Jan Provoost - The Virgin and Child in a Landscape- La pasión de la reina era más grande que el cuadro, Margarita García Alonso



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Me veo en la esquina del manicomio, en un filme en blanco y negro, decapado por momentos. Aplasto una y otra vez la colilla del cigarro y me duele el talón del esfuerzo. Entro a mi nueva plaza: las chicas con depresiones temporales, que saldrán pasados algunos meses.

Volverán a pintar, a contarme hasta el infinito cómo hicieron esfuerzos, cómo amaron, cómo les abandonó aquel que decía querer, cómo se ha casado y vuelve a la carga con un te quiero de una perversidad alucinante.

Se me ponen los ojos de luciérnaga, la voz de Andrei se posa en mi cabeza, como un aura de luz potente. Le niego, me niego y aplico la fórmula de la supervivencia. Dos menos uno es uno, el error es creer que el cálculo da cero.

Pero no puedo calcular el ruido que provoca extrañar a alguien, el silencio de un hoyo, y me refugio en respuestas cuánticas, en visiones cuánticas, películas donde él cae bajo mi arma de amor masivo.

Quedan pocas alumnas que asistieron al suicidio del hombre de la playa, casi todas son nuevas, recién ingresadas. Si tropiezo en la calle con las personas que conozco en Le Havre, casi siempre me viran la cara. Han sido parte de mi taller, y evitan recordar el pasaje por la institución, se confunden con los normales y aplican la mayor severidad a que no escapen indicios del otro mundo donde aprendieron a dibujar.

Solo los psicóticos, las patologías graves continúan a nombrarme reina y me besan la mano en medio de las calles. No me escondo, pero he tenido que tomar precauciones por la cantidad de fans que poseo en el psiquiátrico.

El Hospital me advirtió que no debo aceptar un café con los pacientes, y de prever una estrategia para que desconozcan dónde habito. La intensidad y profusión de afectos que me dispensan señala que debo acogerme al reglamento pues convivo con irrefrenables pasiones...."

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