Sigfredo Ariel: "El Fayad que conocí"

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Edición especial dedicada al poeta Fayad Jamís Bernal (Ojocaliente, Estado de Zacatecas, México, 28 de octubre de 1930- La Habana, 12 de Noviembre de 1988)
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----------El Fayad que conocí
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-Por Sigfredo Ariel
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Fayad Jamís había estado para mí envuelto en muchas incógnitas. Su poesía me parecía contradictoria. Eran los tiempos en que el conversacionalismo era para la mayoría de los poetas jóvenes de inicios de los 80, pecado mortal. Yo no comprendía que el mismo autor de Cuerpo del delfín y Los Puentes hubiera escrito 23 y 12 o Con tantos palos que te dio la vida, poema famoso. La joven poesía era entonces tildada de escapista, libresca, hermética y muchísimas cosas más en artículos de periódicos y en oficinas influyentes. Creo que algunos rechazábamos de plano el lenguaje directo o la anécdota narrada en el poema como resistencia a aquellos ataques que a menudo sobrepasaban lo estético y se convertían en políticos.
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No sé bien el año en que Fayad vino a residir definitivamente en La Habana. Lo vi unas cuantas veces, de lejos, en el Centro Carpentier o en la sede de El Caimán Barbudo, en la calle Paseo. Jamás pensé en acercármele motu propio. En el 85 lo pusieron de jurado en un concurso de poesía que yo gané. En la premiación me lo presentó Bernardo Marqués Ravelo, hombre muy diestro en acercar a las personas. Hablamos de música, de Billie Holiday, de Charlie Parker y de Charles Trenet. Tuvo la delicadeza de invitarme a su casa para escuchar algunos discos.
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Unos días después nos aparecimos en su apartamento de 27 y O, Cira Andrés y yo. Cira llevó de regalo un flan de leche como sólo ella era capaz de hacer, confeccionado amorosa y heroicamente. -

En realidad vivíamos muy cerca de Fayad, lo que nos permitió visitarlo con cierta asiduidad durante una temporada. Recuerdo sus grandes tazones de cerámica mexicana repletos de té negro “de bolsita”, unas copitas de añejo en el atardecer o la alta noche, y algunos discos que me prestó --–el Abbey Road, uno espléndido de Ella Fitzgerald con Elis Larkins–, y un par de novelas. Nosotros soñábamos con hacer una imprenta en la Casa del Joven Creador, él se entusiasmó con la idea, nos mostró muchas de los resultados de sus aventuras como impresor, editor y diseñador, libros mínimos hechos con pocos recursos, en La Habana de los años 60, y más tarde en el distrito federal. Me regaló un ejemplar de Las lluvias, traducido por Lezama, que él había publicado en los tiempos de La tertulia.

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Lo visité en otras ocasiones con mi querida amiga Albis Torres hasta que me decidí a aparecerme solo, con cualquier pretexto, para conversar un poco, oírlo más bien. Una vez le llevé en un casete una vieja grabación de Arcaño y sus maravillas, era un danzón que se llama El moro eléctrico, porque sus viejos amigos le decían El Moro. Para mí siempre fue Fayad, y ante él me sentí siempre sobresaltado.
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Él estaba, invariablemente haciendo planes. Escribía y publicaba poemas, hacía diseño de telas y se iba al taller de la Plaza de la Catedral a hacer litografías. Había hecho instalar un tórculo para imprimir grabados en metal en la sala de su casa que no sé si tuvo tiempo de usar. Tuvo la gran suerte de encontrar amor y apoyo de todo tipo en la poetisa Margarita García Alonso, a quien le publicó un hermoso libro. Hacían una pareja cálida e inteligente. Eran felices. Fayad hablaba en tono bajo y despacio (speak low, como la canción), y pronunciaba muy bien todas las eses, tal vez por haber estado tanto tiempo en México.
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Contaba anécdotas de sus duros tiempos parisinos y de los aún más duros, cuando vivía en un cuartico en la Plaza del Vapor, sin demasiado dramatismo, intercalando anécdotas simpáticas en las que a menudo un amigo no quedaba muy bien parado. En sus conversaciones reveló algunos episodios terribles de los tiempos que luego se llamaron quinquenio gris o decenio negro. No creo que albergaba rencores. Tenía sentido del humor. Reía con deseos, pero sin estridencias.

Una noche en su casa leyó unos poemas (canciones a La Habana, decía él) que le habían publicado en la revista de la Biblioteca Nacional. Ya sé que no son muy buenos, pero tal vez sirvan para la música, dijo. Él estaba muy orgulloso de que un poema suyo se hubiera hecho popular años antes como letra de canción (Cuando miro a tus ojos veo en ellos la Patria, que cantaba Sara González). Esa velada fue lenta y extraña. Fayad estaba triste. No sé si ya le habían advertido que padecía cáncer.
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Dejé de visitarlo de pronto. Supe que lo sometían a tratamientos de quimioterapia. A veces, estando en casa de Pepe Rodríguez Feo, quien vivía en su esquina, pensaba ir a visitarlo o al menos llamarlo por teléfono, pero no me atrevía. Una mañana, bajaba yo por la calle de San Francisco, por el parque de los Estudiantes, y allí lo encontré con Margarita. Llevaba una gorra. Nos dimos un abrazo y me reprochó sonriente: Si antes me querías, era por el pelo. Yo prometí ir a verlo, llevarle no sé qué, según la malísima costumbre que tengo de prometer y luego no cumplir. No lo vi más.
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Supe de su muerte en la sala de Albis Torres. Carlos Augusto Alfonso llegó del cementerio con la noticia. Nos tomamos una botella de vino barato en su memoria y comimos algo. Luego llegaron Omar Pérez, Víctor Fowler y Bladimir Zamora. A los pocos días Alberto Rodríguez Tosca hizo un programa de radio dedicado a Fayad y me invitó. Me emocioné mucho en el estudio, quizás porque fue el momento en que caí en cuenta de que el poeta se había ido, esta vez de verdad. Por mucho tiempo a muchos nos resultó extraño pasar por la esquina de 27 y O y no pensar “allá arriba está el tipo”.
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En el patio del Segundo Cabo, hace unos meses, vi una revista en el exhibidor de la librería. Ahí estaba su cara, medio socarrona, impresa en negro y sepia en gaceta, contemplándonos. Entendí que yo (o mejor dicho, mi escritura) estaba más cerca de su poesía coloquial que la de su juventud, que tanto deslumbraba al tipo que fui a los veinte años. Me hubiera gustado hablar de esto con él. En realidad, me hubiera gustado hablar de muchas otras cosas con Fayad Jamís.
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El rostro de Fayad
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Como un galán del cine mejicano
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su glorioso pelo negro, la sonrisa medrosa

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de quien no está seguro

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si gusta todavía a las muchachas

---- –alarma primordial

--descubro / en la contraportada

--de papel gaceta sus ojos continuos

--sobre el grupo en que ahora estoy:

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cada quien con un vaso

---- de cartón paliando el retraimiento

abriéndose paso en las espaldas y el púrpura

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del cielo de La Habana en su final,

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que es el mejor instante

--- su bruno bigotico de villano y el tono

de la voz como cortado por aspas / luego

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en la conclusión de la camisa inmaculada,

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el rostro de un Fayad de medio siglo

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cuando leía sus poemas para mí

--- algo recalentados

--- en la sala siempre ajena

frente a una columna de madera zoomórfica

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en las tardes de su apartamento colosal

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atestado de música y unos cuantos

---- camaradas de tiempos vengativos

---- / seguro de que siempre

---- yo saldría perdedor

si le ofrecía guerra pues mi mujer

de entonces, que era hermosa

y todas las mujeres lo adoraban.
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Fayad Jamís nació en Zacatecas, México en 1930 y murió en La Habana en 1988. Desde 1951 expuso con regularidad en Cuba e integró el grupo de "Los Once". En 1954 se trasladó a París, donde, dos años más tarde, efectuó su primera exposición personal patrocinada por el poeta André Breton. Regresó a Cuba en 1959. Poeta, pintor, diseñador, periodista y traductor, fue coeditor de las

Ediciones La Tertulia y director de Ediciones F. J. Fue jefe de la plana cultural de Combate y del suplemento dominical del periódico Hoy. Ejerció como profesor de pintura en la Escuela Nacional de Arte de Cubanacán. Fue miembro del ejecutivo de la Sección de Literatura de la UNEAC y director de la revista Unión. Desempeñó el cargo de consejero cultural en la Embajada de Cuba en México durante once años. En 1962 obtuvo el premio de poesía en el Concurso Casa de las Américas.
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Sigfredo Ariel: Santa Clara, 1962. Poeta, narrador, ensayista, dibujante, guionista de radio, cine y televisión, productor musical. Desde hace veinte años trabaja en la radio y la televisión cubanas, escribiendo y dirigiendo programas culturales. Ha publicado artículos, ensayos y entrevistas sobre estos temas en revistas especializadas de varios países. Poemas suyos han sido traducidos al inglés, alemán, ruso, italiano y francés. Aparece en numerosas muestras y antologías de la poesía cubana contemporánea. Ha recibido los premios de poesía El Caimán Barbudo (1985 y 1988), Premio Abril (1990), Premio La Gaceta de Cuba de Poesía (1995), Premio UNEAC de Poesía (1998 y 2005), Premio Nacional de Poesía Nicolás Guillén (2002). Premio Nacional de la Crítica (2002 y 2006), Premio Internacional ULCRA del Audiovisual Latinoamericano (México DF., 1990), Premio al mejor guión inédito en el XVIIII Festival de Cine de La Habana de 1997 y, en ese propio año, la Distinción Por la Cultura Nacional. Recibió en 1999 la Medalla conmemorativa Fundación de la Ciudad de Santa Clara. Los poeamas aquí publicados pertenecen al libro inédito, Objeto Social.OBRA PUBLICADA:Algunos pocos conocidos (Ediciones Unión, 1987): Premio David - UNEAC, 1986.El enorme verano (Editoria Abril, 1995): Premio Pinos Nuevos.El cielo imaginario (Ediciones Vigía, Matanzas, 1996).Las primeras itálicas (Miguel Gómez Editores, Málaga, España, 1997).Hotel Central (Ediciones Unión, 1998): Premio UNEAC, Julián del Casal, 1997.Los peces y La vida tropical (Editorial Letras Cubanas, 2000).Manos de obra (Editorial Letras Cubanas, 2002): Premio Nacional de Poesía Nicolás Guillén, 2002.Born in Santa Clara (Ediciones Unión, 2006 y 2007): Premio UNEAC de Poesía “Julián del Casal “ 2005, y Premio Nacional de la Crítica 2006.Cielo imaginario (2008).Reside en La Habana.
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Foto de FJ tomada de la Web.
Foto de SA: DR.
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