spring- Cuaderno de la herborista de Margarita García Alonso
Spring - Noe Bordignon
I just want to undress her, see if she has wings.
Sólo quiero desnudarla, ver si ella tiene alas.
The enemy is a very good teacher. DALAI LAMA
Ya que no he podido entender a los Hombres,
recorto y coso pero no me sale un humano,
me dedico a las plantas.
La herborista.
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Cuaderno de la herborista de Margarita García Alonso
En el bosque normando,
Pongo a consideración mi caso:
es en el lado izquierdo que el vaso
Yo tuve un hombre,
nada le era suyo,
le inventé del gemido
hasta el poro que cierra.
Pero tuvo éxito, engranaba
palabras zurcía la creencia.
Durante años fui su puta
me inventé humana
y nada me pertenecía
-del aire hasta el pulmón-
sonaba hueco.
No le faltaría razón: el resto ha sido
de una humillación tremenda.
Apuntes
meteorológicos de la herborista.
Cielo
Llueve
sobre la playa de Deauville,
de
la arena al casino una nube
se
consuela con las sombrillas
que
han decidido seguir cerradas.
Como
si fuesen pájaros alicaídos
se
posan en el cuerpo que sombrea.
Aire
No
me interesan los Hombres,
podré
sembrar, recortar la pelusa
esperar
el fruto
al
ave que emigra
donde
crece el verde,
la
plantación infinita de eucaliptos.
Sol
Un rasguño en el acantilado
y aquel cuerpo germina.
Cultivos secos.
Traza
la ola su pirueta graciosa
desdibuja
a la gaviota
que
come en mi mano
las
palabras no dichas,
escritas
en papeluchos de puerto
donde
me han prohibido la entrada.
Tiene
el diente de perro el rojo
tinto
de la sangre que bebe
cuando
me arranco la piel,
y
me bautizo loca.
Siembra milagrosa.
La leche de florecillas
de bordura de mar,
en el gusto de su boca
que ensaliva mi lengua
mi lengua provocando la savia
de cien árboles airados.
Planta.
La
semilla encuentra el cause
en
la barahúnda de la entrepierna.
Mala yerba.
El
hacha reposa junto a la tijera,
poda
cuerpo, tala hoja
sobre
el verde antiguo de La Mancha.
Ángel
mío, sin ti soy un trapo de piel
que
en nada se parece a la creencia,
el
zurcido mal echo
y no tengo fuerzas para coserme otra vez.
Las
cosas leves caen pesadas en el alma:
no
te puedo nombrar y voy a morir esta noche.
Tratado
de la herborista.
De
todas las aguas la que corre
y
gotea sobre la mejilla
que
no puedo besar.
De
todos los silencios
la
esquina de la cama
donde
entretengo el cactus,
el
humo, el azul que languidece
mientras
trasparento
y
me escondo en las sábanas.
De
todos los delirios
tu
cuerpo a contraluz raya
como
un caucasiano mi vagina.
La
caja de fósforos sin palillos
ni cabeza
percute
el desvarío de la herborista.
Me
llamará el retoño cada primavera
pero
de Hombre no quiero saber,
me
vuelvo planta.
Cactus.
Fue
en el verano del 2006
cuando
perdí al gato
y bajo la lluvia busqué su maullido.
y bajo la lluvia busqué su maullido.
En el bosque normando,
envuelta
en sombras,
deposité un platillo de leche
deposité un platillo de leche
y
vigilé siete noches seguidas
a
la vieja de la casona.
Pongo a consideración mi caso:
es en el lado izquierdo que el vaso
roto
invoca a la escama
que
desciende al pie
y me brusca el vientre
y me brusca el vientre
donde
escarban hormigas.
Yo tuve un hombre,
nada le era suyo,
le inventé del gemido
hasta el poro que cierra.
Pero tuvo éxito, engranaba
palabras zurcía la creencia.
Durante años fui su puta
me inventé humana
y nada me pertenecía
-del aire hasta el pulmón-
sonaba hueco.
Pero
tuve éxito: colmé
el exceso y la demencia.
el exceso y la demencia.
No le faltaría razón: el resto ha sido
de una humillación tremenda.
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