Hallazgo del parecido, de Juan Carlos Recio
Hallazgo del parecido.
Estaba cansada de buscar en el espejo
sin que hallara su parecido
y ella sólo quería,
cruzar el cielo en busca de cipreses.
Pero encontrar algo
en la cúpula del miedo
como la aguja del pajar
era leyenda.
Estaba cansada de buscar en el espejo
sin que hallara su parecido
y ella sólo quería,
cruzar el cielo en busca de cipreses.
Pero encontrar algo
en la cúpula del miedo
como la aguja del pajar
era leyenda.
Todo lo ofrecido fue
un vulgar aire de paseo
donde no cae la nieve,
ni las muchachas encuentran
en las barricadas del ocio
aquella manzana que trajo Cristo
para comer en las noches de vigilia.
Su vida se pareció más al del paralítico
las ideas podían mover esos rumbos
que su cabeza negaba.
Y él, que era yo, vino sin saberlo
puso una limosna y un beso
aunque no pretendía
ni enrojecer sus párpados
a ella se le escapó un susurro
y pude voltear como si fuera
la lágrima de una virgen
su sangre
y esos siglos donde una mujer
depósito los montones de polvo
como le pasa a los senos
cuando gradúan nuestro equilibrio.
Así como un molino cruje
la obligué a andar
y le puse ríos de agua
donde su cuerpo saliera
sin darle al arañazo su trofeo.
Cierto que su paso duele
y sus ojos ya no son
aquel farol de campo
que pueda tragar el miedo de afuera.
Pero ella acude
como esas fiestas de sábado que rajan
al mas inhóspito de los corazones
y hace que el happy end
devuelva ese parecido
que nadie nunca ha encontrado.
Recio Juan C.
un vulgar aire de paseo
donde no cae la nieve,
ni las muchachas encuentran
en las barricadas del ocio
aquella manzana que trajo Cristo
para comer en las noches de vigilia.
Su vida se pareció más al del paralítico
las ideas podían mover esos rumbos
que su cabeza negaba.
Y él, que era yo, vino sin saberlo
puso una limosna y un beso
aunque no pretendía
ni enrojecer sus párpados
a ella se le escapó un susurro
y pude voltear como si fuera
la lágrima de una virgen
su sangre
y esos siglos donde una mujer
depósito los montones de polvo
como le pasa a los senos
cuando gradúan nuestro equilibrio.
Así como un molino cruje
la obligué a andar
y le puse ríos de agua
donde su cuerpo saliera
sin darle al arañazo su trofeo.
Cierto que su paso duele
y sus ojos ya no son
aquel farol de campo
que pueda tragar el miedo de afuera.
Pero ella acude
como esas fiestas de sábado que rajan
al mas inhóspito de los corazones
y hace que el happy end
devuelva ese parecido
que nadie nunca ha encontrado.
Recio Juan C.
Recio Juan Carlos De
pronto, estaba en tus artes visuales, sentado en un parque, bajo un
árbol y recordé algo por esta pintura, y luego el resto vino, por ese
recorrido en tu página. Eres la culpable, por trasmitir lo que dices, o
lo que yo creo que tu dices, con los personajes que pintas.
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