Saint Catherine, Museo del Prado, Madrid

ÑEZ DE LA ALMEDINA, Fernando
Saint Catherine
1505-10
Oil on canvas, 212 x 112 cm
Museo del Prado, Madrid


PERDIDAS
Puedo escribir de una mujer de vidrio.
Escribiría de una mujer de hierba
un día casi árbol
al otro espiga
y después seca como un manojo de briznas.
Quise escribir de una mujer de anillos vaporosos como el humo.
Pude escribir y no lo hice
sobre una mujer adormecida
soñando sus múltiples descensos
soñando unos hombres que siempre le apuntan con el dedo
y le exigen un despertar de ángel
un despertar sofisticado
casi verde
o demente
o cálido
o silencioso.
He de escribir de una mujer de agua
de su turbulenta transparencia
casi nada en el hueco de la mano
sólo sabe de burbujas
de cauces
de piedras en el fondo
de un camino que cambia
y se retuerce
de un temor de años a las cataratas.
Voy a escribir de una mujer que ha muerto
sosteniendo el hambre de los suyos
de desprecio
de fatuidad
de las más mediocres esperanzas.
Muerta de la vulgaridad del alma
de sus toses
de esperar que cambien los designios
que la vida le devuelva
la música inmensa de las ganas
que le devuelva
su coraza
su vaporosa flor de sangre
y toda
todísima la calma.
Escribí de una mujer sin juicio
que busca dónde refugiar su espanto
su aparatosa soledad:
y no sé si ganó o perdió
esa guerra de olvidos,
ciertamente no sabemos
en qué lágrima se fue
en qué acabada tarde nos dejó sin su amenaza.
Escribiría de una mujer de fuego
saliendo del borde de una llama
para que no la encuentre el hombre
que es un dedo
apuntando al pecho
a su sexo
a su espalda
a su demora
a sus manías
a sus labios
que son de hacer silencio.
Finalmente escribo de una mujer de carne
que pudo ser
o aparentar que conoció
a todas las demás mujeres.
Temblorosa inmediatez la suya
en los diversos mundos de las otras.
Escribiré del vidrio
del humo
del sueño
del agua
de la muerte
del juicio
del fuego
de la carne
donde esa mujer se trenza el pelo y sonríe.
No tuvo la música en una caja diminuta.
Tuvo alucinaciones con el cielo
y predijo sin equivocarse
una explosión de tardes soleadas en diciembre.
Se hizo adulta
frígida
silente
tolerante
casi normal.
Nadie dude encontrarla ejerciendo su libertad
en una plaza pública
o en la cocina de su casa.
La libertad le cuesta a una mujer
innumerables pérdidas.
Sonia Díaz Corrales
Santa Cruz de Tenerife, Islas Canarias.

Commentaires

Articles les plus consultés