The White House at Night, Vincent van Gogh (1890)

ADAGIOS
No podrías haber nacido en mejor época que ésta, en que todo se ha perdido.
La energía necesaria reside en mí, ya que con ella tengo para vivir.
La fe es la experiencia de que la inteligencia está iluminada por el amor.
Nada en el mundo puede quitarnos el poder de decir yo. Nada, salvo la desgracia extrema. Nada hay peor que la extrema desgracia que desde fuera destruye el yo, puesto que luego resulta ya imposible destruírselo uno mismo. ¿Qué les ocurre a aquéllos cuyo yo ha sido destruido desde fuera por la desgracia?
El apego es fabricante de ilusiones; quien quiera ver lo real, debe estar desapegado.
Es una falta desear ser comprendido antes de haberse elucidado a sí mismo ante los propios ojos. Es buscar placeres en la amistad; y placeres no merecidos. Es algo más corruptor aún que el amor. Venderías tu alma por la amistad.
La vida, tal como es, solamente resulta soportable a los hombres por la mentira. Quienes rechazan la mentira y, sin rebelarse contra el destino, prefieren saber que la vida es intolerable, acaban por recibir desde afuera, desde un lugar situado fuera del tiempo, algo que permite aceptar la vida como es.
La belleza seduce a la carne con el fin de obtener permiso para pasar al alma.
A los ojos de Platón, el amor carnal es una imagen degradada del verdadero amor; y el amor humano casto (fidelidad conyugal) es una imagen menos degradada.
La idea de la sublimación sólo podía nacer de la estupidez contemporánea.
De todos los seres humanos, sólo reconocemos la existencia de aquéllos a los que amamos.
El amor tiende a llegar cada vez más lejos. Pero tiene un límite. Cuando ese límite se sobrepasa, el amor se vuelve odio. Para evitar ese cambio, el amor debe hacerse diferente.
Cuando una contradicción es imposible de resolver salvo por una mentira, entonces sabemos que se trata de una puerta.
No tratar de no sufrir ni de sufrir menos, sino de no alterarse por el sufrimiento.
La apariencia posee la plenitud de la realidad, pero sólo en cuanto apariencia. En cuanto cosa distinta de apariencia, es error.
Todos los movimientos "naturales" del alma están regidos por leyes análogas a la gravedad. La única excepción es la gracia.
El gran dolor del hombre es que mirar y comer son dos operaciones diferentes. La beatitud eterna es un estado en que mirar es comer.
Un método para comprender las imágenes, los símbolos, etc. No tratar de interpretarlos, sino simplemente mirarlos hasta que brote de ellos la luz.
La belleza de un paisaje en el momento cuando nadie lo ve, absolutamente nadie...Ver un paisaje tal cual es cuando no estoy en él. Cuando estoy en algún lugar, enturbio el silencio del cielo y de la tierra con mi respiración y el latir de mi corazón.
Tratar, no de interpretar sino de mirar hasta que la luz se haga. En la percepción sensible, cuando uno no está seguro de lo que ve, se mueve de lugar sin dejar de seguir mirando. Con el tiempo va uno cambiando y si, a través de las modificaciones, se mantiene la mirada orientada hacia lo mismo, a fin de cuentas la ilusión se disipa y lo real aparece. La condición es que la atención sea una mirada y no un apego.
El arte no tiene porvenir inmediato, porque todo arte es colectivo y ya no hay vida colectiva, sólo colectividades muertas; y porque se ha roto el verdadero acuerdo entre alma y cuerpo.... Es pues inútil de tu parte envidiar a Bach o a DaVinci. La grandeza, en nuestros días, debe tomar otros caminos. Además, sólo puede ser solitaria, oscura y sin eco (ahora bien: no hay arte sin eco).
El verdadero héroe, el verdadero tema, el centro de La Ilíada es la fuerza. La fuerza manejada por los hombres, la fuerza que somete a los hombres, la fuerza ante la cual la carne de los hombres se crispa. El alma humana sin cesar aparece modificada por sus relaciones con la fuerza, arrastrada, cegada por la fuerza de que cree disponer, doblegada por la presión de la fuerza que sufre. Los que soñaron que la fuerza, gracias al progreso, pertenecía ya al pasado, pudieron ver en este poema un documento; los que saben discernir la fuerza, hoy como antes, en el centro de toda historia humana, encuentran en él el más bello, el más puro de los espejos.
Sólo el equilibrio deshace la fuerza.
Hay que realizar lo posible para alcanzar lo imposible.
Los hombres nos deben lo que habíamos imaginado que nos darían. Perdonarles esta deuda.
Aceptar que sean distintos a las criaturas de nuestra imaginación es imitar el renunciamiento de Dios.
Yo también soy distinta de lo que imagino ser. Saberlo, es el perdón.
Una mujer que se mira al espejo y se arregla no siente vergüenza de reducirse a sí misma, a ese ser infinito que mira todas las cosas, a un pequeño espacio.
Simone Weil (París, Francia, 1909- Ashford, Reino Unido, 1943) –Filósofa francesa

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