantamiento con el que se
lograría por fin hacer la isla independiente.
En 1895 Maceo salió de Costa Rica con un grupo de
cubanos, y desembarcaron en la provincia de Oriente. Ya se había
iniciado la insurrección en el poblado de Baire. Poco después llegó a
Cuba, también para sumarse a la guerra, el general Máximo Gómez, José
Martí y un puñado de valientes. Esos tres eran los que iban a dirigir la
campaña, Martí, Gómez y Maceo, y se reunieron para discutir lo que se
debía hacer.
Luego se separaron, cada uno a cumplir lo que poco
antes allí habían acordado, y José Martí fue muerto en combate en un
lugar llamado Dos Ríos, el 19 de Mayo de ese año 1895.
En recuerdo de su valiente Protesta en Baraguá,
cuando termino la Guerra de los Diez Años,Maceo se dispuso a invadir la
isla desde ese mismo lugar, y salió con sus fuerzas hacia el Oeste.
De combate en combate fue atravesando toda la isla,
derrotando al ejercito español que hacía e s f u e r z o s desesperados
para detenerlo. En una carta a su querida esposa le escribe: "Para mí
no se ha hecho la tranquilidad. Vivo a caballo corriendo en toda
dirrección. Veinte y dos mil hombres forman diez y ocho regimientos que
tengo sobre las armas".Al pasar por Camaguey, la provincia inmediata a
la de Oriente, varias mujeres le entregaron a Antonio Maceo una gran
bandera cubana para que la llevara hasta la provincia de Pinar del Río,
el término de su gran campaña.
Y así él lo hizo, y a principios de 1896, en el
pueblo de Mantua, que era donde debía terminar la invasión, Maceo plantó
la bandera que le habían entrgado las camagueyanas. Los españoles
estaban ya prácticamente derrotados. Pero aún una pena mayor tendría que
sufrir el general Antonio: en un encuentro con el enemigo, murió en la
provincia de Oriente, su hermano preferido, mayor general José Maceo y
Grajales. "El león de Oriente".
Se acercaba el momento de la terminación de la
guerra, y de lograr la independencia. Maceo regresó a la provincia de La
Habana, por la que había pasado poco antes con la invasión. Y el día 7
de Diciembre, un lunes, a las dos de la tarde, mientras descansaba en
una hamaca junto a sus soldados, en un lugar llamado San Pedro se oyeron
disparos de fusil: era una columna española que había penetrado en el
campamento de los cubanos. Maceo se vistió, montó a caballo y se dispuso
a dirigir un ataque contra el enemigo en la misma forma en que lo había
hecho tantas veces. Seguido de sus hombres ordenó una carga al machete,
pero una bala lo hizo caer con la cara destrozada. Sus soldados
trataron de reanimarlo, pero un minuto después estaba muerto. Varias
familiares suyos ya habían caído en el campo de batalla. "Nosotros, los
Maceo", siempre decia, "tenemos que morir por la patria". Por su valor y
heroísmo, los cubanos lo llaman, con admiración y cariño, "El Titán de
Bronce".
Maximo Gómez, como Jefe del Ejército Libertador,
anunció a sus soldados la muerte de su Lugarteniente con estas
palabras: "La patria llora la pérdida de uno de sus más esforzados
defensores, Cuba llora al más glorioso de sus hijos, y el Ejercito al
primero en la defensa de la patria".
El ilustre filósofo y maestro Enrique José Varona, quien ocupaba el puesto de Martí en la dirección del periódico Patria, de
Nueva York, escribió a raíz de la tragedia occurrido en San Pedro:
"Maceo tuvo la suerte de encarnar en vida una grande y noble idea, y ha
tenido la suerte de seguir siendo después de su muerte, una de las
grandes fuerzas que están en acción para realizar la obra emprendida".
Un año y medio después de la muerte de Maceo, los
cubanos lograron el triunfo que tantos sacrificios les costó. Los
Estados Unidos habían declarado la guerra a España, desembarcaron en la
isla y, dirigidos por el Ejercito Libertador, hicieron que los españoles
se rindieran. Maceo siempre se opuso a toda intervención extranjera.
Más de tres años estuvieron los americanos en Cuba, y el 20 de Mayo de
1902, les entregaron a los cubanos el gobieron de la nación
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