Manuel Vázquez Portal: "Cartas estrujadas" Edición especial dedicada al poeta Fayad Jamís Bernal
Oct
28
Manuel Vázquez Portal: "Cartas estrujadas" Edición especial dedicada al poeta Fayad Jamís Bernal
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Edición especial dedicada al poeta Fayad Jamís Bernal (Ojocaliente, Estado de Zacatecas, México, 28 de octubre de 1930- La Habana, 12 de Noviembre de 1988)
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---------------Cartas estrujadas
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-Por Manuel Vázquez Portal
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Fue el poeta y traductor David Fernández Choricián* –que para entonces firmaba sólo como David Chericián-quien me presentó a Fayad Jamís. Y fue Fayad Jamís quien me habló por primera vez del poeta francés Jacque Prevert. Aún recuerdo su voz grave diciendo:
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Trois allumettes une à une allumées dans la nuit
La premiére pour voir ton visage tout entier
La seconde pour voir tes yeux
La dernière pour voir ta bouche
Et l'obscuritè tout entière pour me rappeler tout cela
En te serrant dans mes bras.**
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Chericián y yo salíamos de la cafetería Wakamba. Habíamos ido a almorzar. Era la época en que todavía se podía pedir allí un filete de pescado orly con papas hervidas aderezadas solamente con sal, aceite y perejil. Fayad había desembocado en la calle O proveniente de 23. David saludó. Aquel señor me parecía conocido. Tenía la sensación de que en algún sitio habíamos coincidido antes o, por lo menos, había visto su foto en algún lugar. No quise terciar en la conversación. En el recién aparecido había cierto aire de distanciamiento augusto. Lo nimbaba una luz entre misteriosa, protectora y hasta algo esquiva. Me pareció notar que trataba a David con el cariño con que se ampara a un hermano menor. Y así era. Chericián venía siendo como el Benjamín de esa generación de escritores que se vio escindida por una fuerte convulsión social. No me atrevía a intervenir. O temía meter la pata. Yo era entonces un guajirito tímido, aún lo sigo siendo, aunque ya sin el diminutivo.
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David y el desconocido hablaron de París y de Ciudad México. Caí entonces en la cuenta de que el recién llegado ocupaba alguna posición importante. Eso hizo que me pusiera alerta. Ya los funcionarios de mi país comenzaban a serme sospechosos, a provocarme una angustiosa urticaria. Y, aunque de aquel hombre emanaba cierta sedancia espiritual ajena a los apparatchik con que había tropezado, no pude evitar la tensión y la alarma.
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Quizás pensé que debía despedirme elegante, cautelosamente y marcharme sin preguntar. Pero, tal vez rectifiqué mi postura –que hubiera podido interpretarse como un acto de mal gusto- y permanecí en silencio. Fue cuando David se percató de que yo no conocía a Fayad y tuvo la cortesía de presentármelo. Al estrecharnos las manos nos miramos fijamente y, quizás, la raíz campesina mutua borró mis suspicacias para darle paso a una leve pero nunca simulada cordialidad.
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Apenas me dijo su nombre se me hizo claro de dónde provenía mi impresión de que lo había visto antes. Había leído Los puentes y La pedrada. Había conocido sus dibujos impulsado por la impronta que dejó en mí la portada que pintó para la primera edición cubana de Paradiso de José Lezama Lima, y había participado en discusiones donde unos lo despellejaban y otros lo ensalzaban –mis amigos poetas de entonces se dividían entre los que seguían su línea circunstancial que lo hacía parecer una especie de Paul Eluard del trópico y los que buscaban su arista más esencial que lo vinculaba con Rimbaud, Valery y Prevert- y trataba de olvidar que había leído también Por esta libertad y Abrí la verja de hierro, lo que me lo ubicaba en esa tendencia de la poesía tribunicia y de barricada que allá en las sabanas del Camagüey nos hacía refugiarnos en una lírica más telúrica y de símbolos autóctonos que nos alejara de tanta pólvora y trenos.
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Pero de lo que sí estuve convencido desde el primer estrechón de manos fue de que era un hombre y un poeta auténtico. Mientras esa ardorosa poesía de trinchera, en otros rezumaba oportunismo, en él venía desgarrada de su propia memoria atormentada. Creyó. Y como creyó escribió. Si se equivocó fue resultado del hechizo engañoso que arrastró a muchos. En su verso militante palpitaba, aunque forcejeando, la poesía verdadera. No era el verso de compromiso adquirido con la intención de trepar. Fayad fue primero, y siempre, poeta; luego funcionario. No era de los que se enrolaban en la poesía para conseguir ser funcionario, o viceversa, de los que se enrolaban en labores de funcionarios culturales para llegar a poetas. Fayad creía en la utilidad de la belleza y en la grandeza humana. Creo que en su generación lo acompañan no sólo los abanderados del estruendo y la presea sino también aquellos que indagaban en las resonancias de la elevación espiritual. Fayad es un poeta escindido porque su circunstancia también estaba dividida. No es hora de ajuste de cuentas, es hora de apropiarnos de lo elevado que nos dejó y de recordarlo como era en su verdadera dimensión.
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Lean conmigo este poema:-
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-----El ahorcado del café Bonaparte
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Para no conocer los abismos del humo
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para no tragarse los periódicos de la tarde
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para no usar unos espejuelos cubiertos de sangre o telaraña
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El que estaba sentado en un rincón lejos de los espejos
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tomándose una taza de café no oyendo el tocadiscos
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sino el ruido de la pobre llovizna
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El que estaba sentado en un rincón lejos de los relámpagos
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lejos de los leones morados de todas las guerras
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hizo un cordón con una hoja de papel
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en que estaban escritos el nombre del Papa el nombre del Presidente
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y otros dos mil Nombres Ilustres
y a la vista de todos los presentes
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se colgó del sombrerero que brillaba sobre su cabeza
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El patrón del café salió bajo su capa negra en busca de un policía
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Armstrong cantaba sin cesar la luna había aparecido
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como una gata furiosa en un tejado
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Tres borrachos daban puñetazos en el mostrador
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y el ahorcado después de mecerse dulcemente durante un cuarto de hora
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con su voz lejana
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comenzó a pronunciar un hermoso discurso:
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"Maintenant je suis pendu dans le Bona
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La lluvia es el cuarzo de mi miseria
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Los políticos roen mi bastón
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Si no me hubiera ahorcado moriría
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de esa extraña enfermedad
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que sufren los que no comen
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En mis bolsillos traigo cartas estrujadas
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que me escribí yo mismo
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para engañar mi soledad
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Mi garganta estaba llena de silencio
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ahora está llena de muerte"
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"Estoy enamorado de la mujer que guarda las llaves de la noche
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Ella se ha mirado en mis ojos sin saber quién he sido
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Ahora lo sabrá leyendo mi historia de hollín en los periódicos
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Sabrá que me llamaba Louis Krizek
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ciudadano del corazón de los hombres libres
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heredero de la ceniza del amanecer
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He vivido como un fantasma entre fantasmas
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que viven como hombre
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He vivido sin odio y sin mentira
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en un mundo de jueces y de sombras
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La tierra en que nací no era mía
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y tampoco el aire en que reposo
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Tan sólo he poseído la libertad
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es decir el derecho a sufrir a errar
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a ser este cuerpo frío
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colgado como un fruto
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entre los que cantan y ríen
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entre una playa de cerveza
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y un templo edificado para adorar el miedo
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La mujer que guarda las llaves de la noche
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sabrá que me llamaba Krizek
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y que cojeaba un poco y que la amaba
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Sabrá que ahora no estoy solo que conmigo
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va a desaparecer un viejo mundo
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definitivamente borrado por el alba.
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Así como la niebla a veces aplasta
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las flores del cerezo
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la muerte ha aplastado mi voz"
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Cuando el patrón volvió con un policía de lata y azufre
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el ahorcado del café Bonaparte
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ya no era más que el humo tembloroso de un cigarro
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bajo el sombrerero
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sobre una taza con restos de café
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Porque todos traemos en los bolsillos cartas estrujadas que nos escribimos para engañar la soledad y es mejor acompañarnos de lo hermoso.
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*El poeta David Chericián firmó su primer libro de poemas La onda de David como David Fernández. Luego es que cambia para David Chericián. Chericián proviene del apellido armenio Choricián.
** Poema de Jacque Pevert París por la noche.
En la Foto de arriba: Fayad Jamís y su hija Laura en La Plaza de Armas, Habana Vieja. Cortesía de Margarita García Alonso.
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-----Entradas relacionadas, Aquí.
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Manuel Vázquez Portal (Morón, 1951) Poeta, narrador y periodista. Ha publicado: A mano abierta, Del pecho como una gota, Cantos iniciales, Fábrica de antojos, Amar a fondo, Una guerra por los sueños, Celda número cero, Escrito sin permiso, entre otros. En abril de 2003 fue condenado a 18 años de cárcel por ejercer el periodismo de manera independiente. Fue liberado en 2004 por razones de salud. Ha recibido el Premio Internacional de Libertad de Expresión del CPJ y el Premio Internacional de Libertad de Expresión "Hellman Hammett" que otorga Human Rights Watch. Actualmente reside en Miami y escribe una columna semanal para El Nuevo Herald.
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Edición especial dedicada al poeta Fayad Jamís Bernal (Ojocaliente, Estado de Zacatecas, México, 28 de octubre de 1930- La Habana, 12 de Noviembre de 1988)
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---------------Cartas estrujadas
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-Por Manuel Vázquez Portal
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Fue el poeta y traductor David Fernández Choricián* –que para entonces firmaba sólo como David Chericián-quien me presentó a Fayad Jamís. Y fue Fayad Jamís quien me habló por primera vez del poeta francés Jacque Prevert. Aún recuerdo su voz grave diciendo:
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Trois allumettes une à une allumées dans la nuit
La premiére pour voir ton visage tout entier
La seconde pour voir tes yeux
La dernière pour voir ta bouche
Et l'obscuritè tout entière pour me rappeler tout cela
En te serrant dans mes bras.**
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Chericián y yo salíamos de la cafetería Wakamba. Habíamos ido a almorzar. Era la época en que todavía se podía pedir allí un filete de pescado orly con papas hervidas aderezadas solamente con sal, aceite y perejil. Fayad había desembocado en la calle O proveniente de 23. David saludó. Aquel señor me parecía conocido. Tenía la sensación de que en algún sitio habíamos coincidido antes o, por lo menos, había visto su foto en algún lugar. No quise terciar en la conversación. En el recién aparecido había cierto aire de distanciamiento augusto. Lo nimbaba una luz entre misteriosa, protectora y hasta algo esquiva. Me pareció notar que trataba a David con el cariño con que se ampara a un hermano menor. Y así era. Chericián venía siendo como el Benjamín de esa generación de escritores que se vio escindida por una fuerte convulsión social. No me atrevía a intervenir. O temía meter la pata. Yo era entonces un guajirito tímido, aún lo sigo siendo, aunque ya sin el diminutivo.
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David y el desconocido hablaron de París y de Ciudad México. Caí entonces en la cuenta de que el recién llegado ocupaba alguna posición importante. Eso hizo que me pusiera alerta. Ya los funcionarios de mi país comenzaban a serme sospechosos, a provocarme una angustiosa urticaria. Y, aunque de aquel hombre emanaba cierta sedancia espiritual ajena a los apparatchik con que había tropezado, no pude evitar la tensión y la alarma.
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Quizás pensé que debía despedirme elegante, cautelosamente y marcharme sin preguntar. Pero, tal vez rectifiqué mi postura –que hubiera podido interpretarse como un acto de mal gusto- y permanecí en silencio. Fue cuando David se percató de que yo no conocía a Fayad y tuvo la cortesía de presentármelo. Al estrecharnos las manos nos miramos fijamente y, quizás, la raíz campesina mutua borró mis suspicacias para darle paso a una leve pero nunca simulada cordialidad.
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Apenas me dijo su nombre se me hizo claro de dónde provenía mi impresión de que lo había visto antes. Había leído Los puentes y La pedrada. Había conocido sus dibujos impulsado por la impronta que dejó en mí la portada que pintó para la primera edición cubana de Paradiso de José Lezama Lima, y había participado en discusiones donde unos lo despellejaban y otros lo ensalzaban –mis amigos poetas de entonces se dividían entre los que seguían su línea circunstancial que lo hacía parecer una especie de Paul Eluard del trópico y los que buscaban su arista más esencial que lo vinculaba con Rimbaud, Valery y Prevert- y trataba de olvidar que había leído también Por esta libertad y Abrí la verja de hierro, lo que me lo ubicaba en esa tendencia de la poesía tribunicia y de barricada que allá en las sabanas del Camagüey nos hacía refugiarnos en una lírica más telúrica y de símbolos autóctonos que nos alejara de tanta pólvora y trenos.
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Pero de lo que sí estuve convencido desde el primer estrechón de manos fue de que era un hombre y un poeta auténtico. Mientras esa ardorosa poesía de trinchera, en otros rezumaba oportunismo, en él venía desgarrada de su propia memoria atormentada. Creyó. Y como creyó escribió. Si se equivocó fue resultado del hechizo engañoso que arrastró a muchos. En su verso militante palpitaba, aunque forcejeando, la poesía verdadera. No era el verso de compromiso adquirido con la intención de trepar. Fayad fue primero, y siempre, poeta; luego funcionario. No era de los que se enrolaban en la poesía para conseguir ser funcionario, o viceversa, de los que se enrolaban en labores de funcionarios culturales para llegar a poetas. Fayad creía en la utilidad de la belleza y en la grandeza humana. Creo que en su generación lo acompañan no sólo los abanderados del estruendo y la presea sino también aquellos que indagaban en las resonancias de la elevación espiritual. Fayad es un poeta escindido porque su circunstancia también estaba dividida. No es hora de ajuste de cuentas, es hora de apropiarnos de lo elevado que nos dejó y de recordarlo como era en su verdadera dimensión.
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Lean conmigo este poema:-
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-----El ahorcado del café Bonaparte
-
Para no conocer los abismos del humo
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para no tragarse los periódicos de la tarde
-
para no usar unos espejuelos cubiertos de sangre o telaraña
-
El que estaba sentado en un rincón lejos de los espejos
-
tomándose una taza de café no oyendo el tocadiscos
-
sino el ruido de la pobre llovizna
-
El que estaba sentado en un rincón lejos de los relámpagos
-
lejos de los leones morados de todas las guerras
-
hizo un cordón con una hoja de papel
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en que estaban escritos el nombre del Papa el nombre del Presidente
-
y otros dos mil Nombres Ilustres
y a la vista de todos los presentes
-
se colgó del sombrerero que brillaba sobre su cabeza
-
El patrón del café salió bajo su capa negra en busca de un policía
-
Armstrong cantaba sin cesar la luna había aparecido
-
como una gata furiosa en un tejado
-
Tres borrachos daban puñetazos en el mostrador
-
y el ahorcado después de mecerse dulcemente durante un cuarto de hora
-
con su voz lejana
-
comenzó a pronunciar un hermoso discurso:
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"Maintenant je suis pendu dans le Bona
-
La lluvia es el cuarzo de mi miseria
-
Los políticos roen mi bastón
-
Si no me hubiera ahorcado moriría
-
de esa extraña enfermedad
-
que sufren los que no comen
-
En mis bolsillos traigo cartas estrujadas
-
que me escribí yo mismo
-
para engañar mi soledad
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Mi garganta estaba llena de silencio
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ahora está llena de muerte"
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"Estoy enamorado de la mujer que guarda las llaves de la noche
-
Ella se ha mirado en mis ojos sin saber quién he sido
-
Ahora lo sabrá leyendo mi historia de hollín en los periódicos
-
Sabrá que me llamaba Louis Krizek
-
ciudadano del corazón de los hombres libres
-
heredero de la ceniza del amanecer
-
He vivido como un fantasma entre fantasmas
-
que viven como hombre
-
He vivido sin odio y sin mentira
-
en un mundo de jueces y de sombras
-
La tierra en que nací no era mía
-
y tampoco el aire en que reposo
-
Tan sólo he poseído la libertad
-
es decir el derecho a sufrir a errar
-
a ser este cuerpo frío
-
colgado como un fruto
-
entre los que cantan y ríen
-
entre una playa de cerveza
-
y un templo edificado para adorar el miedo
-
La mujer que guarda las llaves de la noche
-
sabrá que me llamaba Krizek
-
y que cojeaba un poco y que la amaba
-
Sabrá que ahora no estoy solo que conmigo
-
va a desaparecer un viejo mundo
-
definitivamente borrado por el alba.
-
Así como la niebla a veces aplasta
-
las flores del cerezo
-
la muerte ha aplastado mi voz"
-
-
Cuando el patrón volvió con un policía de lata y azufre
-
el ahorcado del café Bonaparte
-
ya no era más que el humo tembloroso de un cigarro
-
bajo el sombrerero
-
sobre una taza con restos de café
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-
Porque todos traemos en los bolsillos cartas estrujadas que nos escribimos para engañar la soledad y es mejor acompañarnos de lo hermoso.
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*El poeta David Chericián firmó su primer libro de poemas La onda de David como David Fernández. Luego es que cambia para David Chericián. Chericián proviene del apellido armenio Choricián.
** Poema de Jacque Pevert París por la noche.
En la Foto de arriba: Fayad Jamís y su hija Laura en La Plaza de Armas, Habana Vieja. Cortesía de Margarita García Alonso.
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-----Entradas relacionadas, Aquí.
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Manuel Vázquez Portal (Morón, 1951) Poeta, narrador y periodista. Ha publicado: A mano abierta, Del pecho como una gota, Cantos iniciales, Fábrica de antojos, Amar a fondo, Una guerra por los sueños, Celda número cero, Escrito sin permiso, entre otros. En abril de 2003 fue condenado a 18 años de cárcel por ejercer el periodismo de manera independiente. Fue liberado en 2004 por razones de salud. Ha recibido el Premio Internacional de Libertad de Expresión del CPJ y el Premio Internacional de Libertad de Expresión "Hellman Hammett" que otorga Human Rights Watch. Actualmente reside en Miami y escribe una columna semanal para El Nuevo Herald.
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Publicado 28th October 2009 por L. Santiago Méndez Alpízar / Chago
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