David Lago González, Cuba, 1950 – Madrid, 2011, pOEMAS DE 4c
Egon Schiele
4C 4C
Como en cualquier otro círculo
cerrado,
en estas galerías y cubículos
la imitación de la vida dispone el
azar del solitario.
Saluda todas las mañanas con un
“buenos días” formal y patético,
y víctima y homicida están convocados
en la punta de una aguja,
como la belleza y el espanto en un
huso emponzoñado.
Cada mañana entre diez y once, la
camarilla de las Makarenko
pasa revista a la observancia de
sus preceptos: como en cualquier estado de sitio,
no se permiten ideas propias ni
palabras que provengan del corazón.
“Cada uno deja lo que tiene”, dijo
una muy fina, con cara de arpía,
refiriéndose a ciertos pudores que
salen al exterior irreflexivamente.
Cada uno deja el recuerdo de lo que
es,
cada uno deja el pálpito de lo que
siente,
cada uno deja la delicada burla de
sí mismo en su sonrisa,
en las frases que dice y omite, en
los golpes que esquiva,
en las humillaciones que simula,
en el silencio con que cubre la
mala sinceridad.
Hay buena y mala sinceridad, las
arpías lo saben bien.
También lo saben algunos ángeles
buenos.
Malvada transparencia fue la de la
limpiadora
en cuyas arrugas deformadas por la
contracción del enojo
se leyeron unas líneas dedicadas al
demonio
para que de mí hiciera uso, o
abuso, cualquier cosa,
a pesar de mis excusas por la
sangre que me envenena.
Nunca podré olvidar que la mujer
parecía pronta a la huelga
y habría matado si un esquirol se
hubiera cruzado en su camino.
La 4 C se debate entre la caridad y
la repulsión,
entre la rutina y la sonrisa
amable,
entre el dictamen rígido y el juego
al escondite
antes de que pasen los monarcas que
no deben ver súbditos enfermos.
La cama –jergón para el descanso o
lecho de muerte— rueda
por el pasillo como un patinete en
busca del espacio vacío detrás de la puerta.
Aquí la presencia también es
importante:
el salón debe estar ordenado,
la mesa con el mantel bordado que
conjugó mi madre
siguiendo el patrón de La Familia.
Aunque la apariencia no impide
que, con una ligera discreción y el
párpado entornado,
el espíritu se anime con resinas
pestilentes
o una delicada nieve sobre los
hombros de quien pasa siempre alegre
y habla sin cesar del fin del mundo
y de su primer recuerdo
enhebrando hilo, aguja, un botón de
nácar y una chapa con dos ojetes.
La voz quemada del aluminio en su
fina hoja de papel
muestra un pedacito del infierno,
cierta luz del paraíso,
y un patio trasero lleno de
cacharros y flores muertas.
Aquí se llega para vivir o morir,
y en los festivos días del
desentendimiento,
cuando la pradera se anima con las
voces de los niños,
mandan las sombras fuera, a
deambular entre el basurero
y las hojas que se arrastran por el
suelo de los parques
cuando el otoño llega corazón
adentro.
La tarea consiste en distinguir los
colores primarios y los tonos,
y aprender de la serenidad con que
pasan de unos a otros.
.(Madrid, 20 de mayo de 2008)
© 2008 David Lago González
David Lago González, Cuba, 1950 – Madrid, 2011, pOEMAS DE 4c
David Lago González, Cuba, 1950 – Madrid, 2011
4 C, Editions Hoy no he visto el paraíso, 2013
al cuidado de Margarita García Alonso.
LIBROS EN BUBOK
al cuidado de Margarita García Alonso.
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