Arte- Shodo (Caligrafia)- Kyudo(Tiro con Arco) Tai Chi y ZaZen.
jmartinezclara | 12 Octubre, 2015 18:52
Amparo
Cores murió el pasado 25 de Septiembre en Madrid. La conocí en
Barcelona, en la Galería Libertad. Me quedé fascinado con ella. La
visité en Madrid. Vivía cerca de la plaza de Toros. Su biografía , hasta
el último momento ha estado marcada por la suprema dualidad : Amor y Muerte.
En una casa llena de detalles de gusto exquisito, me enseñó recuerdos,
fotografías, obras de Jesús de la Sota , su marido y de ella misma. Tuve
dos claras sensaciones: por un lado me encontraba en el corazón de lo
que fue un torbellino estético en el Madrid de los años sesenta. Una
época imposible en la que un grupo de personas afines crearon un especie
de movida “avant la lettre” . Amparo, Jesús, Alejandro de
la Sota y el fotógrafo Antonio Cores Uría que hizo una conocida sesión a
Picasso, Dominguin…y otros rivalizaban con la sensibilidad que en
Barcelona desplegaban Los Milá y Federico Correa, Rafols Casamada…entre
ambos grupos, a pesar de la diferencia ideológica, o quizá no tanto, y
la distancia geográfica, tenían en común un aristocrático inconformismo y
un gusto por mezclar arte, arquitectura y diseño.
La segunda sensación no me abandonaba desde el primer momento que la conocí. Amparo
era la clara manifestación de una melancolía profunda, emocional y a la
vez estética que rezumaba dolor entre sus amables sonrisas. Era la
presencia viva de una artista romántica de la que tanto nos gusta
escribir.En
sus catálogos suele aparecer junto a su marido, en actitud cómplice y
enamorada. Jesús de la Sota , murió inesperadamente en 1980, en un viaje
a Berlín, desde entonces la mirada de Ámparo Cores se volvió triste.
Vivía a media luz, filtrando todo lo que venía del exterior. Ahora cinco meses después de la muerte de su hijo Pablo de la Sota Cores, el único varón de los tres hijos que tuvo con su marido, murió a los 86 años. Sonríe en Paz.
Como reconocimiento a su amabilidad quiero recordarla con el artículo que publique en La Vanguardia. "Cultura´s de La Vanguardia. 21.Enero 2009 .
LA PERSEVERANCIA PICTÓRICA .
La
Sala “Libertad” hace honor a su nombre y ha optado por liberarse de
algunos prejuicios estéticos propios de la contemporaneidad; lo ha
conseguido apostando por un arte basado en criterios de calidad
pictórica, sin considerar la fecha de nacimiento de los artistas o que
estos, sean más o menos conocidos.En
esta ocasión presentan la obra de Amparo Cores (Oviedo,1929).En la
exposición hay pintura y escultura desde 1958 hasta hoy, cincuenta años
de trabajo continuado y perseverante en los que el reconocimiento no ha
sido su principal objetivo y eso, es virtuoso, porque en el texto de Shi
–Tao, que abre el catálogo, se lee :”Los antiguos pintores viviendo en
el anonimato, obtenían la gloria. Perfeccionaban su formación y
comprendían la vida”. Me fascina la perseverancia de Amparo Cores y de
las mujeres artistas de su generación como Mercedes Gómez-Moran o Maruja
Moutas que en los años cincuenta iban a París, fuera a la Académie de
la Grande Chaumière , a la Académie Julian o a asistir al “atelier” del
pintor y teórico francés André Lhote. Amparo Cores conoció, en Bruselas, a finales de los años cincuenta, a su esposo,
el pintor y diseñador Jesús de la Sota con quien estableció una gran
complicidad intelectual y estética. En el Madrid de los “60” crearon un
ambiente transversal y expandido entre : la arquitectura
de Alejandro de la Sota, el diseño de mobiliario, la pintura, escultura,
tapices o la fotografía de Antonio Cores de quien ella misma ha
recuperado, recientemente, las fotos que hizo a Picasso en 1966.
En
esta exposición se presentan cincuenta y ocho obras dominadas por dos
sensibilidades diferenciadas y que, a primera vista, pueden parecer
contradictorias entre lo mesurable e inconmensurable que habita en las
formas y en la naturaleza. Por un lado, la medida aparece en unas series
de óleos sobre tela o tabla de mediano formato con títulos tan
significativos como:”Ritmos”,“Simultáneos”,“Armónicos”,“Composiciones”
o, también los “collages”: “La bola” o “El Círculo”.Estas obras se basan
en el estudio de las leyes que operan sobre las estructuras
geometrizadas de la forma. Amparo Cores busca en ellas la coherencia ,
mesurada, lucida y equilibrada, lo que André Lhote llamó:
las “invariantes plásticas” del arte. En todas, la relación entre
música, número y forma insinúan un misterio pitagórico que les pertenece
desde antiguo, porque solo las circunstancias cambian y lo fundamental
se mantiene. Pero, a diferencia de la luz de
Klee, el rigor frío de Mondrian o del Movimiento Moderno, ella
incorpora la sensibilidad exquisita que deriva de una geometría
sentimental, en las que la regularidad del círculo, el triángulo, el
cuadrado y la cruz son tratados con delicadeza, inspiración y silencio
como si fueran rosas frente a una ventana.
En
sentido contrario, opone a esa precisión de la forma que conoce bien:
la naturaleza inconmensurable de unos “paisajes” abstractos inmersos en
la atmósfera y la bruma; son vistos desde un risco, una
marisma, una colina o un amanecer y en todos ellos, domina un
sentimiento melancólico del espacio. Con una discreción ejemplar,
tímidamente, consigue captar ,con la sutileza de un paisajista chino del
siglo XVII, el pulso vital de la naturaleza o penetrar sin estridencias
en el centro oculto de los objetos como en sus obras “Sobre la mesa” o
“Bodegón III”. En estos paisajes vaporosos también hay normas, pero las
trata con la libertad de quien se encuentra liberado de la exigencia de
un método. Amparo Cores ha conseguido conciliar con su pintura unos
principios estéticos antagónicos y convierte esta exposición en un
manifiesto de síntesis posible entre lo determinado y lo indeterminado,
entre el caos primigenio de la naturaleza y el sentido ordenador del
número, entre la razón y el sentimiento. En todas ellas se vislumbran
tenues ausencias, nostálgicos recuerdos, amor y mucha perseverancia
pictórica.
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